Pablo Carnicero de la Cámara

Nacido en Madrid en 1978. Apasionado de la literatura desde la infancia gracias a El Señor de los Anillos, su carrera como escritor amateur comenzó tan pronto como finalizó de leer el último libro de la trilogía de Tolkien, fascinado por el mundo de fantasía que se abría ante sus ojos.

May 282014
 
 28 mayo, 2014  Publicado por a las 11:11 Tagged with: , , ,  1 Comentario »

Frontera septentrional del Imperio Bizantino.
Mayo de 1190 A.D.

De nuevo solo. Una constante en su existencia. Una rodilla falló y cayó de rodillas al suelo carmesí. Resbaló exhausto en un suelo demasiado resbaladizo a causa de la sangre allí derramada. La mirada se nubló pero apretó los dientes y logró incorporarse. El sonido metálico de la retirada del enemigo no le reconfortó. Sabía que volverían pronto, y entonces él sería el único en recibirles. El sol lucía orgulloso en el cielo iluminando el paso de las montañas con destellos ocres. La sangre manaba por el suelo como un funesto arroyo. Retrocedió lentamente y se apoyó en la pared de la montaña. Sentía el sabor ferroso de la sangre en los labios. Se despojó del yelmo tratando de buscar una nueva bocanada de aire. Sus pulmones se estremecieron lacerados. Era el final.
Relatos de fantasía - Guerrero en una colina
Hace muchos años, en los albores de sus recuerdos, había vivido una situación parecida. Fue largo tiempo atrás, en su adorada patria mucho kilómetros al norte. Cayó protegiendo su poblado y despertó en una fosa común, junto a los rostros deformados de sus amigos y vecinos. Pero habían pasado demasiados años para recordar con nitidez aquel horrible sufrimiento. Cerró los ojos y se frotó los párpados. ¿Cuántos años había servido en la Guardia Varega? Había contado varias vidas de humanos, siempre adoptando nuevas identidades cuando su eterna juventud comenzaba a levantar sospechas entre sus más allegados. Y siempre comenzaba de nuevo, solo, sin nadie a su lado. Como siempre, la soledad era su compañera. Y aquella tarde de nuevo encontraba su compañía. Abrió los ojos y contempló apenado la alfombra de cadáveres que sembraba el suelo de piedra. En aquel paso olvidado él escribía de nuevo las últimas líneas de una historia épica. Como los trescientos de Leónidas, ellos habían resistido durante días los embates de los enemigos bárbaros del norte. Pero sus fuerzas se habían extinguido.
Recordó a su antiguo amigo Harald. Habían recorrido Europa juntos, formando una pequeña guardia de mercenarios leal y feroz. Recordó los hermosos ojos de la emperatriz Alejandra cuando les reclutó para la Guardia Varega. Al frente de los ejércitos de Bizancio habían logrado grandes hazañas. Pero la fama, el poder y las riquezas nunca fueron suficientes para su amigo y hermano. Cayeron en desgracia cuando fueron descubiertos apoderándose de un botín que pertenecía al Emperador. Lograron escapar y Harald decidió volver a su patria y reclamar sus derechos al trono. Él, Lanson, prefirió continuar combatiendo para el emperador bajo otra identidad, lejos de la capital, en la frontera del norte. Así había logrado ascender hasta el puesto de Strategos, capitán de la guarnición. Pero sus tropas yacían inertes sobre las duras rocas de las montañas y él de nuevo se encontraba solo. Hoy debía comenzar de nuevo. Pasaron los minutos y recobró las fuerzas. Trató de recomponer su armadura destrozada, se colocó el yelmo y apretó con fuerza sus armas. Su mano diestra sostenía un gran hacha de doble filo, símbolo del poder de su pueblo. Su mano siniestra alzaba una hermosa espada manchada por la sangre de sus enemigos. Avanzó lentamente hacia la entrada del paso y se colocó desafiante. Escuchó los pasos metálicos de una nueva avanzadilla. Más de una docena de hombres, en filas de dos, ascendían por el paso. El nórdico respiró profundamente y lanzó un grito: grave, ronco, poderoso como el bramido de un cuerno de batalla. Sintió una furia irresistible que comenzaba a extenderse en su interior, un fuego colérico que insuflaba renovadas energías a sus miembros agotados. Y cuando su mirada se convirtió en un resplandor lacerante se arrojó hacia el interior del paso en pos de su destino. Los gritos del combate resonaron en las paredes de las montañas y estremeció sus cimientos. La hora había llegado.

