Simón Bellido Fernández

Yo antes era como vosotros, un hombre “responsable”, con mi trabajo, mis obligaciones, mis aficiones… Hasta que encontré la puerta que me llevó hacia allí. Y empezó mi nuevo trabajo, dar forma a aquel mundo salvaje. Dibujé, diseñé, escribí y moldeé, todo para volver Árilan un mundo mejor… Recientemente ha publicado con 2.0 Books Tenebris, la primera parte de la saga El Círculo de Hefesto

Dic 212015
 
 21 diciembre, 2015  Publicado por a las 11:11 Sin comentarios »

9 – Ariel.

─¿Se puede saber por qué no me has hecho caso? ─tiene cara de enfadado─ ¡Te ordené que te mantuvieses lejos de aquí! ─aprieta un botón de la lanza y esta se encoje hasta tomar el tamaño de un puñal y se lo cuelga del cinturón─ ¿Es qué ni desmemoriado vas a hacerme caso, Nael?
Relatos de Fantasía - Esfera Armilar
─¿Eso quiere decir que nos conocemos? ─la respuesta es obvia, pero prefiero escucharlo de su boca.
─¡Joder! ¡Claro que nos conocemos! Y si te he ordenado que te mantuvieses lejos de aquí era para protegerte ─sus ojos se alzan hacia el centro de control, como intentando evitar mirarme─. Desde que te atacaron he estado patrullando la zona…

─Pero… ¿por qué querrías protegerme? Eres… ─dudo un poco antes de decirle que es un ángel de la muerte porque suena un poco despectivo.
─Sí, lo sé… Soy un cuervo y ya se sabe que los cuervos como yo y las palomitas como tú no nos llevamos bien. ¿Cierto? ─¿Palomitas? ¿Es así como nos llaman los cuervos? Ariel sonríe de medio lado y rebusca en uno de los bolsillos de su pantalón─. Supongo que puedo intentar hacer que recuerdes algo, supongo que con tus recuerdos serás menos difícil de matar.

¿Con mis recuerdos? Lo miro extrañado porque no sé a que se refiere, pero veo como saca la esfera luminosa que tenía en las manos cuando lo descubrí en casa.
─¿Qué es eso?
─Parte de tus recuerdos… ─Ariel suspira─ No sé hasta donde recordarás, pero creo que menos es nada.
─¿A qué te refieres?
─Cierra los ojos y lo entenderás todo.

Durante unos segundos dudo en si debo o no debo cerrar los ojos. Es posible que quiera asestarme el golpe de gracia mientas estoy con la guardia baja.
─Confía en mi ─me dice, como si acabase de leerme el pensamiento.
Y cierro lentamente los ojos. De repente la oscuridad se vuelve luz, tan intensa que he de cerrar los ojos con más fuerza, pero aún así la luz no se desvanece. Cuando los abro ya no estoy en Paraíso. Estoy tumbado en una cama amplia y mullida, protegida con doseles de seda. A mi lado hay una mujer, sentada en el butacón de madera oscura, forrado con terciopelo rojo. La escucho rezar:
»Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo…

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Dic 142015
 
 14 diciembre, 2015  Publicado por a las 11:11 Tagged with:  Sin comentarios »

8 – ¡Demonios!

Una silueta indefinida está sobre el cuerpo de un ángel. Pero no en forma cariñosa ─nosotros aquí creo que ni decoramos ni demostramos cariño─. Mas bien parece que…

Fuerzo la vista para ver que es lo que realmente está sucediendo en aquella oscuridad, y me doy cuenta de que se trata de un demonio, devorando el cuerpo de algún ángel. Ando hacia atrás para intentar salir de allí sin hacer ruido. He de avisar a los Serafines cuanto antes. Pero el accidente también me ha dejado pies de pato y tropiezo conmigo mismo. El resultado: yo, en el suelo y el demonio mirándome con esos brillantes ojos rojos.
Relatos de Fantasía - Demonios
Empiezo inmediatamente a arrastrarme por el suelo intentando levantarme, pero al tener las alas tan deterioradas como las tengo, mi centro de equilibrio no está muy centrado que digamos. Consigo ponerme en pie y me doy la vuelta, para darle la espalda al demonio y salir corriendo. Lo último que veo de él es como se levanta, abre dos gigantescas alas negras y empieza a salir de la oscuridad. ¡Lo sabía!¡Ariel era un renegado! Porque intuyo que ese demonio es Ariel.

