Cornelius Tamphels, es el encargado de investigar cada nuevo brote y su misión es descubrir porque, cuando y dónde tendrá lugar el siguiente.
Si quieres participar te recomiendo que consultes la página oficial. www.survivalzombie.es dónde encontrarás, todas las fechas y lugares de las siguientes infecciones.
Si era cierto lo que había oído en el piso clandestino era portador de una modificación del virus Z. Podía infectar a otras personas si las arañaba o mordía pero conservaba parte de su capacidad cerebral. Por el momento seguía siendo humano pero lo que Cornelius no tenía claro era hasta cuando iba a seguir siéndolo.
No podía saciar su hambre con el primero que pasara por la calle, su parte humana se lo impedía, pero hacia más de 24 horas que había escapado de su nueva prisión y ningún twinkie había calmado su necesidad de comida. Había probado con un chuletón de ternera de kilo y medio con los mismos resultados, el hambre seguía aumentando y a cada minuto le resultaba más difícil controlarse. Y encima seguía lloviendo a cántaros. No, definitivamente esa no era la mejor noche que Cornelius pudiera recordar.
Un anciano empezó a cruzar la calle en su dirección. Él permanecía oculto detrás de unos contenedores de basura, desde allí podía ver toda la calle sin ser visto. De todas formas estaba anocheciendo y en ese callejón la oscuridad era casi absoluta. El viejo siguió avanzando con su pequeña bolsa de basura hacia los contenedores. A ese ritmo en menos de dos minutos lo tendría encima. Hasta ahora había evitado acercarse demasiado a cualquier otra persona, no sabía si sería capaz de resistirse, pero lo cierto es que poco a poco se estaba convirtiendo en el monstruo al que llevaba tantos años persiguiendo, en aquel ser que vió de pequeño atacar a los celadores del orfanato y que le había empujado a iniciar su particular búsqueda de la verdad. Todo estaba a un viejecito de distancia de perderse por el retrete.
De repente un fuerte ruido, el claxon de un taxi pitando a una pareja que cruzaba la calle tranquilamente. El viejecito se detuvo a observar el origen de tanto ruido. Era su oportunidad, tenía que salir de allí, era ahora o nunca. Pronto sería la hora de cenar y lo mejor era estar lo más lejos posible de todos los viejecitos de la ciudad.
Corrió hacia el taxi, la mampara de seguridad sería un elemento disuasorio en caso de que quisiera morder al conductor y también sería la manera más rápida de salir de allí antes de que cometiera cualquier estupidez.
-¿A dónde será esta vez, SEÑOR?- No podía ser cierto, el maldito taxista se empeñaba una y otra vez en preguntarle a donde quería ir y apestaba a alcohol de garrafón. – El taxímetro sigue corriendo tío. Espero que tengas pasta suficiente o tendré que darte una buena paliza joder- volvió a insistir el taxista.
Le costaba concentrarse, solo quería alejarse de allí, aunque de buen gusto le habría pegado un mordisco a ese molesto taxista, uno o ya puestos uno por cada uno de los estúpidos comentarios que cada vez que habría la boca salían por ella. Y a juzgar por el estado de la mampara no debía ser el único que había tenido esa idea antes.
De repente su adormecido cerebro le susurró una dirección y el taxista arrancó no sin antes soltar otra de sus estupideces que podrían haberle costado la vida y algo peor.
Once minutos más tarde el taxista se detuvo en un andrajoso bar de carretera, parecía vacío pero Cornelius ya había estado antes ahí y conocía muy bien al dueño. La cena estaba servida.
-Serán 43,52€-
-¿Estás de broma? ¿43€ por una carrera de 11 minutos?
-Sabía desde el principio que me darías problemas, ¿quieres que me baje del taxi y lo hablemos como hombres?
A Cornelius no le pareció una idea descabellada, incluso empezaba a plantearse si realmente podría empezar con un aperitivo antes de entrar en el bar, pero su parte humana seguía allí, incluso en momentos como ese seguía allí conteniendo su hambre voraz.
-Hagamos una cosa, te invito a un trago y lo discutimos con más calma ¿qué te parece?- Era tarde y hacia al menos once minutos que el taxista no bebía nada. Estaba sediento, siempre podía dejar que ese pardillo le invitara a una copa y luego pegarle una paliza y cobrarse la carrera con suplementos.
-Vayamos -accedió el taxista.
Un sorprendido camarero les recibió detrás de la barra. El bar estaba completamente vació aunque con muestras evidentes de una reciente pelea. Siempre era así en los bares de carretera, demasiado alcohol para tan poco parroquiano.
-Voy un momento al lavabo -dijo Cornelius en tono distraído- Pide lo que más te apetezca, invito yo.
-Eso es evidente -replicó con su tono habitual el taxista- Invitas a esta y a la siguiente.
Apenas cerró la puerta del baño se oyó el golpe seco y un cuerpo caer al suelo. Al parecer la actividad principal del bar seguía funcionando. Fue en este mismo local cuando meses atrás La Corporación había capturado a Cornelius para llevarle al laboratorio #5. A decir verdad, no podría asegurar que fuera exactamente este bar pero era tan parecido a los otros que sin ninguna duda se trataba de un centro de reclutamiento para nuevos conejillos de indias. WRG seguía con sus actividades a pesar de los duros golpes de la resistencia y de los mercenarios de Pablo.
Había llegado el momento de que probasen su propia medicina. Salió corriendo del lavabo y sin que el camarero pudiera reaccionar le saltó al cuello. Segundos antes del primer bocado los ojos del camarero recordaron ese rostro. Cornelius le leyó la mente y antes de lanzarse a por el segundo y por el tercero le contestó:
-Si, he vuelto a por ti.
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