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Dic 272013
 
 27 diciembre, 2013  Publicado por a las 11:11 Tagged with: , , , , ,  6 comentarios »

La magia es uno de los componentes principales de la Fantasía. Así como el contexto medieval parece casi obligatorio, introducir el elemento de la magia nos amplía el rango del mundo en el que nos desenvolvemos. En mi caso tengo dos referentes muy claros: Tolkien y R.E. Howard. El empleo de la magia en la Tierra Media se realizaba de manera muy sutil, casi imperceptible. Eran continuas las referencias a los sortilegios élficos, a las palabras cargadas de poder inscritas en runas, e incluso toda la acción de El Señor de los Anillos gira alrededor de un anillo mágico. Pero Tolkien fue capaz de darle un viso de normalidad, algo que no se sale de lo común pero que se ve de manera muy frecuente. Así, Gandalf evita constantemente el uso de sus poderes, y podemos observar la presencia de la magia circunscrita a entornos proclives para ello, como puede ser el bosque de Lorien, Rivendel y otros lugares. Me gusta el toque furtivo que le proporcionaba.
Torre hechizada
R.E. Howard utilizaba la presencia de la magia para algo más común: invocar demonios y seres de otros mundos, proteger torres vinculándoles estos seres y otras hechicerías, conjuros que provocan la pérdida de la razón, que seducen… es una magia más oscura, magia negra en la mayoría de los casos, utilizada por hechiceros y brujos en tenebrosos estudios plagados de grimorios y pergaminos escritos en lenguas olvidadas. Me encanta el halo de maldad que le reviste a la trama el uso de esta hechicería.
Ahora bien, si en la Europa Medieval queremos introducir magia, lo llevamos complicado. El uso de la magia y de las pociones mágicas era muy extendido, pero aquellas que surtían efecto eran perseguidas por la Iglesia y por los señores feudales. Emplear la magia era muy arriesgado, penado con la muerte en el peor de los casos. Pero se puede introducir magia en este contexto, sobre todo si aplicamos los dos casos descritos anteriormente: aísla esta magia del mundo mortal, dale un toque de normalidad que le proporcione la oportunidad de pasar desapercibido, añade los toques de hechicería negra que permitan invocar a demonios y lanzar sortilegios oscuros, y tendrás un efecto muy potente en tu historia. Se trata de evitar al típico mago que camina por la Europa Medieval lanzando bolas de fuego, volando a voluntad y moviendo objetos con la mente. Este mago seguramente acabaría en la hoguera muy pronto si no fuese capaz de ocultar sus poderes a los mortales. Tiene que ser un personaje potente y poderoso, pero que no precise realizar magia constantemente porque sería delatado y perseguido. Imaginad la situación de Bilbo si los enanos descubriesen que en verdad tenía un anillo mágico que le hacía desaparecer… se lo arrebatarían al momento y le defenestrarían. O situad a Gandalf en la corte de Castilla del siglo XIII: terminaría en la hoguera sin necesitar apenas que hiciese algún juego de luces. Todo esto le proporciona a la historia potencia y emoción, de manera que el personaje deba emplear los poderes mágicos disimulándolos ante los ojos de los mortales.
Si quieres emplear magia en tu historia de fantasía, no abuses de ella. Haz que sea como la sal en una comida: le proporciona sabor y sustento a la comida, pero si se te va la mano corres el riesgo de arruinar el plato. Dale un toque sutil, casi como de pasada, y empléala en el momento justo, sin grandes alardes pero con el efecto deseado. Disfruta de la magia, pero con moderación…

