10- Serrah.
Quiero levantarme de la cama para hablar con ella pero no puedo. Mi cuerpo no responde y el intentar mover una pierna me causa un dolor más grande que el que siento cuando intento mover las alas.
La puerta de la habitación se abre y entra un hombre. Va muy elegante, con su traje oscuro, su camisa blanca impoluta, su corbata metida por el chaleco, su bombín y su reloj de bolsillo guardado en la solapa de su chaqueta.
─Serrah, querida, has de comer algo.
─No puedo, Marcel… el niño me necesita a su lado.
─Pero no vas a conseguir nada quedándote aquí sin comer, ni descansar. ¡Por el amor de Dios, Serrah!¡Tú también vas a caer enferma!
─Ojalá fuese yo la que estuviese postrada en la cama y no él…
Marcel se arrodilla ante Serrah y abraza sus piernas.
─Mi amor, también me duele ver a Nael así ─la voz del hombre se quiebra por el llanto, pero ¿por qué sabe mi nombre?─. No os puedo perder a los dos. Serrah, por favor, baja a comer algo. No puedes permanecer todo el rato aquí encerrada.
Serrah me mira y luego pone una mano sobre la cabeza de Marcel.
─Es nuestro hijo, querido… No puedo abandonarle.
Son… mis… ¿padres? ¿pero los ángeles tenemos padres? No entiendo nada. Pero mi corazón se encoje al ver a aquellos dos humanos llorando. ¿No se suponía que aquella mujer era mi encargo?¿No debía velar por su alma?¿Qué quería decirme con todo eso Ariel?
De repente las luces de la habitación, tanto la del quinqué de la pared, como la del candil de la mesilla de noche, que está al lado de mi cama, empiezan a titilar. Noto que el dolor de mi cuerpo empieza a desaparecer y puedo moverme. Siento la necesidad de decirles a mis padres que estoy curado, que podemos volver a salir los domingos a pasear al parque los tres juntos, con Brandy, el mastín.
─Ven conmigo, Nael. Tu sufrimiento ha terminado.
Ante mi está Ariel, aunque me cuesta reconocerlo. Sus alas son blancas y tiene el cabello rubio aunque igual de largo. Sus ojos siguen siendo igual de expresivos y es lo que le delata. Le doy la mano y suspiro aliviado. Empezamos a elevarnos y en la Tierra solo escucho el llanto desconsolado de mis padres. Por fin el sufrimiento de mi familia ha terminado. Por fin todos somos libres.
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