Feb 132015
 
 13 febrero, 2015  Publicado por a las 11:11  Añadir comentarios

Fathy no podía correr más. Las zancadas de la joven abarcaban mucha menor distancia que las de su perseguidor, un bien instruido soldado al cual no parecía afectarle la excesiva cantidad de metal que llevaba encima. La armadura, bastante deteriorada tras el paso de los años a través de varias generaciones, le cubría por completo, aunque la inmensa maza que llevaba colgada a la espalda no debía pesar menos que el resto del conjunto.

Quizá llevaran casi diez minutos recorriendo las estrechas callejuelas de las ruinas de Larson, último vestigio de la una vez floreciente ciudad principal del continente, y Fathy, que hasta el momento había logrado evitar las manos de Úrder entre rápidos giros tras las esquinas y poderosos saltos por encima de los escasos obstáculos en su camino, se vio obligada a detener su carrera antes de precipitarse a una caída de entre veinticinco y treinta metros, derrumbado, a saber cuándo, el largo y estrecho puente al que le llevaron sus pasos.

―¡Esto acaba aquí, Fathy! ―La mujer de larga trenza pelirroja giró de inmediato su cuerpo a fin de encarar al que la gritaba, con los ojos, nerviosos, buscando una nueva salida. Pero no la iba a encontrar―. ¡Entrégate! ¡No puedes seguir huyendo!

Las palabras de Úrder salían con cierta dificultad a través del yelmo, dejando a las claras que el cansancio también comenzaba a hacer mella en él. Por contra, sus hombros seguían erguidos, no se había desembarazado de ninguna pieza y su voz aún sonaba segura y firme.

―¿Y qué diferencia habría entre saltar al vacío o volver contigo como tu prisionera?

―Salvar la vida. ¿No te parece suficiente?
Relatos de Fantasía - El último adiós
―No… Te equivocas. La celda será lecho hoy y tumba mañana, jamás saldría de ella. Sabes, tan bien como yo, que moriré en el mismo instante de cerrarse la puerta, aunque mi cuerpo aún dé la impresión de contener vida. Por tanto, no; no hay demasiada diferencia.

La joven retrasó un pie, el talón de este ya fuera del firme suelo en el que se encontraba. Su rostro pareció serenarse un tanto, mientras las moderadamente fuertes ráfagas de aire, a semejante altura, hacían danzar las anchas mangas de su blusa, silueteado con un brillante haz el cuerpo de Fathy gracias a la luz del ocaso. En otras circunstancias podría haberse descrito como una visión romántica, digna del mejor de los lienzos del continente de Endina, pero el dramatismo de la situación le daba un cariz muy distinto.

Úrder levantó veloz un brazo hacia ella, temeroso de que saltara hacia atrás. La conocía de sobra y era consciente de que sería capaz de dejarse caer a su espalda. No podía permitirlo.

―¿Y tu madre? ¿Qué dirá ella?

―Lo mismo que los demás: que no soy más que una traidora y que merezco pagar por ello. Además, ¿cómo…? ¡¿Cómo puedes preguntarme cuando sabes lo que piensa, sin siquiera pedirle que sea ella misma quien te lo cuente?!

―Es fría, lo sé, pero, aún así, preferirá tener una oportunidad de verte, de saber que te encuentras bien.

―No… No pienso pasarme el resto de mi vida encerrada. No es justo.

―Justo o no, no puedes saltar. No abraces una salida tan cobarde.

―¡¿Cobarde?! ―Sacudido su cuerpo por la rabia, adelantó de nuevo el pie, hasta colocarlo junto al otro, lo que alimentó la esperanza de Úrder por salvarla―. ¡Cobardes son aquellos que miran hacia otro lado en lugar de ayudar a los que lo necesitan! ¡Cobardes los que hacen daño a otros por mandato de un superior sin siquiera plantearse si hacen bien o mal con ello! No te atrevas de hablarme de cobardes, ¡no tienes ese derecho!

―Y no lo tengo porque soy uno de esos cobardes, ¿cierto?

―Sabes la respuesta…

Entre ellos se hizo un breve silencio, tan solo el viento y un solitario ave se encargaban de mantener algún sonido a su alrededor. Fathy apretaba los dientes, rememorando en su cabeza el porqué de su huida, y Úrder adelantó un lento paso, movimiento ante el cual se tensó el cuerpo de la mujer cuando no quedarían sino cuatro o cinco metros entre ambos.

―¿De qué vale intentar echar un cable y morir poco después?

―Al menos, habrás salvado a alguien.

―¿Una vida por otra? Ni siquiera merece la pena por conciencia, pues una vez muerto no habrá nada de lo que lamentarse.

Fathy lo miró detenidamente un segundo, a los ojos, como si en realidad no hubiese yelmo que los ocultara.

―Úrder, antes no pensabas así. ¿Qué pudo haberte cambiado?

―Tan sólo reconocer que uno ha de pelear contra los demás por seguir adelante, que los débiles siempre se quedan atrás.

―Creo… que no es así, sino justo al revés. ―El tono de Fathy bajó mucho en volumen e intensidad, perdida su mirada un momento en algún lugar del suelo, cercano a las botas del soldado―. El fuerte no se rinde, elige su propio camino y aún menos utiliza a otras personas para allanar su camino. Dime, ¿qué sentirías al ver caer mi cuerpo hacia ahí abajo?