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Oct 282013
 
 28 octubre, 2013  Publicado por a las 11:11 Tagged with: , , ,  Sin comentarios »

Hablar de una posada medieval es, para muchos, una imagen idealizada de aquella deliciosa “Poney Pisador”, o aquel aún mas mítico “Dragon Verde”, desde los cuales muchos de los autores de fantasía medieval han partido en sus descripciones de tales lugares. O quizá los lectores más recientes tengan en mente la emblemática taberna regentada por Kvothe en “El Nombre del Viento”. Tanto la taberna medieval que tenemos todos idealizada, como la taberna medieval histórica, se llevan muy poca diferencia.

Posada Medieval
Yo me quiero imaginar una tenebrosa taberna instalada en el barrio latino en Constantinopla, junto al Puerto de Sofía, donde extranjeros de todo el mundo que arriban a Nueva Roma coinciden en un tugurio para beber unas jarras de vino aguado, jugarse sus jornales a los dados y cantar canciones de marinero. Y aquel lugar existió, en realidad, y existió el extranjero que todos nos imaginamos que entra en este lugar, solicita una jarra de vino y un plato de estofado, y toma asiento en el lugar más retirado del salón. Y las miradas furtivas de los parroquianos, cargadas de desconfianza, calibrando la posibilidad de aligerarle de peso en el momento en el que éste abandone el lugar completamente saciado. ¿Nos imaginamos una taberna cualquiera en el Siglo de Oro? Repleta de rufianes, prostitutas, ladrones de bolsas, oportunistas, soldados, mercenarios y hombres de todas las clases. En realidad, tanto una taberna de El Siglo de Oro en Sevilla (puerto fluvial más importante donde arribaban las naves desde el Nuevo Mundo), como nuestra taberna de Constantinopla, como El Poney Pisador o cualquier otra que nos venga a la mente, mantendrán multitud de elementos comunes. Quizá sea el elemento más común en la literatura fantástica e incluso histórica, con algunos matices por supuesto, pero básicamente iguales: un punto de encuentro de viajeros, comida y bebida de regular calidad en la mayoría de las ocasiones, mesas y asientos de madera desperdigados en la sala común, otro salón anexo donde los viajeros menos adinerados pueden comprar un tramo de suelo techado y caldeado por una enorme chimenea, aventuras, traiciones, un tabernero dispuesto a servir al viajero diligentemente… y por supuesto el punto perfecto de partida desde donde iniciar una aventura perfecta, ya sea dentro de una novela de “fantasía” como de una novela “histórica”. Siempre serán el lugar idóneo desde donde puede partir nuestra imaginación… y donde tomar una jarra de cerveza y cantar junto a los amigos después de una inolvidable misión.

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Ago 022013
 

Posiblemente la mente del lector busque las referencias clásicas cuando nos referimos a un mundo fantástico. Es muy evidente que tanto Tolkien, como R. E. Howard y otros autores asentaron las bases de lo que en estos momentos conocemos como literatura fantástica. La creación de nuevos mundos, poblados de seres extraordinarios extraídos de la imaginación, más o menos fértil, forma parte de la base de toda historia basada en la fantasía. Pero, desde mi punto de vista, utilizar este argumento se me antoja ya muy manido, puesto que creo que se ha sobreexplotado demasiado.

Existen tantos mundos de fantasía como autores del género, pero prácticamente casi todos comparten multitud de elementos comunes entre sí: orcos, trasgos, magos, elfos, dragones, enanos, huargos, lobos, grandes águilas… Si enumeramos las criaturas que poblaron la Tierra Media, Hiperbórea o Narnya (sólo por citar unos cuantos), encontraremos un largo popurrí de ellos en casi todos los “nuevos mundos” de fantasía. Quizá sea mucho más atractivo para el lector crear un mundo fantástico lo más realista posible… y aún así se me antoja una labor demasiado complicada, he de reconocer. Si buscamos los estereotipos de la fantasía más comunes para buscar la complicidad del lector… ¿Por qué buscar lejos de nuestro mundo?

