Tiempos aciagos se avecinan, el frío del invierno golpea con fuerza en los primeros días del otoño y solo nos queda partir sin mirar atrás. Así que, cuando apenas faltan cuatro días para el inicio de la XX Mereth Aderthad, decidimos cabalgar a un lugar más cálido, más hogareño, más lejano. Nos vamos a la Tierra Media para no volver. Ehh, bueno si, habrá que volver pero esa es una historia para otro momento.
El camino es largo, demasiado largo, así que por desgracia no podemos acudir a la inaguración el viernes por la tarde. Nuestros corceles cabalgan sin descanso, día y noche desafiando al señor oscuro para llegar cuanto antes a nuestro destino. De camino entre Rivendel y Fangorn, a la altura de Valencia recogemos a Recóndita, la joven elfa que completa la expedición, y antes de las primeras luces del atardecer cruzamos las puertas del castillo de Santa Bárbara.
Al ser nuestra primera Estelcon no puedo hacer referencia a anteriores ediciones y lugares pero poder realizar un evento de estas características en un castillo, de verdad, con su historia, sus murallas y sus piedras susurrándote al oído a cada paso, es algo memorable y difícil de superar. Esta vez los organizadores han dejado el listón muy alto para las siguientes ediciones de la Estelcon.
Pero no todo se reduce a un buen envoltorio y los recuerdos que uno se lleva, al volver a casa tras la batalla, no son el lugar y su historia, sino las gentes que lo hicieron posible. Los momentos compartidos, las risas espontáneas y los brindis por Durin tercero. Así que vayamos paso a paso disfrutando de estos momentos.
Como recién llegados la verdad es que no sabíamos muy bien que hacer o donde ir, tampoco nos habíamos informado más de lo necesario para dejarnos sorprender por el discurrir de los acontecimientos y a juzgar por los recuerdos, que no dejan de aflorar, puedo asegurar que vivimos un fin de semana inolvidable.
Al llegar nos encontramos con Paco y Maribel que rápidamente nos dieron unas indicaciones, conseguimos la acreditación y empezamos a disfrutar de los eventos programados durante la mañana.
El recital de poemas fue uno de los platos fuertes con la participación no anunciada de Pepe Mediavilla (el doblador de Gandalf para quién no lo conozcáis) y con un poema recitado en Sindarín, algo que nos puso los pelos como escarpias además de emocionarnos, polvo en el aire decían algunos.
Tras un merecido descanso para reponer fuerzas y charlar un poco con amigos y desconocidos la tarde empezó con una visita guiada a la exposición donde tuvimos la suerte de contar con la presencia y explicaciones de la mayoría de los coleccionistas que habían aportado piezas. Resulta cautivador escuchar a gente apasionada hablando de sus aficiones.
Las armas de la sala principal, la colección de ejemplares de El Hobbit en diferentes idiomas o incluso la colección de sellos o las detalladas maquetas, eran como pequeños tesoros que sus propietarios desvelaban a todo el público asistente con gran entusiasmo. Pudimos ver y disfrutar de piezas realmente únicas, pero también de las diferentes ambientaciones que le daban un toque especial a la exposición. La taberna Eagle & Child donde el maestro Tolkien solía compartir unas pintas con sus amigos, la puerta de la casa de Bilbo Bolson con el detalle de la runa dibujada por Gandalf o el mismísimo Gollum en los lóbregos sótanos del castillo intentado recuperar el anillo único. Era una exposición que merecía una segunda visita con más tranquilidad y menos gente.
Una vez acabada la visita la comunidad se volvió a dividir y mientras unos se dirigían al concierto de los Innerlands dentro del salón principal yo decidí probar mi hacha forjada en las minas de Moria contra el acero de cualquier valiente dispuesto a batirse en el patio de armas. Y candidatos hubo, morí una vez, y luego otra, y otra más atravesado por espadas élficas y después de morir me levanté para repartir algunas estocadas, tajos y golpes. Como era de esperar acabamos todos exhaustos tras el combate, pero pocas cosas unen tanto como compartir una buena lucha y después una buena cerveza para recuperar el aliento.
