Jun 112014
 
 11 junio, 2014  Publicado por a las 11:11 Tagged with: , , , ,  4 comentarios »

Hacia días que le tenía ganas a este tema. Como preparar una muerte épica. En realidad a pesar de la inofensiva apariencia del tema un simple vistazo a libros como El Señor de los Anillos o a Juego de Tronos nos demuestra que matar es muy fácil, extremadamente fácil, pero conseguir que sea épico es un objetivo de gran envergadura. Miles de orcos y soldados murieron en La batalla de los cinco ejércitos, por nombrar alguna al azar, pero aquellos hechos que nunca debieron ser olvidados se perdieron en el tiempo. Nadie recuerda al pobre soldado que dio su vida y la de sus amigos para evitar que el mundo se sumiera en el caos y la oscuridad, así que nuestra tarea para hoy será darle una muerte épica como se merece a ese soldado desconocido.

Lo primero que vamos a necesitar es un enemigo digno de tal nombre. Por ejemplo, un goblin no nos serviría, ocupan uno de los peldaños más bajos en la escalera de villanos y enemigos. Podríamos añadir más cantidad, pongamos unos cincuenta goblins frente a nuestro soldado, o mejor aún, una tribu entera de goblins furiosos y sedientos de sangre, cientos de ellos frente a nuestro soldado desconocido. Relatos de Fantasía - Laboratorio NigromanteSobrevivir a una tribu de goblins casi le otorgaría la condición de héroe, sin embargo no es suficiente. Necesitamos a un enemigo que infunda terror con solo nombrarlo, un dragón puede lograr ese efecto, llevan miles de años forjándose un nombre y parece que les ha funcionado bastante bien hasta la fecha. Pero las peleas contra dragones suelen ser cortas y la mayoría acaban de la misma manera, con el aspirante al título convertido en cenizas. Además, los dragones no son especialmente malvados. Queman, destruyen, devoran, pero no son especialmente malvados. Si queremos conseguir un efecto mayor necesitamos un nigromante, un ser de gran inteligencia, acostumbrado a traicionar, matar y abusar de su poder en su propio beneficio o para sumir el mundo en las tinieblas. Si, creo que Karh’gôlth el nigromante va a cumplir bien con su papel.

Lo segundo que necesitamos para crear una muerte épica es un gran objetivo, algo por lo que luchar. Presentarse en la torre de un nigromante y ensartarle con una espada, así de buenas a primeras, no resulta demasiado épico. Pero… ¿y si ese nigromante estaba tratando de convertir en pulgas a todas las arañas? ummm… bueno tampoco suena demasiado épico, hay que esforzarse un poco más sino los únicos personajes que van a recordar a nuestro héroe van a ser las pulgas y las arañas.

Si, eso es…

el malvado nigromante, desde lo alto de su oscura torre llevaba años planeando el conjuro que traería la oscuridad eterna a nuestro mundo, muchos habían intentando acabar con su vida para simplemente terminar sufriendo un dolor indescriptible más allá de lo que la simple magia arcana podría explicar. Su poder no conocía límites en este mundo cansado de tanto sufrimiento.

Tenemos un malvado nigromante de nombre impronunciable y un objetivo claro, salvar al mundo. Podríamos salvar una galaxia, una princesa o incluso un gatito abandonado, pero con salvar al mundo nos bastará por ahora. Necesitamos alguien que se encargue del trabajo sucio. Todos sabemos cómo acabará, al final va a morir. Si, será una muerte épica que cantarán los bardos durante generaciones pero acabará muerto así que, a no ser que tengas previsto abandonar este mundo para que unos tipos canten sobre ti, vamos a necesitar a otro que haga el papel de héroe. Lo más curioso es que no es necesario que sea alguien especial, lo mismo podría ser un joven granjero que presenció la muerte de sus padres, su perro y su gato a manos del malvado nigromante que un noble bastardo. Funcionará porque va a ser una muerte épica pero hay que darle un empujón. Una leyenda sobre su futuro ayudaría.

