La primera gota de luz que cayó poderosa sobre la Tierra, sirvió para curar toda la oscuridad en la que se encontraba inmersa. Aún tardó mucho tiempo en calentarla lo suficiente como para poder despertar así la vida que había congelada en ella. Todo era agua y tierra, y en el lugar donde cayó la primera gota, nació entonces el fuego.
Muy lentamente fueron creciendo los árboles bajo las nubes y a sus pies la hierba cubrió el suelo.
-Despierta- dijo la primera voz.
Y tuvo que repetirlo varias veces.
Entonces, la figura que yacía enterrada entre los musgos, aparentó moverse. El cuerpo desnudo, que no parecía de carne, se fue incorporando despacio hasta ponerse finalmente de pie, y el cabello largo dejó caer las hojas que lo habían ocultado, permitiendo ver unos suaves brazos, manos y pies.
Miró a su alrededor y vio más seres que parecían proceder de las cortezas de los árboles, de los musgos del suelo y de las hojas de las ramas que la rodeaban. Incluso algunos se fundían con el agua. Lo primero que hizo inconscientemente fue oír una voz en su cabeza y preguntarse qué estaba pasando, qué era ella y qué era lo que había a su alrededor.
Escuchó lo que decidió llamar silencio, y justo después sonidos extraños del bosque que llevaron a su cabeza nuevas preguntas.
Caminó entre aquellos seres como ella que se mostraban dormidos mientras aguantaba la respiración.
-Ven- escuchó.
Sintió entonces algo extraño en el pecho, unos leves golpes que se aceleraban, algo que la hizo detenerse y preguntarse si debía continuar avanzando.
-No tengas miedo.
Miedo. No sabía lo que era eso. En realidad no sabía lo que era nada, y sin embargo decidió seguir caminando.
-Aquí, un poco más adelante- dijo de nuevo la voz.
Tocó los árboles que dejaba atrás a su paso apoyándose levemente en ellos y la espesa corteza húmeda le agradó, al igual que el olor a tierra mojada. El suelo se convirtió con lentitud en hojas secas a medida que avanzaba, y se fueron quebrando con pequeños chasquidos bajo sus pies hasta llegar finalmente al centro del bosque, donde no había tierra abajo ni cielo arriba. El lugar de donde provenía esa voz.
-Al fin has despertado.
Miró a un lado y a otro y notó que aquellos golpes en el pecho iban cada vez más despacio. Se preguntó por qué.
-Puedes hablarme. Mueve tus labios para que los pensamientos que llegan a tu cabeza puedan salir. Pero cuidado, no digas todo lo que piensas. Con el tiempo sabrás que es mejor no
hacerlo.
-¿Qué soy?- fueron las primeras palabras que surgieron de su boca.
-Eres el principio. Una mujer. El primer nacimiento.
-¿Qué eres tú?
-Lo sabrás cuando hayamos terminado. Tu nombre será Embla.
-¿Qué es un nombre?
Se escuchó una suave risa lejana.
-Todas las cosas que te rodean tendrán un nombre, incluida tú misma.
Embla miró arriba y abajo. No debía decir todo lo que pensaba, pero no sabía por qué.
-¿Para qué lo necesitan?
-Para cobrar sentido. Si las cosas no tienen nombre no tienen sentido- sentenció la voz.
Sin embargo, ¿cómo decidir qué preguntar primero?
-¿Le pondrás nombre tú a todas las cosas?
-No. Tú tendrás que ayudarme- respondió la voz-. Lo primero que harás será encontrar a Ask. Es igual que tú, pero él es un hombre. Ambos provenís de los árboles y juntos seréis los
progenitores de la humanidad.
-¿Cómo voy a ayudarte?
–Eres un ser humano. Te haces preguntas, deseas buscar las respuestas. Los pensamientos llegan a tu cabeza, eres capaz de interpretarlos, de inventar, de sentir. Puedes aprender y transmitir lo aprendido, incluso sobre cosas que no puedes ver ni tocar.
-¿Igual que no te puedo ver a ti?- giró de nuevo la cabeza tratando de encontrar a quien hablaba.
-Eres un ser humano- repitió-. No necesitas ver para creer. Te dejarás llevar por tus pensamientos y sentimientos para lo bueno y lo malo. Tú y los que serán como tú.
-¿Tú tienes un nombre?
