1851 William Cotton Oswell y David Livigstone alcanzan las orillas del río Zambeze después de varios años de exploración. Sin embargo lo peor está por llegar. Corren rumores de traficantes de esclavos portugueses que merodean por la zona.
Era una noche fría y oscura como lo había sido la noche anterior y la anterior de la anterior y encima parecía que esa maldita lluvia no tenía intención de parar. Calados hasta los huesos por el frío y la humedad Livigstone y Cotton decidieron reubicar el campamento varios kilómetros más al este junto a la protección de una cueva abandonada y tratar de enceder un fuego para calentarse.
El viento soplaba con fuerza mientras el batir de las ramas producía un sonido estremecedor. La oscuridad fuera era total. En el interior las sombras danzaban en la pared al ritmo de las llamas del pequeño fuego que habían conseguido encender con los escasos recursos de que disponía. Los dedos y piernas empezaban a recuperar su movilidad y después de una taza de café caliente Cotton había recuperado su color y ya no parecía un espectro.
De repente se oyó un crujido en la entrada de la cueva, Cotton y Livingstone se giraron rápidamente pero ya era demasiado tarde. Los comerciantes de escalvos los habían encontrado, y Livingstone no tenía muy buena fama entre ellos empeñado en reducir sus beneficios y acabar con su lucrativo modo de vida.
La situación no parecía demasiado buena, seis traficantes armados con machetes y armas de fuego custodiaban la única salida de la cueva.
Sus risas atronadoras retumbaron en las paredes y un escalofrío recorrió el cuerpo de Livingstone. El final estaba cerca aunque no parecía que tuvieran demasiada prisa por despacharlos. El más anciano del grupo se acercó y se dirigió a los dos hombres:
-Parece que vuestra mediocre carrera como exploradores ha llegado a su fin. Sin embargo no somos gente malvada, solo hacemos nuestro trabajo -Uaaajajajajaja- Podeis escoger como morir, si nos decís la verdad os quemaremos aquí en la cueva, si nos decís una mentira os lanzaremos al rio para que os devoren las pirañas.
-No queremos morir…-respondió Cotton presa del pánico.
-Efectivamente eso parece verdad, quemadlo!!! – gritó el traficante.
Ese fue un horrible fin para sir William Cotton Oswell. Sin embargo años más tarde Henry Morton Stanley pronunciaría esa famosa frase al Encontrar a David Livingstone…«Doctor Livingstone supongo»
Nombre: El enigma de Mosi-oa-tunya
Código: 2013.03.18.02
Fecha de publicación: 18.03.2013
Dificultad: Enigmas para aprendices
Recompensa: 50 puntos de experiencia para los 3 primeros en resolver correctamente todo el enigma.
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