Ene 172014
 
 17 enero, 2014  Publicado por a las 11:11 Tagged with: ,  3 comentarios »

A largo de mi vida he leído muchos libros de fantasía épica en los que la magia era una parte esencial de su estructura, pero jamás me había dado cuenta, hasta el día que conversando con una amiga mía (Jara), me dijo que una de las características clásicas, y que se repetía siempre en los libros de fantasía, es que la magia estaba “desapareciendo del mundo”. Del mundo en el que te zambullías cuando cogías una de estas novelas. Jamás me había dado cuenta o me había parado a pensar en ello. Algo obvio para muchos, pero en lo que no caes.
Los sucesos mágicos tan sólo ocurren en raras ocasiones en estos mundos, y a menudo se mezclan o confunden con los fenómenos naturales. Una de las principales razones para el uso sutil y secreto de la magia, y los sortilegios, es la presencia de otros entes que por lo general son tan poderosos que intentan aglutinar todo el poder que pueden, mientras que otros se tienen que conformar con dominar una pequeña parte de la magia para no exponerse a la ira de este ser. Otras razones pueden ser por las supercherías de pueblos, o gentes, que ven la magia como algo demoniaco y a lo que hay que temer, tan sólo por la ignorancia o el temor a lo desconocido. Incluso a algunos les preocupa alterar el orden de las cosas, y con ello, intervenir en el devenir del mundo. En cualquier caso, la magia siempre aparece de manera sutil, pero con un gran impacto dentro de las historias de fantasía.
La magia para mí, siempre había sido un ente que sólo dominaban los grandes magos. Algo que se controlaba de una manera incomprensible tanto en lo terrenal, como en lo espiritual o lo intelectual, pero sin llegar a acotarlo o medirlo.
Para algunos autores, por ejemplo, la magia la divide en dos artes, la esencia y la canalización, en el que cada una se refiere a una fuente de poder distinta que se necesita para realizar un sortilegio.
Proyecto Golem: Magia
La esencia utiliza el poder que reside en todo y en todos, tiene su origen en la fuerza que creó el mundo y el orden de las cosas. El que domine este arte contacta con ese poder, lo moldea y lo dirige a sus sortilegios. La mayor parte se refiere a las fuerzas elementales, el fuego, el agua, el viento… Cuanto más material inerte lleve la persona que esté realizando el sortilegio más difícil le resultará manipular la esencia. Esto da como resultado hechiceros muy poderosos pero físicamente débiles, que procuran no utilizar demasiado la magia para no agotarse.
En la canalización, se utiliza el poder de los dioses canalizado a través de la persona que realiza el sortilegio. El poder se obtiene directamente de uno o más dioses, aunque ello no requiera “normalmente” la cooperación consciente del dios en cuestión. De esta manera, los sortilegios de este dominio no reflejan necesariamente la naturaleza del dios, siempre y cuando los sortilegios sean relativamente sutiles. Cuando el poder necesario para llevar a cabo la magia necesita de un poder superior, normalmente se necesita el consentimiento del dios mediante una oración o una plegaria, en la que el mago tiene que tener una fe fuerte y un alma pura para poder ejecutar el sortilegio. Normalmente son grandes sacerdotes que dedican toda su vida a la veneración de la deidad de la que toman ese poder.
Para otros autores la magia se centra en magos, que se organizan en casas. Suelen ser seres con dotes extraordinarias que han sido instruidos desde la infancia en artes mágicas, y que pasan la mayor parte de su vida encerrados y aprendiendo incansablemente para poder ampliar sus conocimientos. Son los magos por definición y suelen estar regulados o controlados por una orden que se encarga de regular las actividades mágicas. Suelen evitar el contacto con la sociedad mundana y tienen unos prefectos férreos que siguen a rajatabla.
Las casas o linajes mágicos dominan una parte de la magia, que se compone de varios artes o dominios mágicos divididos en dos grupos: La técnica y la forma. Las técnicas se refieren a la acción que se lleva a cabo con el hechizo:

  • Creo es la técnica que permite al mago crear desde la nada o intensificar las cualidades positivas de algo para hacerlo más perfecto. Esto incluye la curación, ya que los cuerpos sanos son más perfectos que los enfermos o heridos.
  • Intellego permite al mago percibir y comprender.
  • Muto permite al mago transformar las características básicas de algo, atribuyéndole en ocasiones capacidades que no le son propias.
  • Perdo permite al mago destruir, deteriorar o envejecer algo, haciéndolo más imperfecto.
  • Rego permite al mago controlar o manipular algo sin afectar a sus características básicas.

