14- Redención.
Cojo a Ariel y lo dejo en el suelo. Más tarde me ocuparé de sus alas; ahora he de batallar contra dos demonios. Bato las alas con fuerza y levanto una gran polvareda; nunca antes había sentido tanto poder recorriendo mi cuerpo. Mis recuerdos empiezan a venir lentamente, tanto los de mi vida mortal, como los de mi vida como ángel. Estuve presente el día en que juzgaron y castigaron a Ariel. Recuerdo las largas noches de conversaciones con Baliel en casa, al salir de la torre de control. Incluso recuerdo como descubrí lo que ambos renegados pretendían hacer, y como Raziel me atacó y me borró los recuerdos.
Al llegar a la cima de Babel, me sorprende lo que veo: Razyel está devorando el cuerpo aún con vida de Baliel. Está postrado sobre su vientre, ensañándose con sus entrañas, mientras Baliel gimotea y le pega inútilmente mientras Raziel levanta su cara para mirarme, completamente cubierta de sangre y de trozos de intestino de ángel; veo que sonríe. Su cuerpo parece más grande y más negro; abre sus negras alas con fuerza y se vuelven de fuego, grita y alza el vuelo para perseguirme.
Lleva consigo una lanza como la que tenía Ariel y no duda en dispararme. Yo únicamente escucho como su arma escupe ráfagas de energía, como esos disparos interfieren en el aire creando ondas que puedo sentir a la perfección. No hace falta que las mire, sé por dónde viene cada disparo y no me es complicado sortearlos.
─¡No vas a escapar! ─ruge Raziel mientras noto como incrementa la velocidad.
De repente se me ocurre como puedo terminar con él y aunque es arriesgado, es la única forma que veo viable, teniendo en cuenta que él está armado y yo no.
Alzo el vuelo más rápido que él y cuando estoy a una distancia considerable me doy la vuelta y abro de par en par mis alas. Curiosamente tengo cuatro pares, un par mar que los Serafines, y relucen con un brillo sagrado. Miro a Raziel con odio y me lanzo en picado contra él.
A este parece molestarle bastante el candor de mis alas, porque con una mano se tapa los ojos, mientras que con la otra sostiene la lanza, y dispara tres ráfagas más. Ahora sé que soy un blanco fácil, pero las lanzas están pensadas para ser utilizadas con dos manos.
Un disparo me acierta en el hombro y un segundo en una de las alas. Siento dolor, pero no puedo fallar ahora, si todo sale como espero, mataré dos pájaros de un tiro.
Llego a su altura y consigo agarrarle de los hombros. Debido a la velocidad a la que voy y mi recién adquirida fuerza, lo arrastro conmigo sin ninguna dificultad.
─¿Se puede saber qué vas a hacer? ─gira levemente su cabeza y en sus ojos adivino que sabe lo que me propongo hacer─ ¿Estás loco? ¡Tú tampoco sobrevivirás!
Pero no le respondo, solo muevo mis alas para coger más y más velocidad. Noto como aumenta la fricción y cada vez me cuesta más tener los ojos abiertos, pero la trayectoria ya está marcada. El tejado de la torre de control de Babel.
Me envuelvo en un fuego sagrado que empieza a consumir a mi rival que no hace otra cosa que intentar liberarse de mi ataque, pero mi fuerza es superior. Al final sí que va a ser cierto que los metaángeles tenemos más fuerza que cien demonios, o Raziel quería hacernos que creer que era un poderoso agente de Infierno, cuando en realidad no es más que un don nadie.
Escucho el crujir de la espalda del demonio, y de sus alas, cuando chocan contra el tejado y noto la piedra rompiéndose en mil pedazos.
La columna a la que estaba atado es la que se encarga de segar la vida del demonio, atravesando su cuerpo… y el mio.
Y de repente, todo se inundó en luz.
15- Milagro.
No siento dolor, y si una tremenda paz.
─Has obrado bien, Nael.
Una voz me envuelve y el cálido abrazo de alguien que sé que me conoce a la perfección y yo a él, pero mi cuerpo no puede hablar.
─A… Ariel… ─consigo decir.
─No te preocupes, todo será reestablecido. Incluso tú.
»Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo…
¿Serrah?… ¿Madre?
Poco a poco la luz se va apagando.
─¿Nael? ─unas manos me tocan con pasión─ ¿Nael? ¿Has hablado?
─¿Madre?
Noto que me abrazan con fuerza y lloran sobre mí.
─¡Marcel! ¡Es un milagro!
Abro los ojos, la veo y la abrazo.Por unos segundos creo reconocer a un hombre, de pelo largo y dorado y la explosión de una supernova en su mirada que está situado tras ella. Ariel… y poco a poco el nombre se funde con las nieblas.
Con este último capítulo ponemos fin a Babel un relato de fantasía escrito por Simón Bellido. Esperamos que os haya gustado y estaremos encantados de recibir cualquier comentario, sugerencia u opinión que queráis compartir con el autor y con todos nostros.
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