Nunke esperó sentado pacientemente en la vieja silla de roble de la sala de espera de la escuela de magia perteneciente a la inmensa ciudad de Arauste. Solo tenía dieciséis años y le había costado mucho trabajo conseguir que le llamaran para hablar con el mago Tolguer.
Todo lo que contaban sobre él eran historias de batallas grandiosas en las que había salido vencedor gracias a su enorme poder y a su infinita inteligencia.
Mientras observaba a su alrededor el ir y venir de los alumnos con sus togas idénticas de lana negra, se preguntaba cómo sería físicamente aquel mago. Imaginaba a un hombre anciano con su barba blanca y su bastón mágico de madera, con sus manos huesudas y arrugadas y una mente llena de conocimientos.
Conocimientos que él ansiaba descubrir.
Sin embargo fue una mujer quien le recibió en la entrada de la escuela de magia, no excesivamente bella ni joven, pero atractiva en cualquier caso.
-Acompañadme, Nunke.
Y con un gesto de sus finas manos, le indicó el camino hacia el exterior.
El muchacho estaba un poco confuso, pues pensaba que rápidamente sería admitido en la escuela y admirado por sus virtudes y su valiente actitud. Mientras caminaba detrás de la mujer de cabello largo y castaño envuelta en una toga de tela
fina y colores claros, se preguntaba si el mago Tolguer le esperaría afuera.
-¿Y bien?- preguntó la mujer sonriéndole con sus ojos azul cerúleo-. ¿A qué debemos tu
visita?
Nunke la escudriñó con sus ojos sin comprender bien la pregunta. Era evidente a lo que se venía a una escuela de magia. Ante su silencio, ella se echó a reír.
-¿Esperabas a otra persona?
-Pensé que me recibiría el mago Tolguer- admitió algo avergonzado, comprendiendo que quizás él no era lo suficientemente importante como para que el ilustre mago le atendiera en persona.
-La tienes ante ti- respondió la mujer, disfrutando con descaro de la enorme confusión del joven-. ¿Qué deseas saber?
Nunke carraspeó intentando recomponerse de la sorpresa. Sus ojos pasaban continuamente de la mujer al suelo y del suelo a la mujer.
-Disculpadme, creí que todas las historias que cuentan…batallas…poder…no serían
característicos de una mujer- confesó-. Quiero entrar en la escuela de magia. Ella asintió lentamente, acariciándole con sus ojos dulces y pacientes, comprensivos, divertida ante aquel muchacho que la juzgaba sin conocerla y al que ella no se atrevía a juzgar.
El sol acariciaba el cabello rubio de Nunke, rodeándole de un aura atractivo e hipnotizador.
Sin embargo sus prejuicios le hacían dudar de lo que llevaba dentro.
–¿Crees que se nace mago o se aprende a serlo?– preguntó Tolguer cambiando su expresión amable por una seria y distante.
El joven negó con la cabeza, admitiendo su ignorancia. No era una mala señal. Cuando no se sabía la respuesta, era mejor guardar silencio.
-¿Tú qué crees? Un guerrero, ¿nace o se hace?- insistió ella.
De nuevo el silencio. El joven tenía la virtud de escuchar, observar, y esperar la respuesta de quien de verdad podía recibirla.
-Puede ser instruido-prosiguió ella-. ¿De qué le servirá? Puede aprender el manejo de la espada, el arco o la daga. Pero un guerrero no será un buen guerrero si no posee valor, astucia e inteligencia. Y esos atributos no pueden ser enseñados.
-Creo que tengo todo eso. Enseñadme- pidió el muchacho con entusiasmo y exigente
determinación.
-Cuando un hombre empuña la espada- explicó la mujer-, puede aprender movimientos en la lucha, ser más o menos fuerte, más alto o más bajo, y suplir sus carencias con otras aptitudes.En la lucha cuerpo a cuerpo no puedes decidir a qué enemigos atacar cuando todos te rodean y como una abalancha llueven de todos lados. ¿Qué harías en medio de esa situación si no fueras robusto y fornido?
Quizás serías arquero.
Pero entonces, además de puntería, deberías ser inteligente para buscar una posición
estratégica que te permitiera apuntar a tu objetivo. Y saber cómo escapar, pues si se acercan
demasiado eres un blanco fácil.
¿Llevarías una daga tal vez?
Es posible que fuera ésa tu opción. Tal vez podrías correr, ser ágil y veloz y escapar del
enemigo.
-Ya he probado todo eso- interrumpió el muchacho-, y quiero algo mejor. Deseo aprender el
uso de la magia.
-Y, ¿qué es lo que te hace pensar que si no eres bueno con la espada, el arco o la daga,
tendrás más éxito con la magia? ¿Consideras acaso a los magos como seres débiles que lo son sólo
por no ser capaces de ser otra cosa?
El joven tragó saliva, luchando por superar con éxito aquella abalancha de preguntas.
-No deseo ofenderos. Considero que los magos son superiores y tienen más poder que el
resto. Por eso y porque os admiro, deseo aprender y me pongo a vuestra disposición.