Entonces el joven marcado con el símbolo de la luz empuñará la espada oscura que ha de librar al mundo de la tiraría y de la oscuridad en la tercera luna de Argamoth. No será antes ni después pero será cuando deba ser.

La leyenda no nos cuenta toda la historia pero nos da esperanza y nos permite creer en el éxito del elegido donde muchos otros han fracasado. Sería poco ético enviar a alguien con una simple espada y que atravesara al nigromante más poderoso de Rigorbak si otros cientos han fracasado antes.

Ya tenemos todo lo necesario para nuestra historia, el joven granjero de origen humilde, el malvado nigromante de nombre impronunciable, un plan para destruir el mundo y sumirlo en la oscuridad y una leyenda para impedirlo.

Nos faltan los detalles, es importante cuidar los detalles pues en ellos reside el éxito de nuestra empresa. Por ejemplo, como va a morir. Podría morir envenenado, pero salvo que sea por el picotazo de una araña de enormes dimensiones no sería lo más adecuado. Las armas de fuego están fuera de lugar incluso aunque se trate de un arcabuz arcaico creado por los ingenieros enanos, y los arcos, totalmente prohibidos a no ser que sea para acabar con un dragón. Si queremos una muerte épica tiene que parecerlo, nada de esconderse y lanzar la piedra, un combate cara a cara donde nuestro héroe esté en clara desventaja. ¿Un granjero contra un poderoso nigromante? Lo tenemos. Una lucha de espadas sería lo más adecuado pero dado que se trata de un nigromante de nombre impronunciable aceptaremos la magia como algo digno en este combate desigual.

Otro detalle importante, el lugar. Nuestro héroe no puede morir en un quinto sin ascensor, ni en una taberna, las tabernas tienen otras funciones. ¿Se podría intentar? Si, pero hay que ser un maestro de la pluma para conseguir una muerte épica en una taberna o en el lugar equivocado. Lo mejor es jugar en campo contrario, la torre del hechicero es un lugar bonito para morir o unas mazmorras con humedad, pasillos estrechos llenos de trampas mortales, poca luz y ruidos inquietantes. Nadie se adentra en unas mazmorras así solo por placer, así que tiene que ser algo importante y eso ayuda a crear el clima necesario para el desenlace que buscamos.

Podría añadir muchísimos detalles más que nos ayudarían a crear ese clima previo, la ropa, la iluminación, incluso la hora del día. Existen pocas muertes épicas documentadas que ocurran entre el desayuno y la comida por ejemplo, pero disponemos de poco tiempo así que vamos a intentarlo…

Las muertes cada vez eran más extrañas y se extendían a lo largo y ancho de Rigorbak sin distinción alguna. Ricos, pobres, hombres, mujeres pero sobretodo niños, eran los primeros en caer, el malvado Karh’gôlth era consciente de ello y disfrutaba viendo sus caras de dolor y sufrimiento. Nadie podía detenerle y lo sabía. Dentro de tres lunas, el mismo día en que Argamoth abandonó este mundo a su suerte, él tendría el poder absoluto para controlar los nueve elementos del averno. Si lo que habían experimentado hasta ahora era dolor, nadie podía imaginar que podría hacer si lograba controlar el poder de Argamoth. Fue entonces cuando le reconocí, era él, el chico del que hablaba la profecía, un joven granjero llamado Reykam, aún sin saberlo llevaba la marca de la luz en su hombro derecho, la marca de Argamoth. Aquél con dicha marca sería el único capaz de blandir la espada oscura y acabar con el mal que acechaba al mundo. No había tiempo que perder, si quería que sus hijos y su mujer siguieran con vida debía acompañarme hasta la torre del cuervo. Llegar sería pan comido, pero una vez allí, conseguir entrar y avanzar hasta la sala principal no sería nada fácil. Cientos lo habían intentado sin tan siquiera tener la oportunidad de llegar a enfrentarse al poderoso mago.

Karh’gôlth sabía que estaban en la entrada, solo era un juego para él, otro aspirante a héroe a punto de morir, pero antes pensaba divertirse un rato.

