Oct 282013
 
 28 octubre, 2013  Publicado por a las 11:11  Añadir comentarios

Hablar de una posada medieval es, para muchos, una imagen idealizada de aquella deliciosa “Poney Pisador”, o aquel aún mas mítico “Dragon Verde”, desde los cuales muchos de los autores de fantasía medieval han partido en sus descripciones de tales lugares. O quizá los lectores más recientes tengan en mente la emblemática taberna regentada por Kvothe en “El Nombre del Viento”. Tanto la taberna medieval que tenemos todos idealizada, como la taberna medieval histórica, se llevan muy poca diferencia.

Posada Medieval
Yo me quiero imaginar una tenebrosa taberna instalada en el barrio latino en Constantinopla, junto al Puerto de Sofía, donde extranjeros de todo el mundo que arriban a Nueva Roma coinciden en un tugurio para beber unas jarras de vino aguado, jugarse sus jornales a los dados y cantar canciones de marinero. Y aquel lugar existió, en realidad, y existió el extranjero que todos nos imaginamos que entra en este lugar, solicita una jarra de vino y un plato de estofado, y toma asiento en el lugar más retirado del salón. Y las miradas furtivas de los parroquianos, cargadas de desconfianza, calibrando la posibilidad de aligerarle de peso en el momento en el que éste abandone el lugar completamente saciado. ¿Nos imaginamos una taberna cualquiera en el Siglo de Oro? Repleta de rufianes, prostitutas, ladrones de bolsas, oportunistas, soldados, mercenarios y hombres de todas las clases. En realidad, tanto una taberna de El Siglo de Oro en Sevilla (puerto fluvial más importante donde arribaban las naves desde el Nuevo Mundo), como nuestra taberna de Constantinopla, como El Poney Pisador o cualquier otra que nos venga a la mente, mantendrán multitud de elementos comunes. Quizá sea el elemento más común en la literatura fantástica e incluso histórica, con algunos matices por supuesto, pero básicamente iguales: un punto de encuentro de viajeros, comida y bebida de regular calidad en la mayoría de las ocasiones, mesas y asientos de madera desperdigados en la sala común, otro salón anexo donde los viajeros menos adinerados pueden comprar un tramo de suelo techado y caldeado por una enorme chimenea, aventuras, traiciones, un tabernero dispuesto a servir al viajero diligentemente… y por supuesto el punto perfecto de partida desde donde iniciar una aventura perfecta, ya sea dentro de una novela de “fantasía” como de una novela “histórica”. Siempre serán el lugar idóneo desde donde puede partir nuestra imaginación… y donde tomar una jarra de cerveza y cantar junto a los amigos después de una inolvidable misión.

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La Posada Medieval, por Pablo Carnicero
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Pablo Carnicero de la Cámara

Nacido en Madrid en 1978. Apasionado de la literatura desde la infancia gracias a El Señor de los Anillos, su carrera como escritor amateur comenzó tan pronto como finalizó de leer el último libro de la trilogía de Tolkien, fascinado por el mundo de fantasía que se abría ante sus ojos.

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