Las formas se refieren a la materia sobre la que recae la acción:

  • Animal se emplea para los animales.
  • Auram se usa para todo lo que tenga que ver con el aire, incluyendo el relámpago.
  • Aquam se emplea tanto para el agua como para cualquier otro líquido.
  • Corpus (o Corporem) se emplea para el cuerpo humano.
  • Herbam se usa para las plantas y los hongos, así como para sus derivados: algodón, madera, harina, etc.
  • Ignem se utiliza para el fuego y sus efectos básicos como la luz y el calor.
  • Imaginem se refiere a las imágenes, sonidos y otros sentidos.
  • Mentem tiene que ver con la inteligencia y la mente, ya se trate de humanos o fantasmas.
  • Terram se emplea para la tierra y los minerales, o cualquier otro sólido no viviente.
  • Vim está relacionado con la magia pura. Muchos hechizos para controlar demonios y otros seres sobrenaturales también pertenecen a esta forma, ya que estos seres suelen tener una dimensión mágica.

Todo esto no son más formas de entender la magia cuando se pretende leer un libro de fantasía. La magia siempre suele ser un ente difuso y a veces incomprensible, que si se le intenta dar un valor y una explicación, puede abrir la imaginación y comprenderla, al fin, dentro de los libros de fantasía.

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Dic 272013
 
 27 diciembre, 2013  Publicado por a las 11:11 Tagged with: , , , ,  6 comentarios »

La magia es uno de los componentes principales de la Fantasía. Así como el contexto medieval parece casi obligatorio, introducir el elemento de la magia nos amplía el rango del mundo en el que nos desenvolvemos. En mi caso tengo dos referentes muy claros: Tolkien y R.E. Howard. El empleo de la magia en la Tierra Media se realizaba de manera muy sutil, casi imperceptible. Eran continuas las referencias a los sortilegios élficos, a las palabras cargadas de poder inscritas en runas, e incluso toda la acción de El Señor de los Anillos gira alrededor de un anillo mágico. Pero Tolkien fue capaz de darle un viso de normalidad, algo que no se sale de lo común pero que se ve de manera muy frecuente. Así, Gandalf evita constantemente el uso de sus poderes, y podemos observar la presencia de la magia circunscrita a entornos proclives para ello, como puede ser el bosque de Lorien, Rivendel y otros lugares. Me gusta el toque furtivo que le proporcionaba.
Torre hechizada
R.E. Howard utilizaba la presencia de la magia para algo más común: invocar demonios y seres de otros mundos, proteger torres vinculándoles estos seres y otras hechicerías, conjuros que provocan la pérdida de la razón, que seducen… es una magia más oscura, magia negra en la mayoría de los casos, utilizada por hechiceros y brujos en tenebrosos estudios plagados de grimorios y pergaminos escritos en lenguas olvidadas. Me encanta el halo de maldad que le reviste a la trama el uso de esta hechicería.
Ahora bien, si en la Europa Medieval queremos introducir magia, lo llevamos complicado. El uso de la magia y de las pociones mágicas era muy extendido, pero aquellas que surtían efecto eran perseguidas por la Iglesia y por los señores feudales. Emplear la magia era muy arriesgado, penado con la muerte en el peor de los casos. Pero se puede introducir magia en este contexto, sobre todo si aplicamos los dos casos descritos anteriormente: aísla esta magia del mundo mortal, dale un toque de normalidad que le proporcione la oportunidad de pasar desapercibido, añade los toques de hechicería negra que permitan invocar a demonios y lanzar sortilegios oscuros, y tendrás un efecto muy potente en tu historia. Se trata de evitar al típico mago que camina por la Europa Medieval lanzando bolas de fuego, volando a voluntad y moviendo objetos con la mente. Este mago seguramente acabaría en la hoguera muy pronto si no fuese capaz de ocultar sus poderes a los mortales. Tiene que ser un personaje potente y poderoso, pero que no precise realizar magia constantemente porque sería delatado y perseguido. Imaginad la situación de Bilbo si los enanos descubriesen que en verdad tenía un anillo mágico que le hacía desaparecer… se lo arrebatarían al momento y le defenestrarían. O situad a Gandalf en la corte de Castilla del siglo XIII: terminaría en la hoguera sin necesitar apenas que hiciese algún juego de luces. Todo esto le proporciona a la historia potencia y emoción, de manera que el personaje deba emplear los poderes mágicos disimulándolos ante los ojos de los mortales.
Si quieres emplear magia en tu historia de fantasía, no abuses de ella. Haz que sea como la sal en una comida: le proporciona sabor y sustento a la comida, pero si se te va la mano corres el riesgo de arruinar el plato. Dale un toque sutil, casi como de pasada, y empléala en el momento justo, sin grandes alardes pero con el efecto deseado. Disfruta de la magia, pero con moderación…

