Drágata estaba realmente furiosa tras recibir la noticia del consejo. ¿Cómo diablos iba ella a pasar la prueba de fuego para formar parte de él, si se les había ocurrido la barbaridad de que debía demostrar que los dragones hablaban?
¿Es que acaso estaban locos? Dragones que hablan, conversaciones con un dragón, era imposible hacer algo así. Estaba cada vez más convencida de que o bien por ser mujer o por pertenecer a la familia de los descendientes de los sacerdotes que escuchaban a los oráculos, intentaban impedir que formara parte del consejo. Seguro que era eso y aquellos ancianos medio locos querían seguir haciendo de las suyas sin que nadie tomara parte en sus decisiones ni se metiera en sus asuntos. Únicamente había dos miembros que le inspiraban algo de confianza, Nuncía, la primera y única mujer del consejo que había llegado allí por méritos propios según contaban, y Avéniz, un aventurero que recopilaba información de antiguas leyendas y escribía extraños libros. Sospechaba que tal vez la idea provenía de ellos porque siempre bromeaban con mandar hordas de dragones a los enemigos cuando todo el mundo sabía que no existían.
Estaba perdida en sus pensamientos cuando sin darse cuenta había ido caminando hasta el mismo lugar de siempre, el centro del bosque de Virgin, un lugar al que solo los sacerdotes de los oráculos se atrevían a ir, pues posiblemente con sus leyendas de visiones, fantasmas y muertos habían alejado a cualquier humano que pensase siquiera en aquel lugar.
Para Drágata no era tan tenebroso, quizás porque había crecido en él y ya no le daban miedo las sombras que los árboles secos dibujaban en la tierra polvorienta. Desde luego no era peor que la aldea de casas de piedra amontonadas unas sobre otras y la enorme algarabía de sus molestos aldeanos. Se creían hombres valientes que se llenaban la boca de fanfarronerías en sus tabernas mientras el ron y el vino corrían a raudales; sin embargo rodeaban sus aldeas de altos muros de piedra para protegerse. Menudos cobardes.
Y ahora la prueba, la maldita y descabellada prueba. Estaba claro que no querían que entrara en el consejo y por un momento se preguntó si a los otros dos aspirantes les habrían propuesto la misma misión. Nestari, un joven que vivía cerca de la costa, parecía buena persona y había estudiado durante años como era común en su familia. Drágata desconocía cómo iba a enfrentarse él a la prueba del dragón, aunque quizás se inventase una historia y solo era cuestión de que le creyesen.
Por otro lado estaba Jorgax, que pertenecía a las aldeas marineras de las islas del sur, y seguramente sabía mucho de navíos y formas de pesca, pero poco sobre dragones. Deseó poder averiguar si ellos tenían que pasar por la misma prueba.
Entonces llegó por fin a la cueva, enorme, magnífica y oscura, en cuyo centro, tras perderse en la profundidad de la roca, se abría un claro que se llenaba de luz y en el que crecía un árbol majestuoso. El oráculo de Virgin.
Según había aprendido Drágata, un oráculo era una respuesta que daba una deidad por medio de sacerdotes o a través de señales físicas o símbolos. Aquellas personas especiales que demostraban saber interpretar los símbolos eran veneradas y respetadas por todos. Sin embargo no era su caso, aunque tal vez ella era aún demasiado joven o no era la elegida. Lo cierto es que todas las paredes de la cueva estaban llenas de figuras, dibujos y perforaciones, pero ella estaba segura de que las habían hecho los hombres.
Se dejó caer en el suelo apoyando su espalda en la dura corteza del árbol y sacó de su zurrón de cuero un trozo de pan. Lo mordió aunque ya se había quedado demasiado duro y maldijo de nuevo su suerte.
-Hablar los dragones, menuda idea- dijo en voz alta, y después se quedó mirando hacia arriba, al cielo, donde la luna ya había salido e iluminaba desde lo alto el agujero de la cueva. Podía verla entre las hojas y ramas de aquel árbol, en los que la luz se posaba como diminutas perlas que se movían lentamente como en un hipnótico baile clandestino.
-¿Por qué crees que es una idea absurda?- dijo una voz suave llenando al instante toda la cueva.