Tolguer le mantuvo la mirada, vacía, reflexiva, aceptando así su ofrecimiento.
-Bien, como deseéis.
Y con un breve gesto de su mano, le indicó a una niña que se acercase a ellos. Grácil,
delicada, demasiado pequeña para ser fuerte, con su cabeza adornada por unos cabellos finos y
claros atados en una laboriosa trenza.
-¿Una niña? ¿Qué va a enseñarme una niña?- se sobresaltó el joven algo indignado y
confuso.
Tolguer alzó una ceja, comenzando a desvelar la verdadera personalidad del joven.
-Lo primero humildad, inocencia. Te hará perder la soberbia.
Nunke bajó un segundo la mirada empezando a sentirse enojado. No le gustaba que le
manipularan ni que intentasen reírse de él.
-¿No vais entonces vos a enseñarme?
-Yo no he dicho eso. Antes de tomarte como mi alumno, deseo saber si posees las verdaderas
cualidades.Acompáñame.
Y siguió con fingida docilidad a la mujer y a la niña hasta la orilla del río. Después
caminaron hasta la entrada de una cueva, en la que jamás Nunke hubiese entrado sin una espada.
La boca era oscura y rocosa, y en el suelo podían verse restos de pelo y tierra removida.
Mientras ellas se paraban ante la entrada, el muchacho observó con ojos fríos y labios
apretados. La niña se adelantó con lentitud y suavidad y al instante un bramido llenó sus oídos.
El joven dio un paso atrás, dispuesto a salir corriendo, pero su orgullo se lo impidió. No iba
a mostrarse cobarde ante una mujer y una niña pequeña.
Ante ellos se mostró el enorme y mortal oso, con su espeso y tupido pelaje negro, con las
fauces hambrientas y los ojos hirviendo en sangre.
Nunke trataba de contener el temblor de su cuerpo, apretando cada músculo y presionando
con fuerza su mandíbula.
En ningún momento Tolguer echó la mirada atrás, lo que para él resultó un tremendo alivio.
Y entonces la niña se arrodilló ante el animal, alzó una mano y cerró los ojos. Su
tranquilidad envolvió a la bestia, volviéndola dócil, inofensiva, al tiempo que olisqueaba su pequeña
mano.
El muchacho no comprendió el objetivo de semejante demostración, y, mientras caminaba
nuevamente tras la mujer, se preguntaba qué sería lo siguiente.
Y fue entonces cuando se vio ante una anciana de piel oscura y cabellos blancos. Ella no
advirtió la presencia de ambos en su salón mientras cocía pócimas y añadía ingredientes en una gran
olla al fuego. Y si lo hizo, no se dignó a saludarles.
Continuó con su labor ignorándoles, centrada en echar la cantidad exacta de hierbas al
caldero.
Tolguer salió en silencio de la estancia y en esta ocasión tampoco miró al muchacho.
No entendió él lo que quería mostrarle, ni cómo iba a saber si poseía cualidades suficientes
para ser mago si no le ponía a prueba y ni tan siquera le miraba.
Finalmente le llevó al valle, iluminado por el sol abrasador, en el que descansaban pequeños
árboles junto al río.
-No quiero dominar animales ni fabricar pociones- estalló el joven, que ya no podía más-.
No es eso lo que quiero aprender.
-Bien, entonces ¿qué quieres ser?- preguntó la mujer, conocedora de la respuesta.
– Quiero ser fuerte, el más fuerte, luchar y vencer.
Tolguer sonrió de nuevo, y el muchacho volvió a notar su enorme atractivo.
-¿Lo que quieres es esto?
Y, sin apenas moverse, con un mínimo gesto de su mano, levantó las palmas hacia arriba y
una pequeña llama apareció en ellas. La mujer las contempló con enorme admiración,
reverenciándolas, como si fuera la primera vez que las veía. Y, adelantando ambas manos, las arrojó
contra unos troncos de madera recién cortados que yacían en el suelo. Ardieron éstos, y Nunke al
fin sonrió.
-¿Quizás esto?
Ella cerró los puños con fuerza, concentrando la mirada en una enorme roca y apretando los
labios mientras sus ojos se volvían de nuevo inhumanos.
La roca saltó en mil pedazos.
La alegría era evidente en los ojos de Nunke, que reprimía su deseo de saltar como un
chiquillo, contemplando admirado cómo al fin aquella mujer le daba lo que él ansiaba ver.
-¡Sí, eso es!- exclamó.
Entonces ella bajó las manos y le miró de forma compasiva. Era lo que se temía.
–Siento decirte que no podrás conseguirlo. Mientras estés bañado de ambición, soberbia y
prepotencia, mientras no desees empezar el camino desde abajo, desde el principio,mientras anheles
elegir lo que te gusta sin aceptar lo que de verdad eres, jamás podrás ser un mago.
Nunke mostró una expresión enojada. No le gustaba su respuesta, ahora que al fin veía lo
que tanto ansiaba.
