Jul 292013
 

Todas las noches me siento en mi silla, delante de mi portátil y con la tenue luz que me proporciona una lámpara que tengo justo detrás. Como no estoy solo en casa me pongo los auriculares y busco, o entre mi música, o en algún canal de Youtube, la música de la jornada de trabajo (normalmente algo épico, como Hans Zimmer). Cierro los ojos unos segundos y absorbo las vibraciones que hay en el ambiente.

Cierra los Ojos


Cierra los Ojos, por David Revoy

Cuando los abro ya no estoy en mi habitación: el frío suelo gris se ha convertido en un manto de fresca hierba verde, el techo es un inmenso cielo azul por  el que vuelan jinetes montando a sus dragones. Enseguida llega mi corcel, lo monto raudo, saco el arco, preparo una flecha, disparo y acierto entre los ojos del pérfido nigromante que intenta conjurar un ejército de malvados esqueletos para dominar el reino. Sigo cabalgando, hasta que llego a un lago de aguas cristalinas donde las ninfas de los bosques cantan y bailotean… La suave brisa invita a tener un plácido sueño. Bajo de mi corcel, me tumbo en la hierba y cierro los ojos.
Cuando los vuelvo a abrir, ante mí, hay mecanografiadas hojas y hojas de las aventuras de algún valiente caballero, o de alguna intrépida y aguerrida doncella, que buscan saciar su sed de aventuras en el mundo que poco a poco voy creando.

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