Abr 042014
 
 4 abril, 2014  Publicado por a las 11:11  Añadir comentarios

Pocas veces había sentido tanto miedo como en esa ocasión, mientras se adentraba en la oscura y estrecha gruta. Lo habían visto volar sobre la Cordillera Roja y aterrizar sobre uno de los montes de la Laguna del Dragón. Su envergadura era imponente en el cielo. Por eso le temblaba el pulso, y sólo su fuerza de voluntad le hacía seguir adentrándose por la estrecha galería, sin que el pánico se adueñara de él.

La mujer de cabellos dorados que le acompañaba, parecía no sentir ni un ápice de terror. Él debía protegerla a toda costa. Lo juró por su mujer. Dio su palabra. Ella avanzó con paso lento pero decidido hasta una gran caverna sobre la que descansaba la enorme bestia y se quedó contemplándola llena de admiración. El hombre se interpuso entre ambos, levantó su hacha de combate y se escondió detrás del enorme hoplón adherido a la zurda. Relatos de fantasía - Guerrero y Sacerdotisa

El dragón parecía dormido. Su enorme cabeza descansaba sobre una de sus patas, mientras que su cola se enroscaba alrededor de su cuerpo. El guerrero continuó andando con cautela hasta situarse a unos pocos pasos. Un presentimiento le recorrió el cuerpo. El hombre bajó la guardia y envainó el hacha.

— Deja de fingir, sé que estas despierto.

La bestia alada abrió los ojos y cuando el tercer párpado, el llamado nictitante, se retiró, emergió un iris de un brillante amarillo metálico en contraste con una negra pupila con forma vertical, muy parecida a la de un gato. El dragón levantó su enorme cabeza y miró al extraño que se había aventurado en su guarida, sin perder de vista a la mujer de cabellos dorados.

— Es difícil ver a un hombre con esas cualidades. — Tronó una voz grave, que retumbaba en toda la galería. — O quizás no sea un hombre el que se estremece sólo con verme… — El hombre se mantuvo en silencio. — Normalmente, los osados que se atreven a entrar en mi guarida, — El dragón mantenía un tono sereno y calmado, como si aquello le aburriera e importunara. — no guardan sus armas cuando me ven. Dime pequeño hurón ¿Vienes en busca de fama? ¿Acaso es honor de caballero lo que quieres? ¿O simplemente son las escamas o los dientes de mi cuerpo lo que buscas?. Huelo a magia, — Ahora su tono comenzaba a ser amenazador. — la percibo a tu alrededor. No eres un simple guerrero. ¿Qué es lo que quieres… ¡Mestizo!?.

Tu consejo. — Respondió tajante.

— ¿Consejo? — Rio airadamente, aquello había captado su atención. — Esto comienza a divertirme. A lo mejor debería de devorarte ahora mismo y no andarme con miramientos, no me gusta que me molesten cuando descanso. Te daré tu consejo, pero mide bien tus palabras, no me gusta demasiado perder el tiempo con tonterías.

— No soy el que ha venido a verte. — Dijo el hombre señalando a la mujer de cabellos dorados.

— Adelántate muchacha. — El dragón elevo su cabeza por encima de su cuerpo para poder apreciarla mejor. — ¡No voy a hacerte daño! A lo largo de mi solitaria vida no he encontrado a nadie que simplemente quiera conversar conmigo, y mucho menos aprovechar mis años de experiencia. Me agrada que me traten como a un sabio y no como a una bestia. — La mujer de cabellos dorados se le acercó muy lentamente hasta que se puso justo delante de él, tocándole. El dragón se estremeció con el calor que irradiaba la diminuta mano que se posaba sobre la punta de su cola.

— Quisiera…

— Antes de nada muchacha, he de decirte que los consejos son sólo eso, consejos. Es quien los pide quien debe discernir si seguirlos o no, para eso están al fin y al cabo. La sabiduría no radica en quien los da, sino en saber de quién recibirlos. — El reptil esperó a que sus palabras surtieran su efecto. — Puede que yo no sea el más apropiado para dártelo, pero aún así lo hare. — La mujer meditó unos instantes sus palabras.

— Soy una sacerdotisa de una diosa que… — Comenzó a decir. — La lucha que tienen los de tu especie… — La mujer no sabía cómo expresar el mensaje. — Los dragones que fueron domesticados para…

— Respira hondo muchacha e intenta tranquilizarte, sino esto se puede eternizar, y aunque mi paciencia es casi ilimitada, no es eterna. ¿Haz tu pregunta?.

— Sobre mis hombros recae la carga del destino de la guerra que pronto se desatará en Weirshad.

— Eso suena un poco desmedido ¿no crees?. — Respondió el dragón escéptico.

