Dic 112013
 
 11 diciembre, 2013  Publicado por a las 11:11 Tagged with: , ,  7 comentarios »

Dos ancianos caminan con gesto cansado apoyándose en sus cayados. Sus sombras se alargan gigantescas por el llano, orladas de luz carmesí que poco a poco se apaga y las va diluyendo. Un soplo de viento frío los estremece, agita las túnicas y logra arrebatar uno de los sombreros picudos, arrastrándolo muy por encima de sus cabezas. Su dueño levanta una mano, una palabra se le escapa de los labios, y el sombrero acude a posarse sobre la nívea cabeza.
-¿»Abracadabra»? -dice el otro sorprendido y una risa, que parece una tos seguida, borbotea desde sus barbas.
-Ya sabes. La costumbre. Con ellos hay que mantener las apariencias, y al final se te pega como un vicio.
-¡Ji, ji, ji! Sí, a mí también me pasa, pero tú eres más original. Abracadabra… ¿lo cogiste del hebreo?
-No, es que es la más fácil de leer en los labios. Ya no oigo tan bien como antes.Peregrinos con sombrero
-Me pregunto cómo pueden ser tan ingenuos. Realmente llegan a creer que una palabra basta para liberar todo el poder.
-No es ingenuidad. Para ellos es empírico: la pronuncian y funciona. ¿Por qué iban a imaginarse que somos nosotros todo el rato?
El crepúsculo muere y las sombras borran el día en silencio. Un fuego prende en un montón improvisado con hojarasca, un libro viejo y ramas resecas. Una luz fatua brilla en la redoma que uno de los ancianos tiende a su compañero.
-¿Sus últimos pensamientos?
El otro asiente. La redoma se destapa y un vapor luminiscente envuelve al anciano que cierra los ojos y escucha.

¿Se me ha olvidado respirar? Casi. Es por ti, aborto de serpiente. ¿Por qué hemos de callar y agachar la cabeza? ¿Porque eres el hijo del duque? No. Son los soldados que te escoltan. Esos cuchillos andantes que satisfacen todos tus deseos como si los tuvieras hechizados. Pero ya no eres el único mago aquí.
“La magia no debe usarse para dañar”, recuerdo. Y aprieto los dientes.
No puedo evitar envararme con el sonido de tus espuelas, las mismas que clavaste en los muslos de mi hermana cuando la obligaste a hacer de montura con once años. Aún recuerdo sus regueros rojos, mis puños crispados, tu mirada retadora, sus gritos, tu risa, y los mismos cuchillos andantes. Entonces no pude mover un dedo. Sabía bien lo que me esperaba si cedía a mi ira, a tu provocación… si superaba mi cobardía y compraba con mi vida la oportunidad de herirte. Otros pagaron ese precio, y ni siquiera lograron tocarte. Y ahora vuelves crecido, satisfecho de las miradas que entierras con tu presencia, como si fueras un hechicero de la voluntad. Si tú supieras… pero no puedo.
“La magia corrompe, has de usarla como lo haría un druida blanco, pensando siempre en los demás”.
Si supieras la cantidad de planes y lo que siempre estuve dispuesto a sacrificar por descargar algo de este odio… aunque claro, lo debes imaginar. De hecho es justo lo que te hace disfrutar.
Abro mis puños y miro mi palma. Algunas gotas de sangre donde antes estaban mis uñas. Ni siquiera me he dado cuenta. Te acercas, ojalá me ataques, entonces sí que podría…
“La magia no debe servir a tus deseos, ni para conquistar damas, ni para conseguir dinero, ni para venganzas, aunque sí para protegerte”.
Me miras, te encaro, te desafío con todo el odio en mis ojos. Te sorprendes. Detienes el paso. Miras a mi alrededor. Venga, acércate, no es ninguna trampa. Dudas. Pongo mis manos en jarras, desafiante, hasta te sonrío. No puedo hacer más. Mi maestro diría que te provoqué y tengo miedo de perder mi poder para siempre. Pero lo deseo tanto…
Te atusas el bigote. Vuelves a escrutar a mi alrededor. Me miras fijamente, esperando algo, y luego… luego te vas.
¡Te vas!
¡¡TE VAS!!
Mi boca se abre, “abracadabra” pronuncio, siento el poder, como un viento cálido alrededor de mi cuerpo. Elevo mi mano en tu dirección, y…
…y no pasa nada. Me quedo petrificado, mientras un aire gélido me envuelve. Caigo temblando, y no puedo evitar las lágrimas. Quiero gritar, pero ya no me atrevo. Sé que jamás volveré a sentir la magia, ni a ver a mi maestro…