El demonio no parece poner mucho énfasis en perseguirme, algo que aprovecho yo para buscar refugio en otro callejón. Me refugio en las sombras y me hago un ovillo, quizá si no me muevo no me vea, como esos animales de los que Dios se aburrió… Pero todo aquello se me antoja demasiado similar al callejón dónde debería estar el cuerpo inerte del otro ángel. Sé que me va a encontrar y me va a matar… Empiezo a sentir tristeza… Ariel está cerca. Mi corazón late desenfrenado y creo que empiezo a llorar de miedo y no por culpa del aura del ángel de la muerte. Escucho que da un paso, otro… Cada vez está más cerca….

»Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo…
¿En serio? ¿Ahora me tiene que llegar la señal de mi protegido? Cierro los ojos con fuerza, a lo mejor el truco de los niños humanos suerte efecto y si no lo veo yo, el no puede verme, pero creo que no funciona.

Un líquido me cae en la cabeza, miro a ver que es lo que lo produce y rezo en silencio, rogando para que sea alguna cañería. Pero no… Es él, el demonio que me acecha. Tengo la sensación de que es el mismo demonio que me atacó la primera vez; el depredador de mi sueño. Lo miro a los ojos y enseguida los cierro esperando a que me mate.
Un segundo, dos segundos, tres, cuatro…

La espera se hace eterna, cuando de repente me lanza un alarido a la cara y me la deja completamente empapada en babas demoníacas. Abro los ojos y veo que se aleja volando, no puedo distinguirlo muy bien, pero creo que está herido. ¿Pero que ha pasado? Miro a la salida del callejón y veo a Ariel, que sostiene una lanza en sus brazos y me mira con aspecto sombrío. Sigo sintiendo tristeza… tengo ganas de llorar e inesperadamente para ambos, me abrazo a él.

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Dic 072015
 
 7 diciembre, 2015  Publicado por a las 11:11 Sin comentarios »

7- Babel

Vuelvo hacia casa, pero en el camino tengo una brillante idea, aunque a medida que la voy madurando no la encuentro tan buena. Él me dijo que no me quería ver cerca de Babel… Entonces es posible que él esté por allí para cerciorarse de que no me acerco. Me doy cuenta de que estoy barajando únicamente suposiciones, pero algo me dice que no me voy a equivocar.
Relatos de Fantasía - Torre de Babel
Así pues me encamino hacia ese sitio que se llama Babel y me sorprendo sabiendo hacia donde he de ir. ¿Estoy empezando a recordar cosas? Quizá el conjuro del renegado esté empezando a desvanecerse, y siento un poco de miedo por si descubro que yo soy el renegado.
Ando durante media hora, o eso me parece. Dudo que recorramos cada día ese trayecto a pie, algo que me aterra todavía más, porque eso quiere decir que lo hacemos en la tartana infernal de Baliel.

Al poco tiempo, me encuentro ante el imponente monumento llamado Babel.
Es una torre, y no me sorprende. Al parecer la imaginación en Paraíso está infravalorada, como la decoración de interiores.

─¿En serio? ¿Otra torre que se llama Babel?
Está construida con piedra de color marrón claro, aunque parece ser una única roca que se eleva hacia el cielo aproximadamente unos quince metros de altura y cuatro o cinco de diámetro. Puedo ver como en la cúspide se ensancha, formando una plataforma más grande que el tronco de la torre. La decoración es paupérrima; no tiene grabados, ni volutas, ni ningún tipo de motivos angelicales en sus paredes, aunque claro allí estamos todos tan ocupados que dudo que tengamos tiempo para admirar el arte. Supongo que es por eso que el mundo de los humanos nos tiene tan fascinado; ellos tienen lo que nosotros no: gusto.

La torre está rodeada de andamios de brillante metal, aunque la mayoría están ya a medio desmontar. Parece que las obras han terminado.
─Aquello de allí arriba tiene que ser la cámara de control…
El lugar donde Baliel y yo trabajamos.

