Muchos fueron las cazafortunas que llegaron desde los rincones más alejados del continente en busca de los codiciados Quebrantines de Oro de Tierra Quebrada. Las leyendas sobre estas monedas se habían extendido como la oscuridad en el mundo, llegando hasta los oídos de gañanes, fanfarrones, mentecatos y otras gentes de mal vivir. Pronto desde las aldeas más pequeñas, hasta las villas más opulentas, se vieron invadidas por una marea humana de proscritos en busca de fortuna fácil. Cuan equivocados estaban. Muchos, la mayoría, perecieron víctimas de su propia ignorancia.
Según cuenta la leyenda cada cierto tiempo aparece un Quebrantín de Oro en Tierra Quebrada. Cuando eso ocurre y alguien lo encuentra, nunca, bajo ningún concepto, puede guardarlo para sí. Eso sólo le acarrearía infortunio, desgracia y finalmente la muerte más dolorosa y horrible que uno pueda concebir. En su lugar debe buscar a otra persona o aprendiz merecedor de tal honor y entregárselo.
No resulta tarea fácil desprenderse de tan preciado y codiciado objeto pues sólo se sabe de la existencia de unos pocos, quizá menos de un centenar, y no existe otra manera de conseguirlos y poder conservarlos salvo que resultes elegido para ello. Pero más difícil resulta aún poder encontrar a alguien digno de tal honor. Errar puede significar la muerte de aquel al que ha sido entregado.
Durante años los rastreadores más famosos han dedicado su vida entera a la búsqueda de tan valioso tesoro con el único fin de conseguir honor y gloria. El reto no es fácil e intentarlo antes de tiempo puede tener consecuencias catastróficas, pero su incalculable valor y el aura mágica que desprenden en la oscuridad son suficiente motivo para correr el riesgo.
No está claro en que momento esta simple moneda, que se usaba antiguamente en el comercio entre las principales regiones, adquirió sus propiedades mágicas y dejó de utilizarse. En su lugar los habitantes de Tierra Quebrada empezaron a usar los Quebrantines de plata y los Quebrantines de cobre, imitaciones creadas por los mejores herreros y forjadores, pero imitaciones al fin y al cabo.
Muchos insinúan que así es como empezó todo con los Quebrantines de oro y aunque sea en lo más profundo de su ser albergan la esperanza de que vuelva a repetirse.
Sin embargo en la práctica, para un habitante corriente conseguir un Quebratín de plata, o incluso uno de cobre, puede resultar igual de complicado que para un rastreador encontrar uno de oro.
La principal forma de comercio que se utiliza en todo el continente es el trueque y solo en contadas ocasiones se utilizan los quebrantines, cuyo valor puede ascender al sueldo de todo un año de un maestro forjador, para los quebrantines de plata, o el equivalente al sueldo de un mes de trabajo para los quebrantines de cobre.