Drágata abrió mucho los ojos y se puso en pie de un salto dejando caer el pan y el zurrón mientras el corazón le latía demasiado deprisa. Aquello no era una voz normal, no era la de una persona. Seguramente era el miedo lo que le hacía flaquear las piernas, algo que nunca había sentido estando allí y que según su estirpe no debería sentir jamás.
-¿Quién eres?- preguntó tratando de que no le temblara la voz, al tiempo que miraba a todos lados intentando ver quién hablaba.
-¿Por qué crees que es una idea absurda?- repitió la voz- ¿Acaso no existes tú?
-¿Eres el oráculo?-preguntó Drágata quedándose muy quieta y mirando de reojo hacia los lados.
-Podemos estar haciendo preguntas toda la noche. ¿Qué te parece si respondes alguna?- sugirió la voz.
Aunque no le gustaba tener que ceder en absoluto, la joven pensó que debía hacerlo para averiguar de quién y de dónde provenía la voz.
-Soy Drágata, descendiente de sacerdotes, y para entrar en el consejo debo pasar una prueba absurda. Demostrar que los dragones hablaban- confesó.
-¿Por qué dices hablaban?- preguntó la voz-. ¿Por qué no dices hablan?
La joven empezó a pensar que aquello era divertido. Si era la voz de un oráculo sus preguntas le parecían aún más absurdas que la idea de los dragones.
-Ni hablaban, ni hablan- explicó Drágata volviendo a sentarse fingiendo tranquilidad-. Según los libros y las antiguas creencias existieron una vez, pero yo creo que solo son leyendas y falsas historias que se inventaron los hombres.
-¿Con qué fin?- preguntó de nuevo la voz.
-Para infundir miedo, para hacer que no se acercasen a lugares como éste por la simple mención de que aquí había dragones, para justificar asesinatos y aldeas arrasadas por completo diciendo que eran los dragones…- enumeró la joven-. Para cualquier cosa de la que pudiesen sacar un beneficio.
-¿Sabes qué son los dibujos que ves a la entrada de la cueva?
-Sí, dibujos hechos por los hombres para hacer creer a quien se atreva a acercarse que por aquí existe un dragón- afirmó Drágata-. No sabes la de leyendas que se inventan por ahí de ellos, sobre todo trovadores, juglares y poetas. Ganan buenas monedas inventando historias.
-¿Qué es lo que cuentan?
-¡Ja! ¿Eres un oráculo y no sabes eso?- la joven se jactó de su conocimiento empezando una larga lista de habladurías-. Según dicen, los dragones arrojaban fuego y envenenaban las aguas, pero solo lo decían para que se les considerara un enemigo común con el que todos quisieran acabar. Se les culpaba de las plagas y de las épocas en las que escaseaba el alimento, ya que no solo podían atacar físicamente, sino que además dominaban los secretos de la magia con la que podían lanzar maldiciones. Dicen que los dragones eran tan antiguos como el propio mundo, criaturas que surgieron de las entrañas del caos cuando nació nuestra tierra y también que su aspecto es aterrador, con una piel llena de escamas que actuaba como la mejor de las armaduras. Cada vez que un ejemplar moría, todos discutían quién se quedaría con la piel para usarla como armadura o escudo impenetrables. También tenían unas armas mortíferas, como eran su aliento, sus garras y su misma sangre, que resultaba un ácido muy potente al contacto con la carne humana. ¿Qué te parece todo lo que se inventan?
La voz permaneció en silencio.
-¿Sigues ahí? Y ahora además al consejo se le ocurre que debo demostrar no solo que existían sino que además hablaban- continuó Drágata-. Si me dijeran claramente que no puedo formar parte de él, me molestaría bastante menos. ¡A mí sí que me están entrando ganas de enviarles una horda de dragones a todos ellos y acabar con sus aldeas llenas de hombres bocazas y pretenciosos!
-¿Quieres que te ayude a hacerlo?- preguntó de nuevo la voz al tiempo que toda la cueva empezó a temblar y pequeños fragmentos de roca caían por todos lados.