-Duele, ¿sabes? Uno les coge cariño. Quizás me pasé con la prueba. ¿Qué tiene de inmoral buscar justicia?
-La hiciste bien. No buscaba justicia, sino venganza.
-Es que…
-Tú mismo lo dijiste. No podemos arriesgarnos a enseñar a otra Morgana, ¿verdad?
-Sí, pero cada vez somos menos. Temo que nuestro arte se pierda para siempre.
-Si ya no quedan personas puras, es que la Humanidad no lo merece.
-¿Alguna vez te has preguntado qué quedará de nosotros y de la magia?
-No lo sé. Leyendas, supongo.

-Es triste saber que nadie recordará nuestros logros, nuestros descubrimientos,…
-Ya, pero seguro que en esas leyendas se cuela una palabra.
-¿Cuál?
-Abracadabra.
Y las risas de los dos ancianos llenaron la noche.

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Dic 062013
 
 6 diciembre, 2013  Publicado por a las 11:11 El Torneo del Rey Tagged with:  Sin comentarios »

Torneo del Rey: El Despertar de Antaros
Aventurero, héroe o simple mortal, esta es la oportunidad de demostrar tu habilidad y tu talento.
En el Torneo del Rey tienes disponible un nuevo reto al que enfrentarte y conseguir fama, gloria y porque no, un poco de experiencia en combate que llegado el momento siempre te puede venir bien.

En  El Secreto de los Cielos además de encontrate con buenas dosis de fantasía, quizás te plantee un sin fin de preguntas sobre la existencia del ser humano, sobre los dioses y su poder. Tal vez encuentres respuesta a alguna de ellas o tal vez no, pero si has leido el libro deberías conocer las respuestas a este reto.

Accede al reto: El Secreto de los Cielos

Añade tus preguntas sobre El Secreto de los Cielos en los comentarios…

Dic 042013
 
 4 diciembre, 2013  Publicado por a las 11:11 El Pozo de los Recuerdos Tagged with: ,  Sin comentarios »

H ay veces en que una frase transmite un mensaje, un sentimiento o incluso un pensamiento que conoces y al que no has sabido poner palabras hasta que lo ves escrito. En El Secreto de los Cielos tal vez descubras alguno de ellos reflejado en sus frases:

  • «-El dolor reclama la atención de tu mente, y si tu mente no está en paz, tu aura deja de ser libre.»
  • «Ella había detenido su respiración en aquella eternidad llamada instante.»
  • «-Basta una leve herida para anular el poder de un Kainum.»
  • «-¿Sabes? A veces el odio es más malo para el que lo tiene, que para el que lo provoca.
  • -¿Sabes tú? A veces el odio es lo que te salva, la esperanza a la que te agarras para no caer. Y una vez que lo tienes ya no te lo puedes quitar. Aunque quieras. Y sólo vives para saciarlo…»

