8 – ¡Demonios!
Una silueta indefinida está sobre el cuerpo de un ángel. Pero no en forma cariñosa ─nosotros aquí creo que ni decoramos ni demostramos cariño─. Mas bien parece que…
Fuerzo la vista para ver que es lo que realmente está sucediendo en aquella oscuridad, y me doy cuenta de que se trata de un demonio, devorando el cuerpo de algún ángel. Ando hacia atrás para intentar salir de allí sin hacer ruido. He de avisar a los Serafines cuanto antes. Pero el accidente también me ha dejado pies de pato y tropiezo conmigo mismo. El resultado: yo, en el suelo y el demonio mirándome con esos brillantes ojos rojos.
Empiezo inmediatamente a arrastrarme por el suelo intentando levantarme, pero al tener las alas tan deterioradas como las tengo, mi centro de equilibrio no está muy centrado que digamos. Consigo ponerme en pie y me doy la vuelta, para darle la espalda al demonio y salir corriendo. Lo último que veo de él es como se levanta, abre dos gigantescas alas negras y empieza a salir de la oscuridad. ¡Lo sabía!¡Ariel era un renegado! Porque intuyo que ese demonio es Ariel.
El demonio no parece poner mucho énfasis en perseguirme, algo que aprovecho yo para buscar refugio en otro callejón. Me refugio en las sombras y me hago un ovillo, quizá si no me muevo no me vea, como esos animales de los que Dios se aburrió… Pero todo aquello se me antoja demasiado similar al callejón dónde debería estar el cuerpo inerte del otro ángel. Sé que me va a encontrar y me va a matar… Empiezo a sentir tristeza… Ariel está cerca. Mi corazón late desenfrenado y creo que empiezo a llorar de miedo y no por culpa del aura del ángel de la muerte. Escucho que da un paso, otro… Cada vez está más cerca….
»Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo…
¿En serio? ¿Ahora me tiene que llegar la señal de mi protegido? Cierro los ojos con fuerza, a lo mejor el truco de los niños humanos suerte efecto y si no lo veo yo, el no puede verme, pero creo que no funciona.
Un líquido me cae en la cabeza, miro a ver que es lo que lo produce y rezo en silencio, rogando para que sea alguna cañería. Pero no… Es él, el demonio que me acecha. Tengo la sensación de que es el mismo demonio que me atacó la primera vez; el depredador de mi sueño. Lo miro a los ojos y enseguida los cierro esperando a que me mate.
Un segundo, dos segundos, tres, cuatro…
La espera se hace eterna, cuando de repente me lanza un alarido a la cara y me la deja completamente empapada en babas demoníacas. Abro los ojos y veo que se aleja volando, no puedo distinguirlo muy bien, pero creo que está herido. ¿Pero que ha pasado? Miro a la salida del callejón y veo a Ariel, que sostiene una lanza en sus brazos y me mira con aspecto sombrío. Sigo sintiendo tristeza… tengo ganas de llorar e inesperadamente para ambos, me abrazo a él.
Descubre cada lunes una nueva entrega de Babel
¿Quieres descubrir más historias? Consulta nuestra sección de relatos de fantasía
- Babel: Redención - 25 enero, 2016
- Babel: La caída del Ángel - 18 enero, 2016
- Babel: Almas Blancas - 11 enero, 2016
- Babel: Mañana - 4 enero, 2016
- Babel: Serrah - 28 diciembre, 2015