— Los hombres del valle han domesticado a tus congéneres durante generaciones. — La muchacha ignoró las últimas palabras de la bestia. — Ahora se enfrentan en una lucha celeste y sin sentido, controlados por seres inferiores.

— ¡Ah, esas lagartijas aladas!.

¿Qué los motiva a luchar?, no es su guerra…

— Tu misma lo has dicho.

— Pero tú no luchas en esta guerra. ¿Por qué?

— ¿Qué soy para ti?

— ¡Un dragón! — Respondió la muchacha con obviedad.

— Me refiero a si ves alguna diferencia en mí con respecto a mis hermanos.

— Sí, que tú eres mucho más grande que cualquiera de ellos.

— Todavía no soy para ti más que un dragón parecido a otros cien mil dragones. Y no te necesito. Y tú a mí tampoco me necesitas. No soy para ti más que un lobo parecido a otros cien mil lobos. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo. Yo seré para ti único en el mundo. — El dragón suspiró hondo, desconsolado. — Y entonces tendrás algo que yo jamás podré soñar en mi solitaria vida…

— ¿Pero tú eres un ser racional?, no eres un perro que depende de su amo…

— ¿Ves como no soy el más indicado para darte consejos? Quizás deberías dirigirte al hombre que habla con las bestias.

Dijo el dragón mirando al personaje que ahora descansaba, apoyando una pierna sobre una piedra.

— ¿Cómo lo sabes? — Le respondió sorprendido al dragón.

— ¿Cómo sabías que no estaba dormido? — Le contestó retóricamente.

— Aún no me has respondido, ¿Qué les impulsa a luchar a los dragones, cuando podrían dominar a su amo? ¿Qué les impulsa a luchar a unos seres racionales?, lo que nos diferencia de las bestias es la razón. — Le instó al dragón impaciente.

— Cuando alguien es domesticado pierde su libertad y deja de ser racional. Es muy simple muchacha: sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos. — El hombre recogió sus cosas dispuesto a irse. — A él aún no le han domesticado, es libre y vive como lo que es, un dragón. — La mujer de cabellos dorados miraba a la magnífica bestia sin perder un solo detalle de su silueta.

— Ves muchacha cómo no soy el más indicado para darte un consejo…

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Conversando con un dragón por Sergio García
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Sergi García López

Aficionado a la fantasía épica y a la historia, tanto en cine como en novela, ha crecido leyendo a Tolkien y Massimo Manfredi entre otros. Su formación técnica en informática no le ha impedido dejar volar su imaginación y lanzarle a plasmar sobre el papel la magia de sus propios mundos, guiado por la creatividad y las ganas de compartir nuevas historias.

  6 comentarios en “Conversando con un dragón por Sergio García”

  1. Acusar de manera pública, libre y gratuitamente, de no corregir los relatos que realiza un autor y de hacerlos «a la carrera» e insinuando implícitamente la dejadez del mismo, sin decir porqué, tampoco habla bien de un crítico. Cuando se acusa de manera pública, hay que contestar de manera pública, de lo contrario lo que se hace es «tirar la piedra y esconder la mano» y ensuciar el nombre de quien lo ha escrito sin ningún coste.

    Repito la pregunta:
    ¿Me podrías decir más concretamente que es lo que le falta de corregir al relato? ¿Cuales son sus fallos? Lo digo porque soy un escritor novel y me gustaría saberlo para no cometer los mismos errores.

    • Chico, si tampoco pretendo «ensuciar nombres» ni echar por tierra lo que hace otro autor, que es tan fácil como pedir la moderación del comentario o su eliminación porque te puedas sentir atacado u ofendido (lo cual no fue en ningún momento mi intención, desde luego). En fin, he aquí:

      Me refería a cosas como esos puntos tras los signos de interrogación o exclamación. En la Rae encontramos esto:

      c) Tras los signos de cierre puede colocarse cualquier signo de puntuación, salvo el punto. Lógicamente, cuando la interrogación o la exclamación terminan un enunciado y sus signos de cierre equivalen a un punto, la oración siguiente ha de comenzar con mayúscula (→ mayúsculas, 3.4.1):

      -No he conseguido el trabajo. ¡Qué le vamos a hacer! Otra vez será.

      Entonces, según esta regla, te pongo a continuación las frases que encontré en tu relato:

      *¿O simplemente son las escamas o los dientes de mi cuerpo lo que buscas?. Huelo a magia

      *— Respira hondo muchacha e intenta tranquilizarte, sino esto se puede eternizar, y aunque mi paciencia es casi ilimitada, no es eterna. ¿Haz tu pregunta?. (Por cierto, dos cosas. ¿De verdad va lo de «Haz tu pregunta» con interrogantes? Y la otra, ese «sino» va separado, pues remarca qué sucederá si «no» se tranquiliza. En ejemplos se ve muy bien esto:
      -No llores, sino ríe.
      -Intenta tranquilizarte, si no esto se puede eternizar).