La oscuridad amenazaba el castillo, había llegado el momento de buscar refugio en otro lugar y ese lugar eran las salas del hotel donde se relatarían las más bellas historias de la Tierra Media, donde el aire se llenaría de emociones y sentimientos largo tiempo olvidados. Pero antes una ración de pizza y un brownie acompañados de un buen lambrusco para calmar el hambre y la sed en compañía de algunos de los miembros del Smial de Lorien.
Fue todo un placer compartir esa cena con ellos y poder charlar un rato. Como seguramente todos sabréis mis habilidades sociales tienen un penalizador de clase de -10 pero por alguna extraña razón, seguramente un bonificador de lugar+gente se vio reducido a solo -5 con lo que podía llegar a mantener conversaciones de más de un minuto.
Y llegó la hora de los relatos.
Un evento de este tipo no sería nada sin las personas, las que dedican su tiempo a organizarlo, las que se implican en cada una de las actividades y se preocupan porque todo salga según lo previsto… Sin ninguna duda este fue mi momento preferido de la Estelcon, el momento de los relatos. Ese momento en que cada persona, sin importar si era orco, elfo o humano o su lugar de origen, compartía junto al calor del fuego esos relatos que creía especiales, que de alguna forma lo habían emocionado o le transmitían recuerdos felices. Esos relatos que deseaba compartir con todos los que estábamos allí.
Disfruté mucho, con todos y cada uno de ellos, con los de Pepe Mediavilla que hizo emocionarse a más de un asistente, si era eso, era el polvo en suspensión. Pero también con el resto de relatos, cada uno tenía una historia única detrás, un motivo por el que eran esas palabras y no otras las que se relataban junto al fuego.
La noche avanzaba imparable y había llegado el momento de buscar refugio, descansar y dejar reposar tantas emociones.
El domingo por la mañana había pocas actividades programadas así que aprovechamos para volver a visitar la exposición hasta la emisión del podcast Regreso a Hobitton, donde pudimos aprender la manera correcta de saludar a un elfo en Sindarín o escuchar de nuevo la voz de Gandalf.
Por la tarde la proyección de Tolkien’s Road, con la presencia de Nye Green y su hermano, venidos desde Californa (estelcon, california estelcon) y como no podía ser de otra manera una serie de combates a vida o muerte en el patio de armas. Otra vez fue muerte, pero una muerte con honor frente a unos rivales de altura con los que espero poder volver a cruzar mi acero.
Y los minutos se convirtieron en horas y las horas en días y empezaron a sonar las primeras canciones y elfos, damas y caballeros aparecían en cada rincón del castillo. La hora de la cena de gala estaba cerca y se notaba en el ambiente festivo que reinaba entre todos los parroquianos.
Por Durin primero – dijo él y todos alzaron sus copas y bebieron.
Canciones, regadas con vino de La Comarca y amenizadas con la música de los más delicados instrumentos convirtieron la cena en todo un espectáculo con actuaciones que se sucedían y brindis al grito de Por Durin tercero.
Los piratas de Umbar hicieron honor a la tradición saqueando el estandarte de Cuernavilla, un pequeño incidente que durante la entrega de Mathoms parece ser que quedó zanjado y resuelto diplomáticamente. El vino corrió, las risas y anécdotas iban y venían y la felicidad y alegría se notaban en el ambiente.
Había llegado el momento de abandonar el castillo y dirigirnos hacia un pequeño pub irlandés para dar por finalizada la noche con otra ronda de canciones y cervezas.
Con las primeras luces del día llegó ese momento amargo que todos queríamos posponer. Los días en la Tierra Media llegaban a su fin y era el momento de despedidas tristes y polvo en el aire.
Tras la última conferencia del fin de semana se hizo la entrega de premios y Gandalf nos dirigió unas últimas palabras que dieron por finalizada la XX Mereth Aderthad.
En resumen me gustaría agradecer a toda la organización y a todos los participantes el habernos hecho sentir como en nuestro hogar, como en un agujero hobbit durante estos días, un lugar confortable y rodeados de amigos. No he podido conocer ni a la mitad de todos vosotros y me gustaría haber conocido a la mitad de la mitad y a la otra mitad y a todos los demás. A lo largo de estos días he descubierto que hay mucho talento en una Estelcon pero detrás de todo ese talento hay personas cercanas que merecen ser conocidas.
«No diré no lloréis, pues no todas las lágrimas son amargas»