Husmeo por los alrededores en busca de Ariel. En cuanto empiece a notar que mi corazón se acongoja sabré que está cerca, pero tras cuatro vueltas ─tal vez sean seis o incluso más, porque he perdido la cuenta─ decido sentarme a descansar, porque no hay ni rastro del ángel de negras alas y las mías empiezan a saludarme con ese incisivo dolor.
Me alejo unos pocos metros de la torre y algo llama mi atención. Escucho un gruñido en un callejón cercano a la torre. Me acerco, puede ser que se trate de Ariel…
Y lo que veo me hiela la sangre…

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Nov 302015
 
 30 noviembre, 2015  Publicado por a las 11:11 Sin comentarios »

6 – Cae la noche.

Voy corriendo por la calle. Creo que estoy cerca de Babel. Estoy seguro de que estoy soñando porque no siento ni pizca de dolor, y puedo abrir y cerrar las alas a la perfección; de hecho, me canso de correr y empiezo a planear. Tengo la intención de tomar altura y la extraña sensación de que he de detener algo, y ese algo está arriba, muy arriba.
De repente noto la presencia de un depredador. Alguien me acecha en las sombras que proyecta esa torre. Y entonces algo me golpea en la espalda y empieza mi caída.
Me despierto sobresaltado y completamente sudado. Tengo la boca pastosa y salgo de mi habitación para beber agua. El monitor que hay en la pared está encendido y solo emite niebla gris y un sonido bastante desagradable e incesante.
Relatos de Fantasía - Calle Oscura
─A ver, en esta casa donde puede beber uno agua…
Miro alrededor pero no hay nada, nada ni nadie. Pico a la puerta de la habitación de Baliel pero nadie me responde. Vuelvo a llamar… Y mi naturaleza de eterno preocupado sale a la luz, y por si le ha pasado algo intento abrir la puerta pero está cerrada. Aunque claro, bien pensado… pocas cosas pueden pasar en una habitación donde lo único que hay es una cama y un armario…
─Habrá salido…
Y desisto en mi búsqueda de algo que beber y me siento en el sofá.

Tener las alas vendadas resulta algo incómodo; no las puedo mover del todo bien y en la única postura en la que no me duelen hacen que el sofá sea algo parecido a un potro de tortura, pero estoy cansado de estar tumbado en la cama y al menos así puedo mirar la tele, que sigue emitiendo esa señal. Busco el mando, lo encuentro en un lateral del sofá y cambio de canal. Justo en el instante en el que la niebla gris cambia, creo escuchar una voz que ha dicho “Mañana”. Intento volver a la niebla pero no la encuentro, y de repente, en la pantalla, aparece la habitación granate, con el butacón de terciopelo rojo…

¡Aquello no era una tele! ¿Estaba mostrándome a mi protegido? La mujer no está en la habitación porque no se escucha el rezo. Solo está la persona postrada en la cama, pero la cámara ─o lo que sea que grabe en el mundo de los humanos─ tiene un ángulo por el que sólo puedo ver el cuerpo inmóvil. La cara la tapa uno de los doseles. Escucho la puerta de la habitación abrirse y unos pasos acercarse. Es la mujer, que va a sentarse en el butacón. Coge el rosario que está en la mesilla de noche y empieza a rezar.

Me gustaría saber su nombre e ir a ponerle mi mano sobre el hombro para ofrecerle consuelo. Está claro que está sufriendo por la persona que está en la cama. Empieza a rezar de nuevo. Sus ojos, azules, expresan cansancio y las arrugas de su cara y su cuerpo encorvado, me dicen que lleva mucho tiempo rezando. Su voz está cargada de suplica… Reza para que su hijo deje de sufrir, para que Dios escuche su súplica. Me sorprendo pensando eso ¿Cómo lo sé? ¿Vuelven a funcionar mis habilidades angelicales?

Noto algo que me baja por la mejilla. Es una lágrima. ¿Por qué lloro? Sí, el mensaje de la mujer está cargado de tristeza, pero en nuestro trabajo como guías de los humanos, nos encontramos cada día con situaciones parecidas.
Me levanto del sofá y decido salir a la calle para ver si el aire frío se lleva este pesar que siento en mi corazón. Me visto únicamente con una túnica y salgo a dar un paseo. Para mi sorpresa, el ángel de la muerte está bajo la ventana de mi casa, sosteniendo una esfera luminosa entre sus manos y mirando fijamente hacia allí.