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Nov 222013
 

—¡No, no y no! —gritó el viejo Alfus, un reconocido hechicero de larga túnica blanca y sin pelo alguno en la cabeza.
—¿Cómo que no! —se exasperaba a su vez su aprendiz, una chica de larga melena morena que apenas le llegaba a la barbilla, y eso que él no era demasiado alto—. ¡He hecho todo tal y como me lo has dicho!
—¡De eso nada! No puedes mover la mano izquierda a la altura de la cabeza cuando el movimiento principal del hechizo lo lleva la derecha.
La joven entrecerró los ojos, apretó los labios y meneó velozmente la cabeza a ambos lados, agolpándose las palabras en su garganta antes de ser capaz de ordenarlas en su cabeza.
—¿Qué más dará cómo mueva la mano izquierda mientras funcione el hechizo!

Old Barns de Preston Dickinson

Old Barns de Preston Dickinson

—¡Oh! ¡Es que es muy importante! No sólo vale hacerlo funcionar. Para dejar aún más impresionados a tus espectadores has de marcar perfectamente cada movimiento.
—Alfus, llevo ya dos años a tu lado, y doy gracias a ello, ya que me ha permitido aprender muchísimas cosas de la magia, pero he de reconocer que hay cosas que nunca entenderé de ti.
—Rielda, no tienes que entender nada de lo que hago o digo más allá de lo estrictamente necesario para llegar a ser una hechicera de primera. Lo mío es magia, no trucos, así que si prefieres aprender simplemente a mover un objeto unos metros o hacer desaparecer un ovillo de lana sobre tu mano, entonces sería mejor que te marcharas.
—Por supuesto que quiero aprender de tu magia. Es sólo que no veo la necesidad de hacer ciertas posturitas para realizar según qué conjuros.
—¿Ah, no! Mira a todos esos que nos rodean. —La muchacha, de veinte años de edad, echó un vistazo alrededor y, en efecto, vio que había una gran multitud observándoles. Allí debían haber unas sesenta personas, la mayoría de los habitantes de la pequeña aldea de Grátal, donde Alfus enseñaba su magia a distintos discípulos, uno cada vez, desde hacía casi dos décadas. No solían pasar demasiado tiempo bajo las órdenes del viejo, y no lo hacían por llegar a desesperarse con las manías del hechicero, reputado entre los suyos, aunque como instructor demostraba ser realmente pésimo. Rielda, para mejor ejemplo, había superado el anterior record de permanencia por tan sólo un mes—. Ellos son los que hablarán de tus proezas y gestas, antes de que otros muchos exageren hasta cotas insospechadas tus verdaderos actos, por lo que es sumamente importante cómo realices tus intervenciones.
—¿Y cambia mucho de subir más o menos mi mano izquierda? —se burló ella.
—¡Por supuesto! —afirmó completamente convencido de sus palabras—. Si logras un movimiento perfecto, todos te alabarán, y lo que digan de ti otros tantos que oyeron de tus logros por terceras personas será que no existe mejor hechicero que tú en el mundo. Por contra, si tus poses no son las correctas, llegarán a describirte como ridícula o estrafalaria durante tus formulaciones, aunque en principio sólo haya sido una mano un poco más alta de donde debiera.
—¿Me lo estás diciendo en serio?
—Desde luego.
—¡Alfus, no me hagas reír! Entonces, por tu explicación, ¿debo entender que te merece más la pena acabar con un buen porte que lograr con tus hechizos aquello que te propusieras?
—Niña malcriada… ¡Cómo te atreves a insinuar tal cosa!
—¡Son tus palabras, viejo del demonio! ¿O no me acabas de decir que es sumamente importante la forma en la que hablen de ti!
—Claro que sí, aunque has de buscar el equilibrio. Haz que tus conjuros salgan como deseas, pero asegúrate de dejar a todos con la boca abierta por la forma en la que los realizas.
—De verdad, no me extraña que todos tus pupilos se marchasen cabreados contigo.
—¿Cómo! ¿Dónde has escuchado eso!
—¡En cualquier lado por el que anduviese! Ya me previnieron de ti, pero había una vacante libre y cualquiera desearía aprender de uno de los mejores hechiceros, que no todos están dispuestos a hacer de maestros. Sin embargo, es sencillo de entender que se marcharan de tu lado a todo correr.
El rostro del anciano se encendió hasta dar la impresión de que pudiera estallar en cualquier momento, a causa de la presión de tal cantidad de sangre acumulada. Incluso alguno de los asistentes creyó ver desaparecer algunas de las cientos de arrugas de su cara.
—Está bien —dijo haciendo un grandísimo esfuerzo por no gritar y mantener un tono de voz pausado y tranquilo—, vamos a preguntarles a ellos.
