Nov 042013
 

—Está muerta –dijo el mago.
Delante, en un alto al lado del camino, una casa solitaria se caía a pedazos.
—¡Dioses! ¿Estás hablando de esa tabernucha abandonada?—dijo el buhonero rascándose la cabeza bajo el sombrero. Su mirada iba del esqueleto de lo que una vez fue un tejado, a los desconchones de la fachada. Era un auténtico milagro que la puerta aún se mantuviera erguida. Sobre ella una campanilla muda cargaba con tanto óxido como años de abandono, incapaz siquiera de oscilar.
—No me ha hablado.
El buhonero lo contempló extrañado. Estaba serio, apoyado en su cayado alto, quieto como una estatua, escudriñando con aquellos ojos que lo desnudaban todo. Siguió su mirada y sólo encontró tablas inertes sobre viejas piedras. La argamasa que las unía quedaba cubierta de musgo y pequeños matojos, cuando no estaba horadada. Las zarzas se habían adueñado de la parte trasera y sus ramas arañaban a ratos las paredes laterales, deseando engullirlas.
—¿Y qué debería haber dicho?

La Taberna

—Hola. Nada más, ni nada menos.
—¿Hola?
—No lo entiendes. Cuando una taberna dice hola, se te llena el corazón de alegría. Es la sonrisa de las miles de personas que una vez la visitaron. Es, es… en fin. —Suspiró, se acomodó su morral y avanzó–. Vamos, no hay otro sitio donde pasar la noche.
Antes de abrir la puerta, el mago detuvo a su compañero con un gesto. Realizó una inspiración profunda. Su mano izquierda se posó sobre el marco, y al hacerlo pareció que el tiempo se detenía. Su mano derecha tiró del pomo, las bisagras protestaron al girar y con los ojos cerrados miró el interior.
Y sólo vio oscuridad.
Bajó la cabeza y suspiró.
—¡Tch! Es una pena… una verdadera lástima…
En el interior aún se conservaba la barra sobre un murete de ladrillo. En el lado opuesto la chimenea resistía, aunque cegada de telarañas. El suelo estaba cubierto de hojarasca y algunas ramas muertas que habían caído a través del techo descarnado. Tardaron un rato en adecentar el lugar y encender un fuego.
—¡Dioses! ¿Te pasa algo?
—No. ¿Por qué?
—¿Qué por qué? Desde que entramos no has dicho palabra.
El mago miró las vigas de nuevo, y respondió:
—Tienes razón. Es este lugar. Es… es como si fueras a una feria y todo el mundo estuviera triste. Es… es…
La puerta se abrió. Un campesino maduro, con una rama de hinojo colgando de los labios, se presentó. Era capaz de hablar sin dejar de mordisquear el hinojo, y en seguida los puso al día de la historia de aquella taberna. Había sido un lugar concurrido en tiempos de su abuelo, pero una sucesión de malos dueños había espantado la clientela. Él ostentaba ahora la propiedad pero, a pesar de que el camino era muy transitado, no quería retomar el negocio.
—¿Por qué no? –inquirió el buhonero.
—¿No ves el trabajico que llevaría levantar to’ esto? –dijo el dueño mirando el techo y resoplando.
—Nada que no compense el negocio después.
—Ya, pero es un trabajo mu’ sacrificao.
—¡Trono divino! Menos que ser buhonero seguro. Para vender baratijuchas tengo que ir de feria en feria, andando todo el día. Sin embargo aquí estás siempre bajo techo, caliente y con algo que llevarte a la boca.
—Pero hay que aguantar a borrachos, y a los que les gustan las peleícas y to’ eso.
—¡Basta con echarlos de una patada y punto! Y siempre es mejor la compañía que la soledad del camino.
—Vale. Pos te la vendo.
El buhonero abrió mucho los ojos. Sus dedos acariciaron la barra y se imaginó sirviendo las mil recetas que había aprendido recorriendo caminos, contando anécdotas y escuchando chistes e historias. Sonrió, pero era una sonrisa amarga.