      *— Eso suena un poco desmedido ¿no crees?.

      *— ¡Ah, esas lagartijas aladas!.

      Esto es otra cosa:

      *¿Qué les impulsa a luchar a unos seres racionales?, lo que nos diferencia de las bestias es la razón.

      Aquí, tras el cierre de interrogación, no hay que colocar ni punto ni coma, tan sólo un espacio en blanco seguido de mayúscula. ¿Por qué? Porque la coma tras el cierre de interrogante y exclamación se coloca cuando pertenecen al mismo enunciado. Más exactamente en la Rae:

      a) (cuando) La pregunta o la exclamación inician el enunciado. En este caso, la primera palabra que sigue a los signos de apertura (¿ ¡) se escribe con mayúscula y la que sigue a los signos de cierre (? !) se escribe con minúscula:

      -¿Qué sorpresas me deparará este día?, me pregunto ante el espejo cada mañana.

      Pero no es éste tu caso, pues la frase tras la coma es independiente de la cerrada entre signos de interrogación (por decirlo de otra manera, lo que hay tras el cierre no es una «explicación» del contexto de lo que se pregunta). Algo más ambiguo es lo de la siguiente frase, la cual prefiero no valorar:

      *— ¿Pero tú eres un ser racional?, no eres un perro que depende de su amo…

      ya que no estoy seguro del énfasis que le estás dando. Diría que también son independientes, pero no estoy tan seguro).

      La cuestión es que si miras el resto de exclamaciones e interrogaciones, verás que están bien, así que supuse que estos casos de arriba venían dados a la falta de corrección. Si no, todas tendrían este fallo.

      Otra cosilla. En esta otra, quizá quisiste colocar un punto y se te escapó la coma:
      *— Aún no me has respondido, ¿Qué les impulsa a luchar a los dragones, cuando podrían dominar a su amo?
      De ser así, la «q» tras el signo de interrogación debería ir en minúscula. Si es un punto, estaría bien en mayúscula.

      A estas cosas me refería, porque a la puntualización «antes» y «después» de los guiones largos ya es otro tema.

      De todas formas, te dejo los enlaces donde aparece todo esto:

      http://lema.rae.es/dpd/srv/search?id=bH8aKhoE1D6eF5Wp4C
      http://lema.rae.es/dpd/srv/search?id=BapzSnotjD6n0vZiTp

      Y ante todo, por favor, no te tomes a mal mi comentario, que no llevaba esa intención 😉 (o pide que los eliminen, ya está)

      • Gracias por el aporte, lo tendré en cuenta para el futuro ;)…

        No es enfado, el problema no es el fondo sino la forma y tienes que reconocer que decir:

        «…la corrección del relato, que no parece haberse realizado cuando su fin es el de aparecer en un medio de difusión pública y ha de hablar bien del escritor (o quizá fuera hecho a la carrera…»

        Que decir:

        «A estas cosas me refería, porque a la puntualización “antes” y “después” de los guiones largos ya es otro tema.»

        Esto último es una crítica constructiva y a ojos del que lo lea pues… Podría usar las míticas frases de «No es lo mismo…que…»

        Por eso he querido dejar las cosas claras. No tengo que borrar nada. ;).

  2. Mmm… Me he quedado algo extrañado al término de esta lectura. Por un lado por la corrección del relato, que no parece haberse realizado cuando su fin es el de aparecer en un medio de difusión pública y ha de hablar bien del escritor (o quizá fuera hecho a la carrera). Por otro, no me ha quedado muy claro el mensaje de la trama. No entendí quién o qué representa ser el caballero. Tampoco el «consejo» que le piden ni el cual dice el dragón que no puede darle. Consejo, ¿a qué cuestión? Lo poco que entendí fue que una chica llega acompañada de un caballero a la morada de un dragón y le pregunta por qué otros dragones, mucho más pequeños que él, luchan como «mascotas» de otras personas (supongo que enemigos de esta pareja). No sé, es que me resulta frustrante no terminar de comprender el relato. Si alguien lo hizo, por favor, que me lo aclare.

    • ¿Me podrías decir más concretamente que es lo que le falta de corregir al relato? ¿Cuales son sus fallos? Lo digo porque soy un escritor novel y me gustaría saberlo para no cometer los mismos errores.

      • Releído mi mensaje, la verdad es que parece más severo de lo que pretendía ser cuando lo escribía. De todas formas, te he dejado un mensaje en tu página de facebook del libro 😉

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