-Lo tuve, sí. Ahora solo debes escuchar mi voz, ésa que a lo largo de los siglos se oirá en otras bocas transmitiendo las mismas palabras. Palabras de hombres que hablarán de profecías y conocerán por inspiración divina las cosas distantes o futuras. Pero también habrá otros que predecirán hechos futuros bien por casualidad o bien utilizando sus dones para deducir lo que es lógico. Cada uno de ellos tendrá un nombre. Algunos se harán llamar profetas, otros videntes o chamanes, y un sinfín de denominaciones que los humanos irán creando.
-¿Por qué lo harán?
-Muy pocos estarán inspirados por los Dioses. Ellos les designarán como sus mensajeros para llevar la palabra a los hombres. Otros lo harán utilizando sus conocimientos para que los que sienten miedo busquen su consuelo, algunos incluso para utilizar a las masas ignorantes a su antojo.
Y tanto unos como otros como el resto de los mortales, dudarán en algún momento, se harán preguntas, sentirán miedo.
-¿Por qué sabes todo eso?
-Porque todo destino está escrito. Tarde o temprano, lo que tenga que ser, será. No habrá un solo hombre capaz de luchar contra lo que los Dioses han designado para ellos. Aún así lo
intentarán. ¿Ves eso de ahí? La mujer miró a su alrededor.
-Es Yggdrasil, el árbol del poder, de la vida. Hay nueve mundos sostenidos cada uno de ellos por una de sus nueve raíces. Él sujeta tanto a los mundos exteriores como a los que existen bajo la tierra. Uno de ellos es de fuego y otro de oscuridad y niebla. Entre esos dos reinos hay un gran caldero de agua burbujeante llamado Hvergelmir, que alimenta las aguas de los doce grandes ríos que flotan sobre el gran abismo vacío. Estás ante el nacimiento de un nuevo mundo después de que el otro haya sido destruido.
-¿Quién lo ha destruido y por qué lo ha hecho?
-Fue la batalla entre los Dioses y los gigantes. El porqué de la destrucción es algo complejo.
Todo hombre, gigante o dios tiene sentimientos. Amor, odio, deseo de poder o de venganza, y toda una espiral que lleva perpetuamente al mundo a destruirse una y otra vez, al ser humano a destruirse una y otra vez. De ahí que las profecías sean constantemente las mismas pero dichas a través de otras voces.
-¿Por qué sabes tantas cosas?
–Solo hay que observar la vida de un único hombre y descubrirás que todas las vidas son iguales. Todo es un ciclo perfecto. El hombre nace, crece, ama, siente el dolor, se hace preguntas, busca respuestas, se defiende de quien le daña, lucha para conseguir satisfacer sus deseos, sueños y necesidades…pero por más que luche, ame y odie, al final muere. Puedo predecir cada vida de cada hombre que habrá sobre la Tierra.
-¿A dónde irá cuando muera? ¿Yo moriré también?
-Tu morirás, pero tu nombre nunca lo hará. Será recordado por los siglos de los siglos pasando de boca en boca a través de la palabra de todos aquellos que dictan las profecías y también de los que las creen. Por eso necesitas uno, Embla.
-Entonces, ¿no vas a decirme quién eres?
–Mi nombre fue y es Odín, y me aparezco ante ti tras la batalla del destino de los Dioses, la mayor de las profecías, el Ragnarok. Tanto gigantes como hombres y Dioses lucharon en la batalla final, incluso los espíritus de los muertos en la batalla se unieron y terminaron con el mundo entero. Hoy nace de nuevo. Yo os di a ambos el hálito vital, la vida física y el alma; Vili os dio el ingenio y las emociones y Ve los sentidos y el habla.
Ahora un nuevo ciclo comienza, como decían las profecías. Algunos Dioses sobrevivieron y otros resurgirán del mundo de los muertos para sentarse en el que fue mi trono en el Valhalla de los cielos. Existirán moradas que contendrán el alma de los muertos, habrá un nuevo cielo y las almas de buena y virtuosa voluntad vivirán en los mejores lugares. Habrá sitios horribles en el inframundo, donde jamás llegará la luz del sol. Y los hombres y los Dioses crearemos un lugar donde vivir en paz y armonía.
-¿Entonces el mundo no volverá a destruirse?
-Lo hará una y otra vez, y lo profetizarán una y otra vez, tantas veces como hombres nazcan, sientan, razonen y mueran. Ahora ve en busca de Ask, lo encontrarás al final del bosque, donde comienza el mar extenso, flotando sobre las aguas.
Embla continuó caminando hasta que el suelo bajo sus pies se volvió polvo fino de arena y allí, como Odín había predicho, encontró el cuerpo desnudo del hombre. Entonces no vino a su
cabeza pregunta alguna, pero en el pecho aquellos rápidos y leves golpes comenzaron a notarse de nuevo.
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