13 – La caída del Ángel.
─No lo intentes más, Ariel ─la voz de Razyel sigue sonando igual de fuerte e impactante, pero no tan sagrada como cuando la escuché en el hospital─. Son tripas de demonio y solo nosotros podemos desatarlas.
Pero Ariel no hace caso y sigue intentando liberarme.
─¡Déjalo, Ariel! ─le grito.
─Harías bien en obedecer a la palomita, cuervo ─Raziel se acerca a Baliel, como si Ariel no le preocupase─ ¿Está todo listo?
─Sí, jefe. En cuanto salga el sol, Babel enviará la energía de los cristales y del alma de Nael a la Tierra.
─Perfecto…
Y mientras que los dos demonios hablan, Ariel, cansado de pelearse inútilmente con las cuerdas que me retienen, descuelga de su cinturón la lanza y salta contra Razyel.
El Serafín, o el Archidemonio ─no sé como llamarle─ solo tiene que mover sus alas para que Ariel salga despedido hacia los cristales de la pared de la torre de control.
─No, no, no ─dice Razyel negando con el dedo─ No seas malo. Piensa que vas a tener la suerte de contemplar el nuevo orden mundial.
Intento forzar las cuerdas para ayudar a Ariel, y entonces ─cuando me muevo─ es cuando noto como la esencia maligna con la que están hechas me abrasa la piel, incluso traspasando la fina túnica que visto.
─¡Déjale, maldito! ─le espeto a los demonios.
─Has visto Baliel ─le dice Raziel a Baliel─, la palomita se nos está volviendo un gallo. Es una lástima que te necesitemos con vida, de lo contrario estaría encantado de matarte con mis propias manos, y beberme tu sangre directamente de tu corazón.
─¿Pero qué es lo que queréis de mi?
─¿No se lo has explicado todo, Baliel?
Baliel parece un don nadie en presencia del poderoso Razyel, incluso a él le acobarda el demonio y niega con la cabeza.
─Pues verás, ya que formas parte de los planes de su majestad, creo que no está de más que te lo cuente.
»El bien y el mal residen en los corazones de los humanos. Babel, con la ayuda de los cristales eternos, pretende hacer que el bien prevalezca, con lo cual, nosotros, los demonios, nos quedaríamos sin sustento y muy debilitados.
»No os creáis las patrañas que dicen que los metaángeles que nacerán de esas almas blancas serán tan sumamente poderosos como para vencer a cien de los nuestros. Claro que podrán, pero sería como matar a un humano indefenso. ¿Qué gloria hay en eso?
Ninguna, eso lo sé, y si realmente la función de Babel es esa, he de detener la torre a toda costa. Pero… ¿eso no sería ayudar a los demonios?
─¡Pero ahora viene lo más divertido! ─Raziel se acerca a mi y me agarra de la barbilla con fuerza─ ¿A qué no sabes para qué te necesitamos? ─sin esperar a que responda, emite una sonora carcajada─ Tú eres un alma blanca, como te dijo Ariel. Un alma blanca natural, por lo que tu destino era convertirte en un gran paladín. Emites tanta energía como mil cristales eternos, así que… ¿Qué pasaría si absorbemos tu alma a través de Babel y enviamos tu energía a la Tierra? No hace falta que respondas, te lo voy a contar yo:
»La onda del bien y el mal de los humanos crecerá con una fuerza abismal, inclinándose hacia el bien, pero en cuanto se acabe el subidón, caerá empicado, con la misma fuerza hacia nuestro lado. Y justo en el momento adecuado, estaremos nosotros ahí para ─hace el gesto de cortarse el cuello─ y generaremos archidemonios. Sí, nos aprovecharemos de vuestro trabajo, es una pena desaprovechar este invento tan genial.
Creo que Raziel es un poco tonto, tanto hablar, tanto hablar y se ha olvidado de que Ariel sigue en la torre con nosotros. De repente, como una sombra, le veo emerger detrás del demonio, con la lanza desplegada y las alas abiertas. Tiene todas las de asestarle un golpe mortal. Pero Raziel se da cuenta a tiempo, gira sobre si mismo y atrapa la lanza de Ariel con sus manos, deteniendo el ataque en seco.
─Chico malo ─dice cogiendo a Ariel por las alas.
Un chasquido junto con el grito de agonía de Ariel me hace entender que le acaba de partir las alas. Cuando me doy cuenta, Raziel arroja a Ariel contra el cristal con el que se había empotrado antes, con tanta fuerza, que el ventanal cede y el cuerpo de Ariel, incosciente, cae al vacío.
─¡Ariel! ─grito con todas mis fuerzas. ¡Si no hago nada va a morir! Y entonces empiezo a notar como una llama en mi interior va creciendo.
El fuego está siendo alimentado por el odio que siento hacia los demonios, el cariño que le tengo a Ariel, el amor que siento por mi madre en la Tierra…. Hago fuerzas con brazos y alas, estas ya no me duelen, solo noto el quemazón que me producen las cuerdas demoníacas pero poco a poco va desapareciendo. Hago tanta fuerza que por un instante creo que me van a partir en dos, pero son estas las que al final ceden y se rompen ante un incrédulo Raziel.
El sol empieza a despuntar por entre las nubes, pero yo ya no estoy en el lugar donde debía estar, sino que he saltado al vacío para evitar que Ariel se estampe contra el suelo.
Descubre cada lunes una nueva entrega de Babel
¿Quieres descubrir más historias? Consulta nuestra sección de relatos de fantasía