Estaba oscureciendo. Apenas quedaba un reflejo en el cielo del sol que desaparecía para cubrir la ciudad con el manto de la noche. Me camuflé aún más bajo la capa de lana oscura, temerosa de encontrarme en uno de los peores barrios de Eritum. Yo no debería estar aquí.
Al final de la calle empedrada, en cuyos lados descansaban las pequeñas casas adornadas con flores, vi el resplandor de la luz que se filtraba por las contraventanas cerradas de la taberna. Supuestamente era un lugar clandestino, no debían llamar la atención. A los gobernantes de la ciudad, no les gustaban las actividades que se llevaban a cabo en las tabernas. Sin embargo, no habían conseguido erradicarlas.
Alrededor de la casa reinaba el silencio, extraño, gélido, inquietante. Golpeé dos veces la puerta de madera gruesa con los nudillos y esperé.
Creí escuchar un sonido que provenía del interior, como si estuviesen mandando callar a alguien. Después la puerta se entreabrió.
-¿Quién va?- susurró una voz ronca de mujer.
-Seranda- respondí intentando parecer serena.
La mujer dudó unos instantes y finalmente abrió, haciéndome entrar con rapidez. Al momento empujó suavemente la pesada puerta cerrándola a mi espalda.
-Está al fondo- me indicó la gruesa mujer.
Después se sentó en una mesa cercana junto a dos mujeres ancianas. Todas ellas bebían en silencio de gruesas y toscas jarras de barro. Ni siquiera me miraban.
El lugar estaba construido completamente de madera. Las enormes vigas que sujetaban el techo del piso superior, parecían estar ajadas y con la posibilidad de quebrarse en cualquier momento. Miré temerosa hacia arriba, deseando que no cedieran justo en aquel instante.
Paseé la vista por el interior de la taberna tratando de pasar desapercibida, al tiempo que me sentaba en una de las mesas.Desde allí podía ver la enorme barra de madera en la que se exhibían todo tipo de licores y alimentos.
Pero no sentía hambre. Lo único que deseaba era encontrarle.
Aunque al mismo tiempo tenía miedo.
Continué observando los barriles de madera alumbrados por la escasa luz de las velas, mientras dos borrachos salían con extraño sigilo de la taberna. Si eran encontrados en este lugar, serían arrestados. Exactamente igual que yo.
El tabernero me sirvió una jarra que yo no había pedido. Sin soltarla, me miró con ojos secos y severos como afirmando que tenía que beberla. Le devolví la mirada aparentando seguridad, pero lo cierto es que el licor que vendían era muy desagradable. Después de soltarla, se dio la vuelta, volvió tras la barra, y se quedó mirando con los ojos entrecerrados hasta que tomé el primer sorbo.
–Gentuza…- le oí murmurar tras ver mi cara de asco.
Me pregunté qué habrían visto los ojos de aquel hombre durante la vida para juzgar a las personas por lo que bebían. Sobre todo a una mujer.
Entonces recordé que él no sabía que yo era una mujer.
Mi disfraz funcionaba. El cabello recogido y camuflado tras la capucha de la capa y aquel peto de cuero que aplastaba mi cuerpo femenino lo habían convencido.
Estaba en el buen camino.
Entonces el corazón me dio un salto cuando sentí pisadas en las escaleras de madera que accedían al segundo piso. Vi unas enormes botas de cuero desgastado, después un cuerpo fuerte y poderoso, y al fin su cara.
Aquella taberna parecía muy pequeña para él, demasiado insignificante. Quien conocía a mi padre, sabía que había ganado batallas, dirigido ejércitos y segado muchas vidas. No le temblaba el pulso ante nada ni ante nadie. Y mi mayor sueño había sido siempre luchar junto a él.
Pero él jamás lo permitiría.
Por suerte hacía demasiados años ya que no nos veíamos, y era imposible que llegara a reconocerme.
Se acercó y se sentó a mi lado. Le hizo un gesto al tabernero y éste le acercó una jarra con una actitud de máximo respeto. Le miré esbozando una sonrisa divertida. No era tan despectivo con mi padre.
-Eres joven- murmuró lentamente-. ¿Por qué quieres morir?
Intenté no mirarle a los ojos y bebí un trago de mi jarra. El aliento me ardía y los latidos de mi corazón parecía que podían oírse en toda la sala.
–Será la muerte quien me busque, pero no tendrá el valor de encontrarme– respondí con dignidad.
Él me observó con los ojos azules entrecerrados mientras se balanceaba lentamente en su silla. Se humedeció la boca y se mordió el labio inferior pensativo.
-¿Sabes por qué vivo en una taberna?- preguntó estirando las piernas y recostándose en la silla de madera.
Negué con la cabeza. Sentí los ojos de las ancianas clavados en mí, como si discretamente asistieran a un espectáculo.
-Todo lo que he escuchado son historias de triunfos y batallas- confesé.
Mi padre sonrió y sentí un nudo en la garganta. No podía llorar delante de él.
-Y existieron…-susurró mientras sus ojos se perdían en la nostalgia del pasado-. Y yo creí ser alguien mientras luchaba para el rey y ganaba sus batallas. Creí ser alguien mientras arrancaba la vida de otros soldados y los años pasaban dejando atrás a los míos.
Me senté con la espalda aún más recta dispuesta a escuchar su historia.
-¿Sabes por qué vivo en una taberna?- repitió.
-No- dije temerosa.
Entonces él alargó su mano de piel áspera y dedos gruesos, una mano fuerte para sujetar la espada y cálida para abrazar a un niño, y me despojó de la capucha dejando al descubierto mis cabellos.
-Porque tenía demasiada vergüenza como para volver a buscar a mi familia, hija mía.
Me descubrió, lo sabía desde el principio. Incluso con mi nombre falso, sabía quién era yo.
-¿No hay batallas?- pregunté.
-Hace muchos años, hija mía. Demasiados. Vuelve a casa con tu madre. Has venido demasiado lejos- se puso de pie-. Regresa.
Y desapareció escaleras arriba, dejando a su espalda una estela de dolor y recuerdos, que se mezclaban con un falso pasado.
¿Quieres más relatos de fantasía? Descubre a otros autores de fantasía en el Proyecto Golem
- Iguales por Sonia Centeno - 11 noviembre, 2015
- El nacimiento de Embla por Sonia Centeno - 20 mayo, 2015
- La charca de los sueños por Sonia Centeno - 23 febrero, 2015
- El Regalo de la Batalla por Sonia Centeno - 13 octubre, 2014
- Léocas por Sonia Centeno - 14 julio, 2014
Gracias Kainum por tus palabras. Es un placer haberte hecho sentir así.Si decides perderte en El origen del lum,que tengas un buen viaje.
Maravilloso. Muy bien elaborado el ambiente y la aureola alrededor del padre, descrita en la actitud de los personajes. Todo construido para precipitar ese desenlace inesperado, pero absolutamente coherente. Muy bueno el símbolo de la viga que parece a punto de caer. Ha sido todo un deleite. Me parece que no voy a tener más remedio que leerme tu novela. Saludos.
Centeno lum
!!!Gracias¡¡¡ Seguiremos trabajando para mejorar.Un saludo
Muy bueno Sonia , ya nos sorprendiste con el origen del lum gran novela fantástica muy muy aconsejable y ahora con este micro relato , esta claro que tienes las ideas muy vivas en tu cabeza y que no te cuesta desarrollarlas . Una vez más magnífica , enhorabuenaaaa