Nov 302015
 
 30 noviembre, 2015  Publicado por a las 11:11  Añadir comentarios

6 – Cae la noche.

Voy corriendo por la calle. Creo que estoy cerca de Babel. Estoy seguro de que estoy soñando porque no siento ni pizca de dolor, y puedo abrir y cerrar las alas a la perfección; de hecho, me canso de correr y empiezo a planear. Tengo la intención de tomar altura y la extraña sensación de que he de detener algo, y ese algo está arriba, muy arriba.
De repente noto la presencia de un depredador. Alguien me acecha en las sombras que proyecta esa torre. Y entonces algo me golpea en la espalda y empieza mi caída.
Me despierto sobresaltado y completamente sudado. Tengo la boca pastosa y salgo de mi habitación para beber agua. El monitor que hay en la pared está encendido y solo emite niebla gris y un sonido bastante desagradable e incesante.
Relatos de Fantasía - Calle Oscura
─A ver, en esta casa donde puede beber uno agua…
Miro alrededor pero no hay nada, nada ni nadie. Pico a la puerta de la habitación de Baliel pero nadie me responde. Vuelvo a llamar… Y mi naturaleza de eterno preocupado sale a la luz, y por si le ha pasado algo intento abrir la puerta pero está cerrada. Aunque claro, bien pensado… pocas cosas pueden pasar en una habitación donde lo único que hay es una cama y un armario…
─Habrá salido…
Y desisto en mi búsqueda de algo que beber y me siento en el sofá.

Tener las alas vendadas resulta algo incómodo; no las puedo mover del todo bien y en la única postura en la que no me duelen hacen que el sofá sea algo parecido a un potro de tortura, pero estoy cansado de estar tumbado en la cama y al menos así puedo mirar la tele, que sigue emitiendo esa señal. Busco el mando, lo encuentro en un lateral del sofá y cambio de canal. Justo en el instante en el que la niebla gris cambia, creo escuchar una voz que ha dicho “Mañana”. Intento volver a la niebla pero no la encuentro, y de repente, en la pantalla, aparece la habitación granate, con el butacón de terciopelo rojo…

¡Aquello no era una tele! ¿Estaba mostrándome a mi protegido? La mujer no está en la habitación porque no se escucha el rezo. Solo está la persona postrada en la cama, pero la cámara ─o lo que sea que grabe en el mundo de los humanos─ tiene un ángulo por el que sólo puedo ver el cuerpo inmóvil. La cara la tapa uno de los doseles. Escucho la puerta de la habitación abrirse y unos pasos acercarse. Es la mujer, que va a sentarse en el butacón. Coge el rosario que está en la mesilla de noche y empieza a rezar.

Me gustaría saber su nombre e ir a ponerle mi mano sobre el hombro para ofrecerle consuelo. Está claro que está sufriendo por la persona que está en la cama. Empieza a rezar de nuevo. Sus ojos, azules, expresan cansancio y las arrugas de su cara y su cuerpo encorvado, me dicen que lleva mucho tiempo rezando. Su voz está cargada de suplica… Reza para que su hijo deje de sufrir, para que Dios escuche su súplica. Me sorprendo pensando eso ¿Cómo lo sé? ¿Vuelven a funcionar mis habilidades angelicales?

Noto algo que me baja por la mejilla. Es una lágrima. ¿Por qué lloro? Sí, el mensaje de la mujer está cargado de tristeza, pero en nuestro trabajo como guías de los humanos, nos encontramos cada día con situaciones parecidas.
Me levanto del sofá y decido salir a la calle para ver si el aire frío se lleva este pesar que siento en mi corazón. Me visto únicamente con una túnica y salgo a dar un paseo. Para mi sorpresa, el ángel de la muerte está bajo la ventana de mi casa, sosteniendo una esfera luminosa entre sus manos y mirando fijamente hacia allí.

─¡Tú! ¿Se puede saber que haces aquí?
Él se asusta al verme y me mira con cara de asombro. Primero sale corriendo y a los pocos segundos alza el vuelo. Yo le intento seguir, al menos durante el tiempo que va por el suelo, y cuando abre sus alas le intento imitar, consiguiendo elevarme unos pocos centímetros, antes de que el dolor termine dejándome tirado en el suelo, maldiciendo a todos los ángeles de alas negras. Era él, el que me producía ese sentimiento de tristeza, era la presencia de Ariel…
─¡Un momento! ─recuerdo su nombre─ ¡Se llama Ariel!

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Babel: Cae la noche
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Simón Bellido Fernández

Yo antes era como vosotros, un hombre “responsable”, con mi trabajo, mis obligaciones, mis aficiones… Hasta que encontré la puerta que me llevó hacia allí.
Y empezó mi nuevo trabajo, dar forma a aquel mundo salvaje. Dibujé, diseñé, escribí y moldeé, todo para volver Árilan un mundo mejor…

Recientemente ha publicado con 2.0 Books Tenebris, la primera parte de la saga El Círculo de Hefesto

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