Todas las noches me siento en mi silla, delante de mi portátil y con la tenue luz que me proporciona una lámpara que tengo justo detrás. Como no estoy solo en casa me pongo los auriculares y busco, o entre mi música, o en algún canal de Youtube, la música de la jornada de trabajo (normalmente algo épico, como Hans Zimmer). Cierro los ojos unos segundos y absorbo las vibraciones que hay en el ambiente.
Cuando los abro ya no estoy en mi habitación: el frío suelo gris se ha convertido en un manto de fresca hierba verde, el techo es un inmenso cielo azul por el que vuelan jinetes montando a sus dragones. Enseguida llega mi corcel, lo monto raudo, saco el arco, preparo una flecha, disparo y acierto entre los ojos del pérfido nigromante que intenta conjurar un ejército de malvados esqueletos para dominar el reino. Sigo cabalgando, hasta que llego a un lago de aguas cristalinas donde las ninfas de los bosques cantan y bailotean… La suave brisa invita a tener un plácido sueño. Bajo de mi corcel, me tumbo en la hierba y cierro los ojos.
Cuando los vuelvo a abrir, ante mí, hay mecanografiadas hojas y hojas de las aventuras de algún valiente caballero, o de alguna intrépida y aguerrida doncella, que buscan saciar su sed de aventuras en el mundo que poco a poco voy creando.
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Es como si escribieran sobre uno mismo… Cuantos habremos asi, con tanto en comun, las mismas costumbres e incluso manias. En definitiva, movidos por una ilusion y sueños que nos mantienen mas vivos que nunca.
Supongo que eso es lo que hay que transmitirle al lector, ese mundo que imaginamos en nuestra mente momentos antes de plasmarlo sobre papel. Esas ilusiones y epseranzas de poder evadirse aunque solo sea por un instante de este mundo nuestro que a veces nos ahoga. Las promesas de vivir aventuras y descubrir lugares donde sólo nosotros hemos estado porque cuando leemos simepre nos imaginamos estos mundos a nuestra manera…
+10 puntos de experiencia 🙂
Y lo mejor de todo, es cuando la inspiración viene de la forma menos esperada. Cuando un mero hecho, un simple gesto de alguien, o incluso una sintonía, provoca una avalancha de pensamientos que terminan en la conclusión de la maldita escena que se nos atraviesa, y por culpa de la cual no se puede avanzar.
Eso es lo mejor y lo peor de esto: que la inspiración puede venir en cualquier momento de cualquier parte.
Sí es verdad que hay algo de mágico en todo esto y que, a veces, se pierde la noción del tiempo y hasta de la realidad para verse al 100% metido en el mundo que uno mismo ha creado; y escribiendo a veces como si se estuviese recordando, o como si el personaje te lo estuviese contando, en lugar de crear uno mismo. Es una sensación extraña y curiosa a la vez
Y agradable añadiría yo 🙂