Nov 232015
 
 23 noviembre, 2015  Publicado por a las 11:11  Añadir comentarios

5- Por fin en casa.

En la puerta del hospital me espera Baliel junto a un carruaje a motor. El vehículo tiene aspecto de tener ya unos cuantos años ─si es su coche quiere decir que no tenemos buenos sueldos─. La carrocería no está muy bien cuidada, y tiene la puerta del conductor algo abollada. Por un momento dudo si subirme a ese coche pero nada más verme Baliel se acerca, coge la maleta, la guarda y casi me empuja al interior.

Tardamos media hora en llegar a nuestra casa, tiempo que pienso que ese endemoniado coche viene directo del infierno. El traqueteo del motor era insoportable y cuando me bajo tengo que hacer un esfuerzo titánico para no vomitar.
─¿Y vivimos aquí los dos solos? ─le pregunto mientras él va abriendo la puerta de entrada.
El edificio tiene unas tres plantas, y por lo que se ve desde el exterior cada planta tiene dos viviendas. No tiene aspecto de ser muy grande.
─Sí. Las viviendas de los ángeles rasos no son tan lujosas como las de los rangos superiores, y los dos fuimos asignados a este habitáculo. La verdad es que podría haber sido peor, te podrían haber olido los pies…
Relatos de Fantasía - Babel
Veo que sonríe y deduzco que está de broma, lo que me detiene antes de contestarle.
Entro a mi casa con la esperanza de que al estar en un entorno más familiar empiece a recuperar mis recuerdos, pero allí no hay nada que recordar.
No es más que una habitación de paredes blancas, un monitor colgado en una de ellas, un sofá, una mesa y dos sillas. Aparte de la puerta de entrada hay dos más, supongo que dan a nuestras respectivas habitaciones.

»Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores…

La voz de la mujer vuelve. Me había dado algo de tregua y casi me había olvidado del encargo de los Querubines. Intento volver a enlazar con ella y esta vez consigo algo que antes no.
Las paredes blancas del “majestuoso” salón de mi vivienda, se forran de un papel granate con un estampado floral. La habitación, que antes era radiante y luminosa se oscurece ─casi da miedo─ y las únicas fuentes de luz que hay provienen de un quinqué colgado en una de las paredes y de un candil que hay sobre una mesita de noche, situada junto a una gran cama con dosel en la que parece dormir alguien. Justo al lado hay un gran butacón, de madera oscura, acolchado con cojines forrados en terciopelo rojo. No hay nadie sentado en él, pero la voz, cargada de súplica y pesar, proviene de allí. Estoy completamente seguro.

─¡Eh, tio! ¿Estás bien? ─Baliel me mira con cara rara y asiento con la cabeza─ ¡Menos mal! Pensaba que te había vuelto a dar otro siroco. Ya te veía de nuevo en el hospital…
La verdad es que me siento demasiado cansado.
─Creo que será mejor que me eche un rato a descansar ─y me dirijo hacia la puerta de la izquierda.
─¿Tampoco te acuerdas de eso? ─me coge la mano cuando agarro el picaporte─ Tu habitación es la de la derecha.
Le lanzo una sonrisa bobalicona en modo de disculpa y me voy a la otra puerta. La abro y entro.
En mi habitación solo hay una cama y un armario, y todo del mismo color blanco prístino. ¡Pero por el amor ─nunca mejor dicho─ de Dios! ¿Es que nadie sabe de decoración en Paraíso?
Me tumbo en la cama y los ojos se me cierran. Creo que es lo único que hago en los últimos días: dormir.
Y el sueño termina por adueñarse de mi.

»Ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén…

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Babel: Por fin en casa
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Simón Bellido Fernández

Yo antes era como vosotros, un hombre “responsable”, con mi trabajo, mis obligaciones, mis aficiones… Hasta que encontré la puerta que me llevó hacia allí.
Y empezó mi nuevo trabajo, dar forma a aquel mundo salvaje. Dibujé, diseñé, escribí y moldeé, todo para volver Árilan un mundo mejor…

Recientemente ha publicado con 2.0 Books Tenebris, la primera parte de la saga El Círculo de Hefesto

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