Cornelius Tamphels, es el encargado de investigar cada nuevo brote y su misión es descubrir porque, cuando y dónde tendrá lugar el siguiente.
Si quieres participar te recomiendo que consultes la página oficial. www.survivalzombie.es dónde encontrarás, todas las fechas y lugares de las siguentes infecciones.
Era un bate de béisbol.
Mi último recuerdo antes de caer inconsciente era su fea cara caminando hacia mí con el bate de bésibol en la mano. Coño, si hasta le dejé unos centimillos de propina por ese pacharán de garrafón y aguado ¿que esperaba, que le dieran el Top Chef por eso?
Pero lo realmente preocupante no fue el repentino ataque del camarero, ¿inexplicable?…si, ¿preocupante? no. Al menos no tanto como el ruido de un detonador segundos antes de arrancar el coche.
Todo parecía tranquilo, era el único coche del parking y no le había quitado la vista de encima, bueno tal vez un momento para ir al baño pero no era posible que alguien en tan poco tiempo hubiera puesto un explosivo.
La gente que se toma tantas molestias para mandarte un mensaje no acostumbra a fallar, así que tendré que extremar las precauciones. Su único fallo fue poner al zombie. Si, se que os parecerá raro que alguien que quiere volar un coche añada un zombie de regalo pero si vas a mandar un mensaje del tipo «¡Ehh! deja de jugar con los zombies que para eso ya estamos nosotros» lo encuentro bastante acertado. Un poco chapucero, pero acertado. Una explosión, dos cadáveres, problema resuelto.
Y seguramente así habría sido si desde que tengo uso de razón y un coche que conducir no aplicara rigurosamente la regla #31 antes de encender el motor.
El resultado, un dolor de cabeza considerable, una brecha en la frente gracias al bateador de la base 3 y un coche menos. Bonita manera de empezar la semana. Estoy deseando que acabe este maldito día y empezar de nuevo.
Sus palabras se clavan en mi cabeza como si estuviera golpeándolas con un martillo. Intento devolverle el favor con un directo a la mandíbula justo antes de descubrir que estoy encadenado a un poste.
Huele a carne podrida por aquí, pero las instalaciones parecen recientes, salvo por el maldito fluorescente del techo que se enciende y se apaga como si fuera un árbol de navidad.
El tipo sigue hablando y, aunque no consigo entender nada de lo que me dice, su sonrisa burlona me advierte que no será algo que vaya a gustarme. Tiene mi móvil y los pocos papeles que se han salvado de la explosión en la mesa de la esquina, junto a una foto de Lola Flores y una caja de twinkies. Se me ocurre que tal vez quiera invitarme a uno y le escupo la pregunta en la cara. Como respuesta solo recibo otra sonrisa burlona y un gancho en el estómago. Comprobado, él no tiene las manos atadas a un poste. Segundos después aparecen un par de tipos que me recuerdan a los celadores de mi infancia, con sus batas blancas y sus porras. Les pregunto de nuevo por los twinkies y como respuesta recibo una nueva ración de madera, si consigo salir de aquí tal vez debería plantearme asistir a algunas clases de protocolo para evitar incidentes similares en un futuro.
Con el último golpe recuerdo que en la cabeza duelen más y pierdo el conocimiento. Ya no sé si desear que acabe este maldito día para empezar otro nuevo o quedarme dónde estoy.
Sigue oliendo a carne podrida por aquí. Llevo inconsciente exactamente 3 días, 22 horas, 52 minutos y 1 segundo, dos, tres… alguien ha tenido la amabilidad de añadir a mi celda un bonito reloj encima de la puerta… ¡ehh!, espera un momento, no es un reloj, es una cuenta atrás: 3 días, 22 horas, 52 minutos y 3 segundos, dos, uno… debajo un código QR.
Se oye algún gruñido a lo lejos, incluso alguien que grita pidiendo explicaciones. Parece que no soy el único huésped de estas cuidadas instalaciones. Paredes blancas, impolutas, cubículos de 3×3 con puerta y techo solar, elevalunas eléctrico y todos los extras, includo ese maldito fluorescente de la esquina que no deja de parpadear como indicando la entrada de un puticlub. ¿Servirán vasos de leche con zanahorias aquí? Lo único que no me cuadra en toda esta escena es ese olor a carne podrida, tal vez estemos cerca de las cloacas o de un matadero industrial aunque no recuerdo haber visto ningún cartel al entrar. Bueno, en realidad, no recuerdo nada con claridad desde el Home Run de nuestro amigo el gordito del bar.
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