Posiblemente la mente del lector busque las referencias clásicas cuando nos referimos a un mundo fantástico. Es muy evidente que tanto Tolkien, como R. E. Howard y otros autores asentaron las bases de lo que en estos momentos conocemos como literatura fantástica. La creación de nuevos mundos, poblados de seres extraordinarios extraídos de la imaginación, más o menos fértil, forma parte de la base de toda historia basada en la fantasía. Pero, desde mi punto de vista, utilizar este argumento se me antoja ya muy manido, puesto que creo que se ha sobreexplotado demasiado.
Existen tantos mundos de fantasía como autores del género, pero prácticamente casi todos comparten multitud de elementos comunes entre sí: orcos, trasgos, magos, elfos, dragones, enanos, huargos, lobos, grandes águilas… Si enumeramos las criaturas que poblaron la Tierra Media, Hiperbórea o Narnya (sólo por citar unos cuantos), encontraremos un largo popurrí de ellos en casi todos los “nuevos mundos” de fantasía. Quizá sea mucho más atractivo para el lector crear un mundo fantástico lo más realista posible… y aún así se me antoja una labor demasiado complicada, he de reconocer. Si buscamos los estereotipos de la fantasía más comunes para buscar la complicidad del lector… ¿Por qué buscar lejos de nuestro mundo?
Para mí es mucho más sencillo nadar en las fuentes históricas y utilizar el mundo actual para crear mi propio mundo de fantasía. Reconozco que soy un apasionado de la historia, y se me hace sencillo buscar y rastrear en los libros toda la documentación que sea necesaria para ambientar mis historias dentro de un contexto histórico.
¿Para qué inventarme unas Montañas Nubladas, si tenemos a nuestro alcance los Alpes, los Pirineos, los Cárpatos y tantas cadenas montañosas que no le van a la zaga? Tratamos de crear una poderosa ciudad medieval, al estilo de Minas Thirith, cuando tenemos a nuestro alcance la maravilla sin igual de Constantinopla, o las ciudades medievales como París, Roma, Praga, Toledo, Sevilla, etc. Si nuestros personajes deben atravesar un Gran Río, ahí tenemos al Rhin, al Elba, el Tajo y otros tantos ríos exuberantes. Queremos crear un bárbaro venido desde las regiones de Cimmeria, cubiertas por el manto eterno de la nieve… y tenemos a nuestro alcance todos los países nórdicos, cuna de los temibles vikingos y otros clanes de guerreros.
Los orcos, trasgos, huargos y demás pueden ser demonios surgidos desde algún oscuro infierno, invocado por su señor oscuro… y a lo largo de toda la Europa Medieval las torres solitarias pueden ser extraordinarios cubiles de seres demoníacos al más puro estilo de R. E. Howard. Queremos que nuestros personajes visiten mundos orientales exóticos, y ahí tenemos el mundo musulmán de Al-Andalus, las ciudades deslumbrantes de Bagdag, Marrakesh, El Cairo… Si deseamos que nuestros personajes exploren las tumbas olvidadas de una civilización extinguida… ahí tenemos los túmulos celtas, prerromanos, visigodos, los túmulos del Antiguo Egipto, las tierras de Mesopotamia y sus antiquísimos imperios nacidos en los albores de la historia. ¿Queremos un mago en nuestra aventura? Desde el clásico druida, o el monje misterioso versado en terribles rituales oscuros, o el alquimista siniestro del Bazar de Damasco, o quizá el sabio Rabino que habita en las callejuelas del barrio judío de Praga. ¿Queremos huargos? Se podría decir que prácticamente toda Europa fue territorio plagado de lobos de todos los tamaños y clases. Los bosques que se extendían en todos los rincones de los reinos cristianos podrían rivalizar con El Bosque Negro de la Tierra Media… y la considerable extensión sin explorar de muchos de estos territorios podrían acoger cualquier reino olvidado.
Creo que si se acude a las fuentes históricas, conjugar fantasía con historia te permite crear un mundo extraordinario, palpable por el lector pero plagado de numerosas sorpresas. Por mi parte, El Mundo de las Sombras, donde cohabitan los vampiros, inmortales, hombres lobo, magos, demonios y otras criaturas con los humanos durante la Europa Medieval, interactuando en el mundo histórico y estableciendo esa base histórica como contexto principal de nuestro mundo, es fascinante y un reto precioso. Quizá sea muy necesario un buen trabajo de documentación histórica, lo reconozco, pero los resultados del mundo de fantasía que puedes crear los tienes ahí, al alcance de tu mano. Por supuesto que existen muchos mundos de fantasía que han obtenido excelente resultado, pero siempre se parecerán al mundo creado por otro autor anteriormente. Y, si tienes que inspirarte en algún mundo ya creado… ¿por qué no hacerlo con nuestro propio mundo?
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Totalmente cierto, aunque, bajo mi punto de vista, con ello estariamos hablando de dos subgéneros distintos. No cabe duda que el propuesto resulta muy atractivo, conociendo a través de la novela lugares reales que tienen un embrujo en principio inimaginable para nuestro mundo (también entra aquí el estilo del autor, como ejemplo tenemos a Anne Rice que no importa que describa callejuelas de ciudades del siglo xvii o xx, siempre son misteriosos y mágicos, por muy pordiosieros que sean realmente), pero muchas veces lo que queremos es perdernos por completo de este planeta (mucho autor incluso lo preferirá por la flexibilidad total que le da, que ésa es otra).
Habrá que seguir tu trabajo, que se vislumbra algo bueno tras leer este artículo…
A mí, por ejemplo, el mundo descrito en «Las aventuras del barón Munchausen», tanto en las novenas como en la genial película, me parece fascinante. O, quizá, el mundo del Principito, los escenarios tenebrosos de E.A. Poe (acongojantes, me fascinó tanto El Escarabajo de Oro como los Crímenes de la Rue Morgue, por ejemplo), nos transportan a lugares conocidos pero a la vez fantásticos. Anne Rice te transporta a una Louisiana mágica, e incluso R.E. Howard nos describe un mundo estremecedor en «Las extrañas aventuras de Solomon Kaine» dentro de la ambientación victoriana. Creo que la clave es conseguir dar con la «tecla» que, de pronto, logre teletransportarnos a ese mundo de fantasía «conocido».
Por otra parte, este tema de muchísimo que hablar largo y tendido.
PD: agradezco los piropos, jejeje.