La joven se puso de nuevo en pie alarmada mientras sentía que la voz se aproximaba y de las profundidades de la cueva la silueta de una enorme cabeza surgía dejándose ver bajo la luz. Tenía un tamaño impresionante y las escamas eran de color blanco sobre las que se reflejaba la luz de la luna hipnotizando a la joven Drágata. De su cabeza salían enormes cuernos y las escamas continuaban hasta un largo cuello que se perdía entre aquella oscuridad. Vio su reflejo en aquellos ojos de dragón límpidos y cristalinos que se asemejaban a los de los reptiles, y descubrió que no le producía ningún miedo.
-No me temes ahora que me ves- aseguró el dragón-. Ahora entiendo por qué fuiste elegida como sacerdotisa del oráculo, algo que viendo tu aspecto y actitud no lograba comprender.
-¡Santo cielo! ¿Es un truco de los hombres o realmente existes?- dijo ella dando vueltas alrededor de la enorme cabeza-. ¡Podrías matarme con solo abrir la boca!
-¿Y eso no te infunde temor alguno?
-Lo único que temo es no poder demostrarlo ante el consejo. ¡Se quedarían boquiabiertos!- exclamó Drágata sin poder creer lo que tenía delante.
-Pero como sabes no puedo dejar que lo hagas o todas esas leyendas volverían a hacerse realidad- dijo el dragón.
-¿Así que fue todo verdad?- preguntó excitada la joven- ¿Por qué temes que se repita? Debería estar en tu instinto el querer hacerlo, se supone que sois bestias sanguinarias con sed de destrucción.
-Pensé que decías que no creías en esas leyendas…
-¿Entonces es mentira? ¿Y por eso no quieres que se sepa que existes? Yo me enfadaría mucho si se contasen mentiras sobre mí- dijo la joven-. Entonces sí que sobrevolaría las aldeas y las arrasaría, al menos las casas de esos bocazas que mienten, claro que no mataría a los niños…bueno tampoco a las mujeres ni a los ancianos…
-¿Entonces cómo ibas a hacerlo? Desde el cielo y a la velocidad que vuela un dragón no puedes elegir lo que destruyes- explicó el animal-. Así que si decidieses atacar tendrías que arrasarlo todo.
Por un momento detectó cierta tristeza en la voz de la bestia.
-Comprendo- murmuró ella-. Luego entonces, ¿es verdad o mentira?
–¿Crees que si mi instinto estuviese lleno de sed de destrucción, tu gente podría vivir aquí al lado desde hace tantos años que ya ni creen que existimos?
-Entonces entiendo que habéis sido utilizados por el hombre para justificar sus matanzas y que han puesto sobre vuestros nombres horribles masacres que no habéis provocado- reflexionó Drágata-. Es una lástima que no podamos vengaros.
-No queremos venganza- dijo el dragón-. Si estáis vivos es porque así lo deseamos. Y como sabes, cuando eres elegido como sacerdote por el oráculo debes guardar secreto de por vida de su existencia.
-Y únicamente interpretar los símbolos y señales y comunicarlas al consejo…sí, eso ya lo sé- farfulló Drágata-. Lo que se reduce en que no podré pasar la prueba porque no puedo hablarles de ti…
-Pero salvas tu vida porque si sales de aquí sin hacer la promesa de sacerdotisa tendré que matarte- confirmó el dragón.
La joven se quedó pensativa unos instantes valorando cómo iba a tragarse el orgullo cuando tuviera que admitir que no podía cumplir la misión, y viera que tanto Nestari como Jorgax salían victoriosos. El próximo invierno no habría para ella un lugar en el palco junto a los demás sino que seguiría ajena a todas las decisiones que se tomasen allí dentro y en manos de las opiniones absurdas de aquellos vejestorios.
-Bien- dijo al fin la joven-, si me matas tampoco podré demostrar que pasé la prueba, pero que conste que no lo hago por miedo. Así que prometo guardar el secreto de tu existencia y como dice la tradición acudir cada luna llena a este lugar para escuchar las revelaciones del oráculo y comunicarlas a los hombres- bajó las palmas de las manos tras la promesa y añadió-. Un oráculo que por otro lado no existe y es un dragón que se esconde en una cueva.