Un mundo de fantasía muy real, por Dawn Endico

Un mundo de fantasía muy real, por Dawn Endico


Para mí es mucho más sencillo nadar en las fuentes históricas y utilizar el mundo actual para crear mi propio mundo de fantasía. Reconozco que soy un apasionado de la historia, y se me hace sencillo buscar y rastrear en los libros toda la documentación que sea necesaria para ambientar mis historias dentro de un contexto histórico.

¿Para qué inventarme unas Montañas Nubladas, si tenemos a nuestro alcance los Alpes, los Pirineos, los Cárpatos y tantas cadenas montañosas que no le van a la zaga? Tratamos de crear una poderosa ciudad medieval, al estilo de Minas Thirith, cuando tenemos a nuestro alcance la maravilla sin igual de Constantinopla, o las ciudades medievales como París, Roma, Praga, Toledo, Sevilla, etc. Si nuestros personajes deben atravesar un Gran Río, ahí tenemos al Rhin, al Elba, el Tajo y otros tantos ríos exuberantes. Queremos crear un bárbaro venido desde las regiones de Cimmeria, cubiertas por el manto eterno de la nieve… y tenemos a nuestro alcance todos los países nórdicos, cuna de los temibles vikingos y otros clanes de guerreros.

Los orcos, trasgos, huargos y demás pueden ser demonios surgidos desde algún oscuro infierno, invocado por su señor oscuro… y a lo largo de toda la Europa Medieval las torres solitarias pueden ser extraordinarios cubiles de seres demoníacos al más puro estilo de R. E. Howard. Queremos que nuestros personajes visiten mundos orientales exóticos, y ahí tenemos el mundo musulmán de Al-Andalus, las ciudades deslumbrantes de Bagdag, Marrakesh, El Cairo… Si deseamos que nuestros personajes exploren las tumbas olvidadas de una civilización extinguida… ahí tenemos los túmulos celtas, prerromanos, visigodos, los túmulos del Antiguo Egipto, las tierras de Mesopotamia y sus antiquísimos imperios nacidos en los albores de la historia. ¿Queremos un mago en nuestra aventura? Desde el clásico druida, o el monje misterioso versado en terribles rituales oscuros, o el alquimista siniestro del Bazar de Damasco, o quizá el sabio Rabino que habita en las callejuelas del barrio judío de Praga. ¿Queremos huargos? Se podría decir que prácticamente toda Europa fue territorio plagado de lobos de todos los tamaños y clases. Los bosques que se extendían en todos los rincones de los reinos cristianos podrían rivalizar con El Bosque Negro de la Tierra Media… y la considerable extensión sin explorar de muchos de estos territorios podrían acoger cualquier reino olvidado.

Creo que si se acude a las fuentes históricas, conjugar fantasía con historia te permite crear un mundo extraordinario, palpable por el lector pero plagado de numerosas sorpresas. Por mi parte, El Mundo de las Sombras, donde cohabitan los vampiros, inmortales, hombres lobo, magos, demonios y otras criaturas con los humanos durante la Europa Medieval, interactuando en el mundo histórico y estableciendo esa base histórica como contexto principal de nuestro mundo, es fascinante y un reto precioso. Quizá sea muy necesario un buen trabajo de documentación histórica, lo reconozco, pero los resultados del mundo de fantasía que puedes crear los tienes ahí, al alcance de tu mano. Por supuesto que existen muchos mundos de fantasía que han obtenido excelente resultado, pero siempre se parecerán al mundo creado por otro autor anteriormente. Y, si tienes que inspirarte en algún mundo ya creado… ¿por qué no hacerlo con nuestro propio mundo?

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