—¿Cómo a ellos? —se sorprendió Rielda, que abrió los ojos todo cuanto pudo a la par que observaba a su maestro dándole la espalda para dirigirse a los aldeanos.
—Decidme, buenos hombres y mujeres de Grátal. ¿Os impresiona un hechicero cuando realiza su magia permaneciendo con el cuerpo completamente lacio —tal y como había descrito, y sin mover casi ningún músculo, levantó tan sólo una mano y apuntó a un cercano árbol, hacia el cual dirigió una potente ráfaga de aire que lo sacudió hasta hacerle caer decenas de hojas—, o resulta más espectacular cuando acompaña su hechizo con un buen movimiento? —Repitiendo el hechizo, echó un primer pie atrás para impulsarse a continuación al frente con un veloz giro sobre sí mismo. Al quedar de nuevo encarado al árbol, adelantó el pie que antes retrasara, clavándolo en el suelo con la puntera y deteniendo así su cuerpo, a la vez que lanzaba hacia delante el mismo brazo con el que creaba la corriente de aire hacia el tronco ya golpeado. Alfus tampoco era tonto, y en esta segunda ocasión imprimió una mayor fuerza a su conjuro, de forma que cayeron casi el triple de hojas.
Los asombrados aldeanos aplaudieron y vitorearon el segundo hechizo, lo que hizo aparecer una amplia sonrisa en la cara de Alfus.
—¿Lo ves, Rielda? —se dirigió el anciano esta vez a su discípula, que reprimió una muy sincera opinión por no seguir discutiendo.
Entonces, a espaldas de los dos hechiceros, se oyó a un hombre llamándoles desde la segunda ventana de un alto granero de madera.
—¡Eh! ¡Puedo dar yo mi opinión! —De pronto fue el centro de todas las miradas, continuando cuando los dos que le interesaba cabecearon al mismo tiempo, asintiendo y dándole con ello la palabra—. Buen efecto el suyo, señor Alfus, cuando dio ese giro sobre su pierna derecha. Pero, sinceramente y a modo personal, no vayan a malinterpretarme… ¿Podrían de una maldita vez dejar sus clases para más adelante y apagar cuanto antes el fuego de mi granero!
Las llamas llegaban mucho más arriba que cuando Rielda y Alfus fueron avisados, incluso ya parecían verse por la ventana tras el granjero. Debían reconocer, aunque no lo harían, que se habían olvidado por completo de él durante los últimos minutos.
Rielda miró a su mentor, el cual se cruzó de brazos y la instó, levantando las cejas y bajando la barbilla, a que fuera ella quien lo sofocara.
La muchacha no se lo pensó dos veces, segura como estaba de sí misma, y echó tras un hombro la brillante y bien cuidada melena. No obstante, ya preparada para realizar un complicado conjuro, escuchó claramente cómo Alfus carraspeaba a unos metros de ella. Rielda soltó un profundo suspiro, consciente de que o lo hacía a la manera del viejo o no la dejaría en paz en lo que restaba del día.
Así, la aprendiz de hechicera echó una pierna atrás y flexionó bastante las rodillas, tanto que casi perdió el equilibrio. Después, dibujó un par de círculos en el aire con sus manos por delante del pecho, adelantándolas en dirección al cercano y caudaloso río para desplazar parte de sus aguas y lanzarlas por lo alto del granero. Sin embargo, mirando al de la blanca túnica de reojo, le vio poner una nueva mueca de disgusto, lo que le indicó que no había sido suficiente. Por ello, justo antes de dejar caer el agua, estiró su cuerpo, volviéndolo a bajar de pronto y toda velocidad hasta la anterior posición de rodillas flexionadas a la par que lanzaba un feroz grito, que fue altamente recompensado con las exclamaciones de asombro de los presentes.
El fuego quedó extinto al primer intento y el lugar se llenó entonces de aplausos y voces de aliento hacia la chiquilla.
—¡Bravo! —susurró Alfus a su oído, que se había acercado a ella sin hacer el menor ruido—. Ahora tu nombre sonará con fuerza de aquí a los límites del reino, quizá incluso más allá. Dirán que una gran hechicera, haciendo uso de un tremendo poder, fue capaz de secar por completo un río para lograr apaciguar las llamas que consumían todo el pueblo, demostrando de esta manera que atesora una espectacular magia reflejada en cada uno de sus magníficos movimientos.
Alfus se unió una vez más a los aldeanos, con aplausos y silbidos dirigidos únicamente a Rielda, aunque ésta no hacía sino darle vueltas en la cabeza a cuánto más aguantaría a su lado antes de abandonarle como los anteriores aprendices hicieron.

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