-Dejando a un lado lo de que me escondo, el primer mensaje que deberás llevar al consejo es el de que todo hombre que forme parte de él tendrá que demostrar que la prueba que debió pasar inicialmente puede ser verificada- dijo el dragón.
-¿Y la mujer?- protestó Drágata.
-Ella no necesita demostrarlo porque estuvo aquí antes que tú- explicó de nuevo-, y ya todos saben que si dudan de su palabra sus vidas se llenarán de penurias y sus campos de plagas.
Drágata recordó entonces el año en que Nuncía llegó al consejo. Efectivamente fue un mal año para todos donde muchas personas murieron enfermas y se perdieron las cosechas. Se preguntó si fue ella quien lo provocó, y entonces empezó a sentir algo de miedo por primera vez.
-¿Nos estás utilizando para vengarte de los hombres, haciéndonos ser mensajeros de un oráculo que no existe para atemorizarlos y controlar sus acciones?
-Eres muy lista, Drágata- admitió la bestia-. La venganza por sus mentiras es algo que se debe disfrutar. Una muerte rápida no es digna de un gran mentiroso y no produce placer en quien la da. Así que como dijiste que si pudieras arrasarías sus casas, lo que deseo es que envenenes sus almas, que les llenes de miedos y creencias que gobiernen sus vidas.
Les hablarás sobre dioses que provocan catástrofes, predecirás inundaciones, incendios y guerras, y ellos a cambio te respetarán y venerarán como sacerdotisa del oráculo. Jamás dudarán de ti.
Drágata sonrió pensando que era un buen cambio a pesar de tener que admitir ante el consejo que no podía pasar la prueba. Si no podía estar dentro, sería desde fuera como manipularía sus decisiones, aquel dragón era muy astuto e inteligente. Así que salió de la cueva tras la promesa de volver cada luna llena, con la convicción de que había obtenido la recompensa de su vida, ajena totalmente a que ella era un eslabón más de aquella cadena de mentiras.
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Gracias Kainum y Nunn. Muchas gracias
Gran relato Sonia, me ha encantado formar parte de él y más con el poder del personaje que me has otorgado. ¡¡Mujeres al poder!! Ja ja ja.
No sé cómo lo haces, pero a mí, el diálogo, me ha resultado magnético. Supongo que en gran parte ha ayudado el escenario, singular y mágico, en parte la situación y por último la concisión en las respuestas del dragón. El caso es que me ha resultado enormemente vívido, real. Enhorabuena.
Gracias Nestor. Me maravilla las cosas tan diferentes que salen de cada uno. A ver con que tema alimentan nuestras cabezas el proximo trimestre.
Muy bueno el guiño a nombres y personajes 😉 Un detalle que me ha encantado. En cuanto al relato todos los pequeños detalles le dan una gran profundidad. Cuando me enfrento a un relato suelo hacer lo mismo, los pequeños detalles, la historia general e inmensa detrás de la pequeña narración es a mi entender lo que le aporta un valor añadido y una profundidad que cierra el círculo y lo transforma en algo sólido. Y el diálogo sin duda cumple. Enhorabuena, Sonia, gran relato.
Vaya….muchas gracias! Confieso que me asusté con el reto y no quise leeros hasta que no se me ocurriera algo. Aprender de otros también hace que corras el riesgo de copiar. Me pregunto si te has localizado en el relato porque sales tú!!!jajaja
Lo sé. Con Nunn no me di cuenta, pero al llegar a Aven y sus hordas de dragones se me encendió la lucecita. Ya luego Néstor lo identifiqué al instante y de ése que vive en las islas del sur… Ejem, que no tiene ni idea de dragones… (en fin… xDDDDD). En serio, muy buen relato, por composición y la forma en la transmite tu idea.
PD: Ya no vivo en islas, por si te da por meterme en otro de estos «retos» :p
He de admitir que he quedado muy sorprendido. No sé cuál será la sensación del resto, pero he notado un gran cambio entre este relato y otros de Sonia, como si hubiera evolucionado, y para mejor, desde luego. La narración, el diálogo, el carácter de la protagonista… Da la impresión de ser mucho más maduro, un conjunto que habla francamente bien de esta escritora. Mi enhorabuena por ello, por lograr hacerme sentir pequeñito a tu lado.