12- Almas Blancas.
Poco a poco voy recobrando el sentido. Estoy como cuando salí del hospital, con todo el cuerpo adolorido. Noto algo que impide que me mueva y al abrir los ojos descubro que estoy atado. Forcejeo para intentar soltarme, pero las cuerdas están bien atadas. Miro a mi alrededor. Me encuentro en una sala ovalada, con las paredes de cristal, en un lugar que parece estar en las alturas. Estoy rodeado de una extraña maquinaria que me es familiar, por lo que deduzco que estoy en la sala de control de Babel. Yo estoy justo en el centro, atado a una columna de cristal de color violáceo que emite una tenue pero incesante luz mortecina. No hay ni rastro de Baliel.
A los pocos segundos se abre una puerta del suelo y aparece. Tiene muy mal aspecto. Su piel está más oscura incluso el color dorado de sus rizos se ha vuelto algo más verdoso, sus ojos están bordeados por unas profundas ojeras y tiene los labios secos y agrietados.
─Bueno, supongo que esto termina aquí, Nael ─tiene la voz ronca y al mirarme puedo ver como sus ojos azules se han vuelto rojos como la sangre.
─Bal… eres… eres un renegado.
─Y tú muy observador ─termina de salir por la trampilla. Trae consigo un cesto cargado de cristales eternos, que son como la columna a la que estoy atado, pero de tamaño mucho menor.
Se acerca al cuadro de mandos y empieza a apretar botones a diestro y siniestro.
─Pero… ¿Por qué? ¿Por qué haces esto, Bal?
Me está dando la espalda y se gira para mirarme.
─¿No es obvio? Si tú mismo estabas hasta las plumas de todo este lugar, Nael. Tú mismo decías que nuestra existencia debía de servir para algo más que para vigilar humanos, luchar contra los demonios y mantener el orden en este sitio…
─¿Y aliandote con los demonios crees que va a cambiar? ¿Es que no sabes que no puedes confiar en ellos?
─¿En quién puedes confiar? ¿Puedes decírmelo tú? ─Baliel abre una portezuela y vacía dentro el contenido del canasto. La cierra y sigue apretando botones─ Pero tranquilo, Nael, todo está preparado para que en cuanto salga el sol en Paraíso sea el día en el que todo cambie.
No sé que pretende, pero algo me dice que tengo que conseguir tiempo. Seguro que Ariel ha ido a avisar a los Serafines y en breve tendremos aquí un destacamento para pararle los pies a este chiflado.
─¿A qué te refieres? ¿Qué es lo que pretendes hacer?
Baliel se da la vuelta y se lleva las manos a la espalda para estirarse. Sus huesos crujen de una forma muy desagradable. Extiende las alas y veo que muchas de sus plumas se están cayendo.
─Claro, el desmemoriado… No sabe para que sirve el lugar donde estamos…
─¡Claro que lo sé! ¡Tú mismo me lo contaste! Quieren crear más almas blancas en la Tierra.
─Afirmativo. ¿Y para que sirven las almas blancas?
Prefiero que sea él el que me lo cuente. Así al menos podre ralentizarlo.
─Para crear a los guerreros definitivos, Nael… Aquellos ángeles que tendrán la fuerza para acabar con mil demonios.
Lo miro sin entender que hay de malo en ello.
─¿Es que no lo entiendes?¿No sabes acaso lo que significaría eso en la Tierra? ¡Por el amor de quien quieras! ¿Tan ciego estás? ─con un gesto de dolor abre los brazos en cruz y sus alas terminan de desplumarse. Una membrana extraña está creciendo entre sus huesos─ Solo tienes que mirar el mundo en el que vivimos. Todo blanco, sin emociones, siempre siguiendo el mismo patrón de conducta, todo bien organizado… Se acabaría el libre albedrío que goza la humanidad y empezarían a acatar el único patrón de conducta posible: el que marquen desde aquí.
Sus palabras tienen cierto sentido, pero no puedo dejar que me convenza.
─¿Y eso te ha llevado a traicionarme? ¡Eramos amigos! ─intento jugar la carta del chantaje emocional.
Baliel se ríe a carcajadas y veo que aparecen unos colmillos entre sus dientes.
─¡Si ni te acuerdas de mi!
─Pero eso es algo transitorio, algo que tu mismo me has causado no sé por qué motivo.
─¿Yo? No me hagas reír.
─Fuiste tú el que me atacaste la otra vez. No sé qué descubriría aquí, pero seguro que borraste mi recuerdo para evitar que se lo contase al cuerpo de Serafines.
Y entonces escucho un golpe sordo en el techo del centro de mandos. Tanto Baliel ─cada vez más parecido a un demonio─ como yo, miramos hacia arriba, de donde se abre una nueva trampilla y descienden Ariel y Raziel.
El Serafín abre sus alas de par en par cuando ve la presencia del demonio y saca inmediatamente su espada, apuntando con ella a Baliel.
─¡Demonio!
Ariel viene corriendo a desatarme, pero al tocar las cuerdas se quema las manos.
─¿Qué es esto?
Raziel se da la vuelta y ahora nos mira a nosotros y se pone a reír como un poseso. Su piel empieza a oscurecerse y sus alas se oscurecen. Ahora nos apunta a nosotros y tanto Ariel como yo lo miramos totalmente sorprendidos.
¡Un renegado en el cuerpo de Serafines!
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