-Esa niña tiene un don, el don de la naturaleza. Algún día crecerá y su poder lo hará con ella.
Después será una mujer, y tal vez desee cultivar sus conocimientos y emplearlos para la
curación, a través de pociones, hierbas y conjuros. Más adelante tal vez desee luchar, aprender los
fuegos blancos, el poder de los rayos, y la fuerza de las aguas.
Pero por más que desee todo eso, fracasará si no se conforma con ser lo que es.
Y tú eres un joven que huye de sus fracasos, de su falta de fuerza con la espada, de su escasa
destreza con el arco, buscando refugio en la magia. Y así jamás serás nada.
-¿Cómo puede saber eso si apenas me ha mirado?- protestó Nunke sin ocultar su enfado.
-No he querido hacerlo para no prejuzgarte. Los ojos a veces nos dan una imagen que no es
real. No huiste en la cueva del oso, luego eres valiente, más lo primero que sentiste al ver a la niña
era que estaba por debajo de ti en conocimientos. Prejuzgaste y la despreciaste por su edad.
Igual te ocurrió ante la sanadora. Esperabas una mujer de piel blanca con una toga de seda
de idéntico color. Te ofendió que no nos hablara en lugar de comprender lo importante que es dejar
trabajar a quien estudia y practica la magia.
Juzgas a los demás sin conocerlos, a pesar de que deseas de verdad aprender.
Sin embargo te mostré mi magia. Y eso sí era lo que esperabas, incluso aunque no creías que
fuese capaz de hacerlo una mujer.
No importa cómo ganes una batalla, si con magia o con espadas. Lo importante, lo único
importante, es el camino que sigues y cómo lo sigues hasta llegar a ella.
Podría enseñarte la magia. Pero no puedo enseñarte todo lo demás. Debes ser tú quien lo
aprenda de la vida y de las experiencias. Créeme, tu camino va hacia otro lugar.
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Seguro que te sale! !!Cuidado con estar cerca de las risas maléficas que todo se pega….Lo esperamos impacientes
Estoy oyendo esa última risa tuya maléfica y distorsionada retumbando en mis oídos y acompañada por una música terrible y siniestra.
Y tengo miedo! !
Escribir y leer, que gran placer!! Cada relato que recibimos es una grata sorpresa para nosotros. Disfrutar de ellos y de vuestros comentarios es la leche. Y no os digo nada de las maléficas risas de Aven cada vez que resuenan en las paredes de la cueva, es decir cada vez que llega un nuevo relato, una nueva propuesta o una confirmación a algún nuevo proyecto (vamos a idea nueva por día, las está poniendo todas en marcha y no le sale humo de la cabeza todavía pero creo que no falta mucho), Sonia te quedas corta si solo es miedo lo que te provoca. Yo más bien diría pavor, pánico, espanto y desasosiego todo junto y de golpe. 😉
Muchas gracias por estas palabras.La mejor recompensa de quien escribe es oír lo que siente quien te lee.Es un privilegio poder colaborar con el proyecto,y dar más sentido a esos momentos en los que las manos se pierden sobre el teclado y la cabeza viaja muy lejos sin casi darnos cuenta.Ahora deseando que llegue el próximo tema! !!
Si todos los colaboradores llevaran vuestro ritmo iriamos a tema por semana xDDD. Aunque no tengo ningún inconveniente en ello claro 🙂
Espero que el próximo reto sea un reto que ponga a prueba vuestras habilidades como escritores, toca tema concreto y me voy a aprovechar de ello umhahahaha!!!
Gracias a ti por tus participaciones, como ya te dije me ha gustado como has utilizado la fantasía para hacernos llegar una gran moraleja. Esto de ser madres nos hace sacar enseñanzas de casi todo lo que tocamos ;-). Se me acaba de ocurrir una idea maléfica y voy a escribir mi relato siendo mala malísima… je, je, je. Se acabaron las enseñanzas. A ver si me sale!!
Cuando llegué al Proyecto Gólem creí entender al instante cuál era el fin que buscaba. No obstante, es leyendo relatos como éste de Sonia, que entre sus párrafos transmite de manera tan sublime qué opinión tiene del tema de la convocatoria, cuando realmente uno se da cuenta de lo interesante y mágico que puede ser «el modo» de participar en esta genial iniciativa de Tierra Quebrada, tanto para los que escribimos como para los que, también, leemos.
Debo reconocer, como bien me dijo Aven no hace mucho, que el listón está terriblemente alto. De seguir a este ritmo, auguro una fabulosa contienda en la que cada escritor y escritora deberá sacar a relucir sus mejores relatos, convocatoria tras convocatoria, para no quedarse atrás;)
Es cierto que con cada nueva edición el nivel sigue subiendo pero eso es solo gracias a vostros y a vuestro esfuerzo. Y nos alegra ver como poco a poco se va consolidando, y más aún esta sana competición entre escritores xDD. Vamos a tener que conseguir patrocinadores para empezar a entregar premios a los mejores relatos de cada edición 🙂