─¡Tú! ¿Se puede saber que haces aquí?
Él se asusta al verme y me mira con cara de asombro. Primero sale corriendo y a los pocos segundos alza el vuelo. Yo le intento seguir, al menos durante el tiempo que va por el suelo, y cuando abre sus alas le intento imitar, consiguiendo elevarme unos pocos centímetros, antes de que el dolor termine dejándome tirado en el suelo, maldiciendo a todos los ángeles de alas negras. Era él, el que me producía ese sentimiento de tristeza, era la presencia de Ariel…
─¡Un momento! ─recuerdo su nombre─ ¡Se llama Ariel!

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Nov 232015
 

5- Por fin en casa.

En la puerta del hospital me espera Baliel junto a un carruaje a motor. El vehículo tiene aspecto de tener ya unos cuantos años ─si es su coche quiere decir que no tenemos buenos sueldos─. La carrocería no está muy bien cuidada, y tiene la puerta del conductor algo abollada. Por un momento dudo si subirme a ese coche pero nada más verme Baliel se acerca, coge la maleta, la guarda y casi me empuja al interior.

Tardamos media hora en llegar a nuestra casa, tiempo que pienso que ese endemoniado coche viene directo del infierno. El traqueteo del motor era insoportable y cuando me bajo tengo que hacer un esfuerzo titánico para no vomitar.
─¿Y vivimos aquí los dos solos? ─le pregunto mientras él va abriendo la puerta de entrada.
El edificio tiene unas tres plantas, y por lo que se ve desde el exterior cada planta tiene dos viviendas. No tiene aspecto de ser muy grande.
─Sí. Las viviendas de los ángeles rasos no son tan lujosas como las de los rangos superiores, y los dos fuimos asignados a este habitáculo. La verdad es que podría haber sido peor, te podrían haber olido los pies…
Relatos de Fantasía - Babel
Veo que sonríe y deduzco que está de broma, lo que me detiene antes de contestarle.
Entro a mi casa con la esperanza de que al estar en un entorno más familiar empiece a recuperar mis recuerdos, pero allí no hay nada que recordar.
No es más que una habitación de paredes blancas, un monitor colgado en una de ellas, un sofá, una mesa y dos sillas. Aparte de la puerta de entrada hay dos más, supongo que dan a nuestras respectivas habitaciones.

»Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores…

La voz de la mujer vuelve. Me había dado algo de tregua y casi me había olvidado del encargo de los Querubines. Intento volver a enlazar con ella y esta vez consigo algo que antes no.
Las paredes blancas del “majestuoso” salón de mi vivienda, se forran de un papel granate con un estampado floral. La habitación, que antes era radiante y luminosa se oscurece ─casi da miedo─ y las únicas fuentes de luz que hay provienen de un quinqué colgado en una de las paredes y de un candil que hay sobre una mesita de noche, situada junto a una gran cama con dosel en la que parece dormir alguien. Justo al lado hay un gran butacón, de madera oscura, acolchado con cojines forrados en terciopelo rojo. No hay nadie sentado en él, pero la voz, cargada de súplica y pesar, proviene de allí. Estoy completamente seguro.

─¡Eh, tio! ¿Estás bien? ─Baliel me mira con cara rara y asiento con la cabeza─ ¡Menos mal! Pensaba que te había vuelto a dar otro siroco. Ya te veía de nuevo en el hospital…
La verdad es que me siento demasiado cansado.
─Creo que será mejor que me eche un rato a descansar ─y me dirijo hacia la puerta de la izquierda.
─¿Tampoco te acuerdas de eso? ─me coge la mano cuando agarro el picaporte─ Tu habitación es la de la derecha.
Le lanzo una sonrisa bobalicona en modo de disculpa y me voy a la otra puerta. La abro y entro.
En mi habitación solo hay una cama y un armario, y todo del mismo color blanco prístino. ¡Pero por el amor ─nunca mejor dicho─ de Dios! ¿Es que nadie sabe de decoración en Paraíso?
Me tumbo en la cama y los ojos se me cierran. Creo que es lo único que hago en los últimos días: dormir.
Y el sueño termina por adueñarse de mi.

»Ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén…

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