―No lo hagas…

―¿Qué sentirías? ―repitió a la par que el de enfrente daba un nuevo paso hacia ella.

―Lo lamentaría muchísimo.

―¿Y verme entre rejas no te haría sufrir?

―Desde luego, pero al menos seguirías viva.

―Ya te lo he dicho: mi alma morirá el mismo día en que me encierren.

Fathy ladeo su cuerpo, a fin de observar el suelo a lo lejos sin perder tampoco de vista al de la armadura. Este seguía buscando otras palabras que decirle; alguna debía haber para convencerla de que se quedara con él.

―Podría luchar, más tarde, por sacarte de los calabozos. ―Ahora sí, su voz sonaba insegura, nerviosa. Se había ganado un vistazo de reojo de Fathy, pero no era suficiente―. Quizá entonces se pueda hacer algo por liberarte, si aún permaneces con vida…

―Ya… ¿Y si esas acciones te ocasionaran problemas? ¿Y si el intentar convencer a quien corresponda de que se me rebaje la pena, o cualquier otra cosa que se te ocurriese, tiene consecuencias negativas en tu carrera militar? ―Úrder guardó silencio, segundos tras los cuales la mujer contestó sus propias preguntas―. Aprendiste que los demás no valen tanto como para arriesgarte a perder los favores ganados, o algo así me has dejado caer hace unos minutos.

―Fuiste mi esposa. No quiero ningún mal para ti.

―Cierto; lo fui. Hasta siempre, Úrder.

El soldado se quitó de un manotazo el casco antes de correr hacia ella y verla desaparecer puente abajo. Sin embargo, al llegar al borde y arrodillarse sobre él, no vio a Fathy por ningún sitio. Tampoco oyó el sonido seco del cuerpo golpeándose brutalmente contra las ruinas, lo que le desconcertó. Pensó por un momento que se hubiese deslizado por un cercano nivel inferior, pero no descubrió por donde habría sido capaz de hacerlo y decidió por último descender hasta donde debería haber caído desde el puente. Su minuciosa y larga búsqueda fue en balde, pues no encontró ni rastro de ella.

Tras muchos minutos, ya entre las opacas sombras de la noche, Úrder dirigió sus pasos hacia la salida oeste de lo que quedaba de Larson. Deambuló cabizbajo entra las callejuelas, sin acordarse siquiera de recoger el yelmo. Debía volver, largo era aún el camino hasta la fortaleza, donde debería realizar un informe en el que reconocería haber perdido a Fathy. No obstante, mientras abandonada el lugar, le dio la impresión de ser observado, llamándole la atención un potente aroma a jazmín en una estación en la que no debería olerlo.

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El adiós definitivo por Jorge A. Garrido
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Jorge A. Garrido

Gran apasionado de los videojuegos, sobre todo los de aventura y rol, amante de buenas películas épicas y fantásticas, lector de toda una saga como Dragonlance, en mis escritos encuentras cierto halo de misterio o el querer vivir una gran aventura alejada de la limitada realidad que nos rodea.

  7 comentarios en “El adiós definitivo por Jorge A. Garrido”

  1. Me leí tú relato hace tiempo, en cuanto fue publicado, y no tuve tiempo de comentarte. Aún recuerdo la escena, y han pasado unos meses, con lo que puedo decir que tiene fuerza. Como dice Sonia, te deja con ganas de más, quizá porque deja tantos interrogantes en el aire. Debo decir que por eso me ha sabido a poco 🙂

    • Bueno, la idea era, de hecho, sembrar multitud de interrogantes y, aún así, hacerlo atractivo. Quizá lograra más lo primero que lo segundo, pero no es el momento de contar más de ella, de él o de su desaparición tras dejarse caer al vacío. Todo a su tiempo 😉

  2. Pueeees….mis sensaciones son varias. No sé que hizo ella tan grave como para ser encerrada, pero descubro una Fathy deseosa de luchar contra las injusticias desde su posición supuestamente débil. Y es cierto, el fuerte no lo es por su envergadura porque la verdadera fortaleza nace del interior. Me gustaría que ella mostrara sentimientos de miedo ante su muerte, que no la hagas ser solo una heroína que muere por una causa justa que al final no servirá de nada.Peeeerooo….eso mismo me ha desvelado una continuación de la historia con su consiguiente venganza. Queremos saber más de Fathy y de su vida anterior.También de ùrder y cómo no consiguió impregnarse del carácter luchador de ella tras varios años juntos. Quiero saber más.

    • Para saber más, habrá que esperar a la novela con la que relaciono (y relacionaré) cada relato del Proyecto Golem. Estos que os dejo son «complementos» del texto principal, aunque tengo cuidado de no dejar nada que no deba a la vista. Así, aún queda bastante para conocer lo que Fathy hizo, lo que vivió junto a Úrder y por qué termina saltando y de esa manera 😉

  3. Gracias. Sé que esta vez, si se me concede el «reto superado», casi he escrito un relato libre, muy cogido con pinzas el tema «traidores», pero quería presentaros a Fathy. Ya, de paso, conocéis su opinión sobre el tema del reto xDDDD

    • Claro que es un reto superado. 🙂

      Nos tienes a todos en vilo esperando ver la traición y al final nos dejas con la miel en la boca, pero es innegable que su sombra planea por encima de nuestras cabezas durante todo el relato.

  4. Interesante e intenso relato… Me gusta el ritmo… Está muy bien.

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