Las puertas de la torre se abrieron de par en par antes siquiera de intentar forzarlas. Entramos en el laberinto de pasillos dispuestos a poner fin a años de sufrimiento y opresión. La primera flecha me atravesó el pecho, segundos más tarde yacía muerto en el suelo, otro más en la lista de soldados anónimos que yacían en esos tenebrosos pasillos. Karh’gôlth sonrió, el otro había conseguido escapar de las flechas con solo algunos rasguños.

Reykam avanzaba empujado por una fuerza que desconocía, sus amigos habían muerto meses atrás en el pueblo, su hijo también. Su mujer, frágil y hermosa no había vuelto a ser la misma desde entonces, todos estaban resignados a una muerte que parecía sonreirles a la cara antes de llevárselos a su frío y oscuro mundo, pero por algún motivo al empuñar la espada oscura algo despertó en su interior, un pequeño rayo de luz le devolvió la esperanza perdida tiempo atrás y sabía que tenía que luchar por mantenerla encendida. Fue esa fuerza la que le obligó a levantarse una y otra vez. Herido, cansado y casi sin fuerzas llegó a la sala principal.

Karh’gôlth estaba allí, de espaldas, sonriendo ante el patético aspecto de aquel joven granjero. Hacía tiempo que no se divertía tanto aplastando a un vil gusano como ese y pensaba aplastarlo con sus propias manos. Desde el principio no había tenido ninguna opción, un granjero sin formación militar, sin ninguna habilidad e incapaz de lanzar cualquier hechizo o de protegerse del más elemental conjuro. Sólo era otra distracción más.

Conocía la profecía de Argamoth, él mismo la escribió. Sin algo por lo que luchar resultaba demasiado patético ir sesgando vidas sólo por placer, lo que de verdad quería era verlos sufrir y el mayor sufrimiento es ver como se apaga la esperanza de una persona. Sin duda había sido una de sus mejores ideas.

Reykam sin embargo era diferente, no había venido a buscar gloria y honor, no quería ser ningún héroe, solo quería librar a sus seres queridos del sufrimiento que aquél maldito ser les estaba infligiendo por puro placer y eso le daba fuerzas para lanzar estocada tras estocada. Karh’gôlth sin demasiado esfuerzo se las devolvía una tras otra viendo como el agotamiento empezaba a ganar la batalla a su adversario. Ese era el momento, pronunció tres palabras y dos golems de hierro aparecieron del suelo dispuestos a acabar el trabajo. Entonces vio la marca, era cierto, era un guerrero de la luz marcado con el símbolo de Argamoth en el hombro. No podía ser, había dejado de existir hacía siglos, él mismo lo había comprobado una y otra vez para asegurase que nada podría salir mal.

El primer golem lanzó un puñetazo que rompió la pierna de Keylam contra el suelo. Un grito de rabia y de dolor resonó en toda la sala, ya no podía moverse, iba a morir allí. Sus constantes estocadas al aire no hacían mella en el cuerpo de los golems. No, ese no era el poder de la espada Oscura y el nigromante lo sabía, debía quitársela cuanto antes o todo estaría perdido. Un segundo golpe del golem alcanzó a Keylam en la frente, había luchado con todas sus fuerzas pero no había conseguido nada, había perdido toda esperanza, todo rastro de luz y solo le aguardaba una muerte de la que no podía escapar.

La cara del nigromante se tornó pálida como si la mismísima muerte ahora le estuviera sonriendo a él, al todopoderoso nigromante señor de la oscuridad, no iba a llegar a tiempo. Ese era el verdadero poder de la espada Oscura, nadie sin esperanza podía empuñarla y si Keylam moría la espada restablecería el equilibro absorbiendo toda la oscuridad, ni siquiera un nigromante como él podría sobrevivir al poder de la espada oscura.

Aven RoyHistoriador y Aventurero de día, Mago y Guerrero de noche siempre me ha gustado combinar la afilada hoja de mi espada con una bola de fuego o una tormenta de rayos.
Son… argumentos contundentes.
Puedes encontrarme en Tierra Quebrada mi segundo hogar.

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