Ernesto Domenech

Ernesto empezó su trayectoria literaria en Septiembre de 2012 cuando inició la creación de su primer libro: “Crónicas de Ilandor”, primera entrega de la saga “Los Viajes de Gadel”, y que le llevó nueve meses completar, siendo este publicado por la editorial ACEN a los pocos meses de su finalización. Recientemente, Ernesto ha publicado la segunda entrega de la saga “El baile de los seis reinos”.

Oct 312014
 
 31 octubre, 2014  Publicado por a las 11:11 Tagged with: , ,  5 comentarios »

Todo es mentira.
Desde que el amor muere, la fuerza mengua y el espíritu languidece, todo naufraga en el hastío.

En esta batalla que libro contra el tiempo, me yergo como un héroe sin causa, un villano sin talento, un alma perdida en la inmensidad del vacío.
Frente a mí se dibujan 4 temibles ejércitos. Sus huestes miran hambrientas mi debilidad, alentadas por su intangible eternidad.
Cuatro siervos de la muerte, que clama ansiosa su merecida victoria.Relatos de Fantasía - Batalla contra el tiempo
Desde oriente, se acerca galopante el odio, en sus filas cuenta con la ira y la violencia. Afiladas sus armas, ataca al hombre débil hasta tornarlo en demente.
Desde occidente, las tropas de la indiferencia cabalgaban prestas para abalanzarse sobre este miserable soldado, soledad y melancolía abanderan tan cruel regimiento.
Desde las gélidas tierras norteñas, la codicia prepara su emboscada, agazapada junto con envidia e injusticia. Sus afiladas condiciones cercenan la bondad del inocente.
Y por último, el atronador retumbar de los cascos anuncia la llegada de tropas desde el sur, por allí veo acercarse al miedo, escudado por la mediocridad y la sumisión.

¿Por qué tan despiadados ejércitos tomaron mi mundo?
Ante ellos me hallo yo. Ejército de un solo soldado. Una guerra perdida de antemano, pero ¿Qué es la vida sino una guerra perdida?
Todos me animaron a desistir, fueron cayendo junto a mí hasta dejarme solo.
Solo frente a todo.
Ya escucho el rechinar del acero en la distancia, el jalear de tan malvadas hordas, las órdenes que se pierden en un eco con sabor a muerte.

¿Por qué luchar? Se preguntaron todos.
¿No le resulta obvio, querido lector?
¡Lucharé hasta el final porque yo soy la vida, porque conmigo luchan amor, libertad y felicidad, porque cada instante de belleza vence a mil años de oscuridad, porque el odio nace de la incomprensión del imbécil, la ira es el fruto del inmisericorde, la violencia anida donde la razón voló, la indiferencia muere a manos del cariño y la soledad en las de la compañía, melancólico se siente el que no abre los ojos, el que no navega hacia nuevos horizontes. La codicia brota en los corazones de negra tierra. Envidia al que no envidia y castiga al injusto con amor, pues no hay nada que más le duela. Lucho porque no temo a nada, porque solo hay lugar para la genialidad y la belleza en un mundo hecho a nuestra medida. Y lucho…. Lucho porque soy libre de hacerlo, porque no me atenaza el temor a vivir!
Con decisión y firmeza, avanzo hacia la batalla.

Venid a mí, ejércitos… os estaba esperando.

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May 192014
 

Los meteoros caían del cielo como lágrimas de un lamento cósmico. Miles de luces iluminando la negrura de una noche cerrada.
Los pasos acercaban a Gadel a las garras de la incertidumbre. Dos soldados absolianos se interponían entre él y su destino. Dos soldados, dos movimientos de su espada, dos cadáveres.Relatos de fantasía - Soldado
El inhóspito recorrido que lo acercaba a su muerte lo atraía hipnóticamente. Sobre la húmeda tierra, parecía que sus pasos aceleraban su ritmo, ansiosos de abrazar el sueño eterno, el último viaje.
Pero aún no. Antes debía hacer algo. El destino de su viaje no era otro que la muerte. El sacrificio.
Aquella viciada atmósfera pronto le haría desfallecer. Ya sentía como sus pulmones se llenaban de aquel acidulado gas.
Pero ahí estaba. Su enemigo lo esperaba imperturbable al final de aquel camino. Tras él, una estructura cónica tallada en cristal se izaba en el horizonte.

Has decidido morir para librar al mundo de mi presencia. Algo ciertamente absurdo. Si yo muero, nada cambiará. El mal no se halla en mí. El mal se halla en los corazones de todos los hombres y mujeres. Yo solo soy alguien con un gran poder. Soy víctima de mis deseos. Y, ¿Sabes qué? Me importa una mierda tener que matar a alguien para lograr lo que persigo. Pero no soy la causa, sino el efecto. Soy alguien igual que tú, solo que yo sí he logrado lo que pretendía y el mundo es incapaz de asumir su derrota. Cuando acabe contigo, transportaré el cono de cristal a Esmerel y todo habrá acabado para los débiles – dijo Sirniel, al joven desolado.
– Yo no soy como tú. No poseo nada, pues todo me lo has arrebatado. Pero hay una cosa que debiste quitarme y no has podido. Jamás me arrebataste el alma y mientras la tenga, lucharé por todos los seres indefensos, por el amor, por la paz, por la libertad, por la esperanza y por los sueños. Ahora, muere por todo ello.

Con un movimiento rápido, Gadel cargó contra el sorprendido Sirniel, quien esquivó el lance con una finta mágica.
Seguro de sí mismo, Sirniel se mofó del joven. Jamás le derrotaría con la burda fuerza. No obstante, un lacerante dolor le hizo mirar su pecho. La enorme hoja de la espada de Gadel atravesaba su cuerpo, pintando de roja muerte sus ropas.
Una mueca de incredulidad se dibujó en su rostro. Alzando la cabeza, miró a Gadel. Este se encontraba de espaldas, a unos diez metros de su posición.
¿Cómo había podido? Acaso… No, no podía ser ¿Cómo iba aquel imbécil a descubrir el secreto de la magia y a dominarlo en tan poco tiempo? Pero, a pesar de eso, la espada…
Sus ojos se cerraron enclaustrando la eternidad de una duda y la certeza de un instante. El de su muerte. Sus rodillas cayeron al suelo con estrépito y su sangre lavó las negras manchas de un turbio pasado.
A pocos pasos de él, Gadel se hallaba tamboleándose.
Volvía a casa, con los suyos. Por fin volvería a ver a todos sus amigos, a sus padres, a Nessa.
Más allá del oscuro manto que cubría el cielo, las estrellas iluminaban la esperanza forjada por un joven. El sacrificio de una vida para llevar la libertad a todos los seres humanos.
Gadel cayó al suelo. Sus pulmones apenas contenían oxígeno. Sus ojos se cerraban lentamente. Pero su corazón latía con la certeza de haber ayudado a toda la humanidad. Deseaba tanto volver a ver a todos los que habían perdido su vida ayudándole en su camino. Pronto podría abrazarles, pronto.
Un instante antes de morir, sonrió.

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