  • «Tres son los sacrificios que exige el Dios Maldito para volver: la inocencia de un alma bondadosa, la destrucción del amor más puro, y tantas vidas como granos de arena hay en el desierto. Los tres ofrecerá el señor del oeste cuando el cometa cruce Orión, y el Maldito será libre de nuevo.»
  • «-¡Los brujos han vuelto!, ¡Han vuelto!»
  • «Somos sombras sin edad ni tiempo,
    sin más ley que el valor con la espada,
    sin más dios que el que sentimos dentro.Sólo a nuestra voluntad servimos,
    para hallar a la mujer amada
    y atrapar en un puño los sueños.Desde aquí proclamamos al mundo:
    no hay trono mayor que nuestra silla,
    ni hay imperio más vasto que el nuestro.Somos sombras sobre el verde llano,
    no podemos temer a la Parca,
    pues las sombras mueren en el Viento.»
  • «El paradigma de cualquier Dios supremo es el dolor. Si es Dios, ha de ser perfecto. Si es perfecto su obra ha de serlo también. Y el dolor no tiene sentido en un mundo perfecto. Sin embargo existe, esa es la paradoja.»
  • «-Dicen que la muerte es el momento en el que perdonamos al mundo por sus ofensas, y este nos perdona a nosotros por las nuestras. Tanto amor no cabe en nuestro ser, que ha de crecer para albergarlo, dejando su pequeño cuerpo en este mundo.»
  • «-Perdonar es asumir una injusticia.»
  • «…una vaga intuición le marcaba el camino a seguir, un camino que parecía haber recorrido infinidad de veces sin saberlo, como si de una experiencia aprendida en un sueño olvidado se tratase.»
  • «-Desearás haber muerto»
  • «…su mente viajó por aquel mar desconocido donde lo soñado, lo real y lo que podría serlo, se fundían en una tormenta de sensaciones ingobernable.»
  • «- Si esto es el final, no hay nadie mejor que tú con quien desee compartirlo.»
  • ¿Has encontrado alguna otra frase en El Secreto de los Cielos y crees que no debería faltar en esta recopilación? ¡Añádela!


    Fuentes
    El Secreto de los Cielos Autor: Diego A. López
Dic 022013
 

«Sonte, aferrando el talismán, corría desesperado. Odiaba la túnica. Le entorpecía. Los hábitos de su orden no estaban pensados para huir. ¿Para qué iba a necesitar un kainum escapar? Aunque podría ser peor. Podrían haber sido blancos, y reflejar la luz de aquella luna llena. ¿Seguiría vivo de ser así? Lo dudaba.»

Así comienza la novela épica El Secreto de los Cielos escrita por Diego A. López García.

En esta novela coral tramas y subtramas se entrelazan con un objetivo final. Entre ellas descubriremos a Taigo, un joven en busca de si mismo, de un sueño más allá de lo imaginable que le llevará donde nadie ha podido llegar. Su destino estará ligado al de Azuara una joven guerrera kaiya movida por el odio y el rencor. Se enfrentaran al exterminio liderado por  los Brujos que han regresado después de muchas décadas con el dominio de un arma cruel: la magia. Pero no estarán solos, se unirán a la lucha Lintor, Principe de Tamaria, y Nadima para intentar dar respuestas a todas las preguntas que irán surgiendo.

Carátula El Secreto de los Cielos¿Por qué exterminan los magos?

¿Cual es la esencia del alma y de la magia?

¿Por qué los cielos permiten el sufrimiento? ¿Y la muerte?

¿Hay sacrificio mayor que dar la vida por alguien?

Si la magia existiera ¿cómo sería en un mundo con leyes físicas inviolables?

¿Qué puede forzar a un ángel a convertirse en el más depravado demonio?

¿Qué hacer cuando la opción más lógica es la opuesta a la que dicta tu conciencia?

De sus actos y decisiones dependerá el futuro de la humanidad.

El primer contacto que tuve con esta novela fue por medio de su Booktrailer, y la historia me sedujo. Tenía todo lo que un buen relato de fantasía requiere: dragones, magia, leyendas, dioses y humanos en la eterna lucha entre el bien y el mal. Pero a medida que una trama vertiginosa se desarrollaba ante mis ojos algo más se iba revelando. Un trasfondo moral me hacía plantear más de una pregunta sobre la realidad en la que vivimos, sobre las creencias, la fe, los dioses y en resumen el sentido de la existencia. Temas teológicos o espirituales en un mundo de fantasía en el que también he encontrado pasiones desmedidas, profecías, batallas, odio, venganzas, poder, deber y ¿he dicho dragones?

Una redacción trabajada y bien escrita me ha permitido disfrutar de la novela más intensamente. El principio engancha. Me sentí como si me hubiesen empujado delante de una jauría hambrienta y no tuviera más remedio que correr, y corría al lado de Sonte, tenía que escapar con él, correr más que él. Las descripciones detalladas de pensamientos, sensaciones, dudas y creencias contrastan con la escasez de ellas en el aspecto físico de los personajes o el entorno que los rodea. Pero aun así no quería dejar de leer. Quería saber más.

