Si un día, de repente, sin previo aviso, como por arte de magia, aparece un mensaje en tu ordenador en el que te piden que escribas un mínimo de 200 palabras sobre lo que te sugiera la frase mundos de fantasía, ¿tu que harías?. Podrías escribir un mini relato fantástico en el que el bueno al final muere (ahora está de moda), podrías dar consejos sobre cómo, dónde, cuando y porqué escribir fantasía. Podrías hacer referencia a aquella novela que despertó en ti la necesidad o la fascinación por los mundos fantásticos. Podrías hablar sobre la necesidad de creer en algo mejor o peor de lo que ves día a día. De Aones, de dragones, de Bodarita, de molinos que son gigantes, de Ember, de niños mentirosos y sus consecuencias. Demasiado amplio…
Cierro los ojos, pienso en tantas y tantas historias escritas por otros tantos hacedores de fantasía. En las palabras que nunca llegaré a leer (no por ganas sino por falta de tiempo). En frases que me inspiren, en anécdotas que me den pie para contar una historia, en conocidos que se transformen para crear un nuevo personaje, en personajes que otros crearon. Pero nada. No pasa nada. No vienen a mi mente mundos maravillosos o terribles, ni historias con un principio, un desenlace y un final o algo que pueda medio parecerlo. A veces, muchas veces, dejo pasar los días a la espera de una idea genial que no llega. Sin darme cuenta la vida, mi vida se va llenando de momentos, de viajes, de palabras, de imágenes, de conocidos y amigos, de sentimientos, de olores, de sonidos que me hacen crecer.
Así que, me siento frente a una hoja en blanco, con un boli bic azul o frente a la pantalla de mi ordenador bajo la suave luz que entra por la ventana del ático, con el teclado rozando mis dedos y mi humeante taza de té impregnando el ambiente con su aroma o mi fiel cervecita burbujeando en tonos dorados. Desplazo la mano derecha hasta el ratón y, después de buscar unos minutos, le doy al play de alguna recopilación de esas que guardo sin mucho orden en el interno cerebro de mi solícita máquina. Y cuando la música comienza, vuelvo a cerrar los ojos.
Y es entonces, en ese mismo momento, sin aparente orden ni concierto, cuando imagino mundos de colores, grises, preñados de sol o neblinosos llenos de la nada más absoluta. Mundos inspirados por la música; personajes con los que quisiera pasar las horas y los días compartiendo silencios e historias, pues algunos me adentran en su universo como si lo estuviera viviendo, aunque otros escupen sus palabras y llego a odiarlos, y por el poder que me confieren las letras acabo con ellos, o no; calles de ciudades oscuras, caminos de verdes parajes, pequeñas casitas acogedoras o fríos pisos inhabitados; seres que podría encontrar a la vuelta de la esquina o en mis peores pesadillas. Todo podría ser así o al revés, porque es lo que tiene la fantasía, que es fantasía y puedo imaginar y dejar que mi mente siga creando mundos.
Nunn
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Lo creas o no, leerte, o, mejor dicho, mientras te leía ya cerca del final, has llevado a mi mente ese momento inspiratorio en el que la idea que intentas expresar o transmitir se ha transformado, en escasos segundos, en el que será un nuevo proyecto para mí, una vez finalice el que tengo entre manos. Y a medida que voy pensando en él, mejor me parece.
Un post genialmente escrito. Gracias 😉
Gracias a ti Jorge, saber que, aunque solo sea por unos segundos, he conseguido transmitirte esa idea que al menos tu y yo sabemos ya es un gran aliciente para mi ;-). Espero que ese nuevo proyecto tuyo vea pronto la luz y poder disfrutar de él.
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