—¡Dioses! Ya me gustaría, pero no tengo dinero.
—Dame una miajica. Dos reales de plata y es tuya.
—¡Sólo dos reales! –vació la bolsa sobre la barra. No llegaba. Sopesó su fardo, lleno de mercancía por vender. Luego ojeó el techo y volvió la mirada triste.
—No tiés que dármelos ahora –dijo el dueño—. T’ará falta to lo que tengas pa’ empezar.
El Buhonero sonrió de oreja a oreja:
—Te daré cuatro. ¡Qué digo cuatro! Ocho. ¡Por todos los dioses! Voy a decorarla con los objetos más raros de mi colección. La gente vendrá sólo para verlos. Y verás qué comidas. Y cuando reconstruya la planta de arriba…
Mientras oía a su amigo, el mago se apesadumbró. “Pero está muerta”. ¿Cómo decirle que aquello era un fracaso seguro? No había milagro que volviera la vida a una taberna como tampoco lo había para resucitar muertos. Sabía que iba a ser muy difícil hacérselo entender y probablemente no lo haría. Los humanos solían ser increíblemente sordos al lenguaje de la magia.
Lo vio ir de un lado a otro, sin parar de hablar, acariciando la barra, ensayando juegos de manos con los vasos y sonriendo continuamente. Se preguntó qué sería más doloroso, si destruir toda esa ilusión ahora o dejarla morir en la agonía lenta de la frustración llevándose por delante plata, días y esfuerzo.
—¿Y tú qué piensas?
Se hizo el silencio. Campesino y buhonero lo miraban expectantes.
—Yo… mmm… —“Cuanto antes, mejor”, pensó, “sufrirá menos”— …yo he de decir que… —Nunca había visto los ojos brillarle así. Eso sí que era magia—. …mmm, que tengo que consultarlo con las estrellas.
Se levantó y anduvo hasta la puerta. Los goznes chirriaron. Salió y la campanilla sonó. Se detuvo en seco. Giró. La campanilla oscilaba. Lentamente posó su mano izquierda sobre el marco, la derecha sobre el pomo y con los párpados cerrados miró, y vio…
…una sala repleta de gente cantando con las jarras alzadas, las manos en el hombro contiguo, moviéndose al compás de sus corazones. Una sala casi vacía con sólo una pareja en el centro, abrazados, bailando, mientras dos velas presiden un pastel de bizcocho, mermelada y cariño. Diez zagales parapetados tras una muralla de mesas, cuando los cocineros asoman, una lluvia de cerezas estalla entre ¡ays! y carcajadas. Una mujer abraza llorando al tabernero, sus hijos están comiendo después de tres días sin probar bocado; está hambrienta pero es tan feliz que no puede dejar de llorar. Veinte parroquianos se retuercen en el suelo, ninguno es capaz de levantarse o parar de reír, ni saben que acaban de oír el mejor chiste jamás contado. Un bardo toca su laúd en el centro, todo está lleno de gente y sólo se escuchan las notas, que envuelven y te sacan el alma en lágrimas que brillan en los ojos de todos…
Abrió los párpados.
—¡Dioses, qué rápido te han hablado las estrellas! ¿Y qué dicen de lo que haré con esta tabernucha muerta?
Bajo el sarcasmo de la pregunta se escondía miedo y esperanza.
El mago sonrió.
—Un milagro.

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Jul 032013
 
 3 julio, 2013  Publicado por a las 11:11 El Mercado del Norte, Gremio de Artesanos, Gremios 2 comentarios »

Espeicas

En la antigüedad las plantas eran dioses, espíritus y magos que vivían dentro de robles y susurraban desde las flores. Nuestros ancestros descubrieron las fuerzas que estaban presentes en las plantas y las utilizaron para mejorar sus vidas.