«Nacerá un Kainum conocido como Tenkar. Por la inmortalidad venderá su alma a Saifel. Se cubrirá de pecado y durante siglos sembrará de sangre y cadáveres la tierra. Cuando por Orión cruce el cometa invocará a su dios, y Saifel le oirá de nuevo, se alzará y el mundo perecerá.»

El Secreto de los Cielos, no es solo una novela de fantasía, tal vez haga crecer en ti la sombra de una duda existencial.

Como detalle a mejorar el mapa, muy esquematizado, y la portada.

En resumen, una fantasía impresionante con una visión estremecedora de la vida y de la muerte, del dolor y la felicidad.


Fuentes
El Secreto de los Cielos Autor: Diego A. López
Nov 042013
 

—Está muerta –dijo el mago.
Delante, en un alto al lado del camino, una casa solitaria se caía a pedazos.
—¡Dioses! ¿Estás hablando de esa tabernucha abandonada?—dijo el buhonero rascándose la cabeza bajo el sombrero. Su mirada iba del esqueleto de lo que una vez fue un tejado, a los desconchones de la fachada. Era un auténtico milagro que la puerta aún se mantuviera erguida. Sobre ella una campanilla muda cargaba con tanto óxido como años de abandono, incapaz siquiera de oscilar.
—No me ha hablado.
El buhonero lo contempló extrañado. Estaba serio, apoyado en su cayado alto, quieto como una estatua, escudriñando con aquellos ojos que lo desnudaban todo. Siguió su mirada y sólo encontró tablas inertes sobre viejas piedras. La argamasa que las unía quedaba cubierta de musgo y pequeños matojos, cuando no estaba horadada. Las zarzas se habían adueñado de la parte trasera y sus ramas arañaban a ratos las paredes laterales, deseando engullirlas.
—¿Y qué debería haber dicho?

La Taberna

—Hola. Nada más, ni nada menos.
—¿Hola?
—No lo entiendes. Cuando una taberna dice hola, se te llena el corazón de alegría. Es la sonrisa de las miles de personas que una vez la visitaron. Es, es… en fin. —Suspiró, se acomodó su morral y avanzó–. Vamos, no hay otro sitio donde pasar la noche.
Antes de abrir la puerta, el mago detuvo a su compañero con un gesto. Realizó una inspiración profunda. Su mano izquierda se posó sobre el marco, y al hacerlo pareció que el tiempo se detenía. Su mano derecha tiró del pomo, las bisagras protestaron al girar y con los ojos cerrados miró el interior.
Y sólo vio oscuridad.
Bajó la cabeza y suspiró.
—¡Tch! Es una pena… una verdadera lástima…
En el interior aún se conservaba la barra sobre un murete de ladrillo. En el lado opuesto la chimenea resistía, aunque cegada de telarañas. El suelo estaba cubierto de hojarasca y algunas ramas muertas que habían caído a través del techo descarnado. Tardaron un rato en adecentar el lugar y encender un fuego.
—¡Dioses! ¿Te pasa algo?
—No. ¿Por qué?
—¿Qué por qué? Desde que entramos no has dicho palabra.
El mago miró las vigas de nuevo, y respondió:
—Tienes razón. Es este lugar. Es… es como si fueras a una feria y todo el mundo estuviera triste. Es… es…
La puerta se abrió. Un campesino maduro, con una rama de hinojo colgando de los labios, se presentó. Era capaz de hablar sin dejar de mordisquear el hinojo, y en seguida los puso al día de la historia de aquella taberna. Había sido un lugar concurrido en tiempos de su abuelo, pero una sucesión de malos dueños había espantado la clientela. Él ostentaba ahora la propiedad pero, a pesar de que el camino era muy transitado, no quería retomar el negocio.
—¿Por qué no? –inquirió el buhonero.
—¿No ves el trabajico que llevaría levantar to’ esto? –dijo el dueño mirando el techo y resoplando.
—Nada que no compense el negocio después.
—Ya, pero es un trabajo mu’ sacrificao.
—¡Trono divino! Menos que ser buhonero seguro. Para vender baratijuchas tengo que ir de feria en feria, andando todo el día. Sin embargo aquí estás siempre bajo techo, caliente y con algo que llevarte a la boca.
—Pero hay que aguantar a borrachos, y a los que les gustan las peleícas y to’ eso.
—¡Basta con echarlos de una patada y punto! Y siempre es mejor la compañía que la soledad del camino.
—Vale. Pos te la vendo.
El buhonero abrió mucho los ojos. Sus dedos acariciaron la barra y se imaginó sirviendo las mil recetas que había aprendido recorriendo caminos, contando anécdotas y escuchando chistes e historias. Sonrió, pero era una sonrisa amarga.
—¡Dioses! Ya me gustaría, pero no tengo dinero.
—Dame una miajica. Dos reales de plata y es tuya.
—¡Sólo dos reales! –vació la bolsa sobre la barra. No llegaba. Sopesó su fardo, lleno de mercancía por vender. Luego ojeó el techo y volvió la mirada triste.
—No tiés que dármelos ahora –dijo el dueño—. T’ará falta to lo que tengas pa’ empezar.
El Buhonero sonrió de oreja a oreja:
—Te daré cuatro. ¡Qué digo cuatro! Ocho. ¡Por todos los dioses! Voy a decorarla con los objetos más raros de mi colección. La gente vendrá sólo para verlos. Y verás qué comidas. Y cuando reconstruya la planta de arriba…
Mientras oía a su amigo, el mago se apesadumbró. “Pero está muerta”. ¿Cómo decirle que aquello era un fracaso seguro? No había milagro que volviera la vida a una taberna como tampoco lo había para resucitar muertos. Sabía que iba a ser muy difícil hacérselo entender y probablemente no lo haría. Los humanos solían ser increíblemente sordos al lenguaje de la magia.
Lo vio ir de un lado a otro, sin parar de hablar, acariciando la barra, ensayando juegos de manos con los vasos y sonriendo continuamente. Se preguntó qué sería más doloroso, si destruir toda esa ilusión ahora o dejarla morir en la agonía lenta de la frustración llevándose por delante plata, días y esfuerzo.
—¿Y tú qué piensas?
Se hizo el silencio. Campesino y buhonero lo miraban expectantes.
—Yo… mmm… —“Cuanto antes, mejor”, pensó, “sufrirá menos”— …yo he de decir que… —Nunca había visto los ojos brillarle así. Eso sí que era magia—. …mmm, que tengo que consultarlo con las estrellas.
Se levantó y anduvo hasta la puerta. Los goznes chirriaron. Salió y la campanilla sonó. Se detuvo en seco. Giró. La campanilla oscilaba. Lentamente posó su mano izquierda sobre el marco, la derecha sobre el pomo y con los párpados cerrados miró, y vio…
…una sala repleta de gente cantando con las jarras alzadas, las manos en el hombro contiguo, moviéndose al compás de sus corazones. Una sala casi vacía con sólo una pareja en el centro, abrazados, bailando, mientras dos velas presiden un pastel de bizcocho, mermelada y cariño. Diez zagales parapetados tras una muralla de mesas, cuando los cocineros asoman, una lluvia de cerezas estalla entre ¡ays! y carcajadas. Una mujer abraza llorando al tabernero, sus hijos están comiendo después de tres días sin probar bocado; está hambrienta pero es tan feliz que no puede dejar de llorar. Veinte parroquianos se retuercen en el suelo, ninguno es capaz de levantarse o parar de reír, ni saben que acaban de oír el mejor chiste jamás contado. Un bardo toca su laúd en el centro, todo está lleno de gente y sólo se escuchan las notas, que envuelven y te sacan el alma en lágrimas que brillan en los ojos de todos…
Abrió los párpados.
—¡Dioses, qué rápido te han hablado las estrellas! ¿Y qué dicen de lo que haré con esta tabernucha muerta?
Bajo el sarcasmo de la pregunta se escondía miedo y esperanza.
El mago sonrió.
—Un milagro.

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