La utilización de especias desde tiempos inmemoriables ha estado asociada a la cocina, sin embargo también se han usado en la curación y en rituales religiosos. Su simbología ha estado relacionada con la magia o el mal, al tener el poder de causar daño o sanar.

Albahaca, considerada un talismán contra el mal, antídoto contra el veneno del monstruoso basilisco, vinculado con el amor y la riqueza y utilizada en ritos funerarios. Su agradable perfume produce simpatía entre dos personas. Se cuenta que las brujas bebían media copa de zumo de albahaca antes de salir volando por los aires.

Comino, vinculado con la protección , la fidelidad, el exorcismo y antirrobo. En Alemania e Italia se pone comino en el pan para evitar que los espíritus de los bosques lo roben.

Hinojo, simboliza el valor. Los gladiadores comían sus semillas para aumentar su coraje y los anglosajones lo usaban como talismán. Asociado a la percepción, la purificación y utilizado en medicina natural.

Peregil, según la tradición sus largas raíces alcanzaban el infierno, así, representa el mal. En la Grecia clásica, donde era símbolo de olvido y muerte, se convirtió en hierba funeraria. En la tradición judía se usa como emblema de renovación en la Pésaj.

Romero, plantado a menudo en las tumbas como símbolo de inmortalidad, está asociado al recuerdo. En Europa era emblema de fidelidad y en el pasado se incluía en los ramos de novia. Los estudiantes de la antigua roma lo usaban para mejorar su concentración.vinculado con la protección, el amor, la purificación , el sueño, y la juventud

Salvia. Muy apreciada por sus poderes curativos, asociada con la inmortalidad, la protección y la sabiduría.

Tomillo, asociado con el valor, la curación, la purificación, el sueño, el amor y los poderes psíquicos.

Menta, considerada afrodisíaca y símbolo de hospitalidad. usado como protección, en adivinación y en exorcismos.

Jengibre, En Hawai esta asociado al emblema de la realeza, su raíz comestible es muy picante y va unida a la pasión y el éxito. Objeto de comercio durante mucho tiempo su elevado precio lo asoció con la riqueza y el poder. En las islas del pacífico, los Mascay lo mascan y escupen en el lugar enfermo para curar, lo mismo cuando están en el mar, para detener una tormenta que se aproxima.

Ginseng, vinculado a la  curación, el amor, la belleza, la inmortalidad, el deseo sexual y la longevidad.

Canela, símbolo de renovación. Muy apreciada y costosa ha sido usada como afrodisíaco. Vinculada a la espiritualidad, el éxito, la curación, el deseo sexual, la protección y el amor.

Nuez moscada, usada como afrodisíaco, se convirtió en símbolo de riqueza en los siglos XVIII-XIX cuando quienes podían permitírselo la importaban para rallar en las comidas.

Clavo, símbolo de amor, protección y riqueza.

Nuez de areca (betel), efecto euforizante. Asociada con la hospitalidad, la reciprocidad y la fertilidad. Para los vietnamitas símbolo de amor y matrimonio.

Mirra, usada como incienso en ritos religiosos, simboliza el ascenso dela oración al cielo. Asociada con la pureza y la dulzura. En el antiguo Egipto se usaba en la momificación y se vinculó a la muerte.

Azafrán, usado para teñir las túnicas de los monjes budistas, es símbolo de humildad. Se vincula con el amor y la magia de las visiones. Los fenicios preparaban dulce de azafrán en forma de media luna que comían en su honor. En Irlanda las sábanas se lavaban con una infusión de azafrán para que los brazos y las piernas se fortaleciesen durante el sueño, y los antiguos persas lo utilizaban para levantar vientos.


Fuentes
Signos y símbolos. Autor: Miranda Bruce-Mitford y Philip Wilkinson. Editorial: Alhambra.

Enciclopedia de las hierbas mágicas Autor: Scott Cunningham. Editorial: Arkano Books