Booktrailer de Sir Herrumbre de los escritores Daniel Jullian y Emmanuel Uribe
Pocas veces había sentido tanto miedo como en esa ocasión, mientras se adentraba en la oscura y estrecha gruta. Lo habían visto volar sobre la Cordillera Roja y aterrizar sobre uno de los montes de la Laguna del Dragón. Su envergadura era imponente en el cielo. Por eso le temblaba el pulso, y sólo su fuerza de voluntad le hacía seguir adentrándose por la estrecha galería, sin que el pánico se adueñara de él.
La mujer de cabellos dorados que le acompañaba, parecía no sentir ni un ápice de terror. Él debía protegerla a toda costa. Lo juró por su mujer. Dio su palabra. Ella avanzó con paso lento pero decidido hasta una gran caverna sobre la que descansaba la enorme bestia y se quedó contemplándola llena de admiración. El hombre se interpuso entre ambos, levantó su hacha de combate y se escondió detrás del enorme hoplón adherido a la zurda.
El dragón parecía dormido. Su enorme cabeza descansaba sobre una de sus patas, mientras que su cola se enroscaba alrededor de su cuerpo. El guerrero continuó andando con cautela hasta situarse a unos pocos pasos. Un presentimiento le recorrió el cuerpo. El hombre bajó la guardia y envainó el hacha.
— Deja de fingir, sé que estas despierto.
La bestia alada abrió los ojos y cuando el tercer párpado, el llamado nictitante, se retiró, emergió un iris de un brillante amarillo metálico en contraste con una negra pupila con forma vertical, muy parecida a la de un gato. El dragón levantó su enorme cabeza y miró al extraño que se había aventurado en su guarida, sin perder de vista a la mujer de cabellos dorados.
— Es difícil ver a un hombre con esas cualidades. — Tronó una voz grave, que retumbaba en toda la galería. — O quizás no sea un hombre el que se estremece sólo con verme… — El hombre se mantuvo en silencio. — Normalmente, los osados que se atreven a entrar en mi guarida, — El dragón mantenía un tono sereno y calmado, como si aquello le aburriera e importunara. — no guardan sus armas cuando me ven. Dime pequeño hurón ¿Vienes en busca de fama? ¿Acaso es honor de caballero lo que quieres? ¿O simplemente son las escamas o los dientes de mi cuerpo lo que buscas?. Huelo a magia, — Ahora su tono comenzaba a ser amenazador. — la percibo a tu alrededor. No eres un simple guerrero. ¿Qué es lo que quieres… ¡Mestizo!?.
— Tu consejo. — Respondió tajante.
— ¿Consejo? — Rio airadamente, aquello había captado su atención. — Esto comienza a divertirme. A lo mejor debería de devorarte ahora mismo y no andarme con miramientos, no me gusta que me molesten cuando descanso. Te daré tu consejo, pero mide bien tus palabras, no me gusta demasiado perder el tiempo con tonterías.
— No soy el que ha venido a verte. — Dijo el hombre señalando a la mujer de cabellos dorados.
— Adelántate muchacha. — El dragón elevo su cabeza por encima de su cuerpo para poder apreciarla mejor. — ¡No voy a hacerte daño! A lo largo de mi solitaria vida no he encontrado a nadie que simplemente quiera conversar conmigo, y mucho menos aprovechar mis años de experiencia. Me agrada que me traten como a un sabio y no como a una bestia. — La mujer de cabellos dorados se le acercó muy lentamente hasta que se puso justo delante de él, tocándole. El dragón se estremeció con el calor que irradiaba la diminuta mano que se posaba sobre la punta de su cola.
— Quisiera…
— Antes de nada muchacha, he de decirte que los consejos son sólo eso, consejos. Es quien los pide quien debe discernir si seguirlos o no, para eso están al fin y al cabo. La sabiduría no radica en quien los da, sino en saber de quién recibirlos. — El reptil esperó a que sus palabras surtieran su efecto. — Puede que yo no sea el más apropiado para dártelo, pero aún así lo hare. — La mujer meditó unos instantes sus palabras.
— Soy una sacerdotisa de una diosa que… — Comenzó a decir. — La lucha que tienen los de tu especie… — La mujer no sabía cómo expresar el mensaje. — Los dragones que fueron domesticados para…
— Respira hondo muchacha e intenta tranquilizarte, sino esto se puede eternizar, y aunque mi paciencia es casi ilimitada, no es eterna. ¿Haz tu pregunta?.
— Sobre mis hombros recae la carga del destino de la guerra que pronto se desatará en Weirshad.
— Eso suena un poco desmedido ¿no crees?. — Respondió el dragón escéptico.
— Los hombres del valle han domesticado a tus congéneres durante generaciones. — La muchacha ignoró las últimas palabras de la bestia. — Ahora se enfrentan en una lucha celeste y sin sentido, controlados por seres inferiores.
— ¡Ah, esas lagartijas aladas!.
— ¿Qué los motiva a luchar?, no es su guerra…
— Tu misma lo has dicho.
— Pero tú no luchas en esta guerra. ¿Por qué?
— ¿Qué soy para ti?
— ¡Un dragón! — Respondió la muchacha con obviedad.
— Me refiero a si ves alguna diferencia en mí con respecto a mis hermanos.
— Sí, que tú eres mucho más grande que cualquiera de ellos.
— Todavía no soy para ti más que un dragón parecido a otros cien mil dragones. Y no te necesito. Y tú a mí tampoco me necesitas. No soy para ti más que un lobo parecido a otros cien mil lobos. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo. Yo seré para ti único en el mundo. — El dragón suspiró hondo, desconsolado. — Y entonces tendrás algo que yo jamás podré soñar en mi solitaria vida…
— ¿Pero tú eres un ser racional?, no eres un perro que depende de su amo…
— ¿Ves como no soy el más indicado para darte consejos? Quizás deberías dirigirte al hombre que habla con las bestias. —
Dijo el dragón mirando al personaje que ahora descansaba, apoyando una pierna sobre una piedra.
— ¿Cómo lo sabes? — Le respondió sorprendido al dragón.
— ¿Cómo sabías que no estaba dormido? — Le contestó retóricamente.
— Aún no me has respondido, ¿Qué les impulsa a luchar a los dragones, cuando podrían dominar a su amo? ¿Qué les impulsa a luchar a unos seres racionales?, lo que nos diferencia de las bestias es la razón. — Le instó al dragón impaciente.
— Cuando alguien es domesticado pierde su libertad y deja de ser racional. Es muy simple muchacha: sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos. — El hombre recogió sus cosas dispuesto a irse. — A él aún no le han domesticado, es libre y vive como lo que es, un dragón. — La mujer de cabellos dorados miraba a la magnífica bestia sin perder un solo detalle de su silueta.
— Ves muchacha cómo no soy el más indicado para darte un consejo…
¿Quieres más relatos de fantasía? Descubre a otros autores e ilustradores de fantasía en el Proyecto Golem
Habían pasado más de 763 años desde la gran depresión que asoló las tierras de Nergandia, poco a poco todo volvía a la normalidad. Amanecía cuando era menester y por el mismo motivo anochecía cuando era hora de irse a dormir. En Nergandia las cosas ocurrían porque debían ocurrir y no al contrario. Al menos así había sido hasta donde los más ancianos del lugar recordaban. Y aquí es donde aparece nuestro héroe, un tipo rubio, fuerte, alto (de ojos azules dirían algunos) y ducho en la batalla, decidido a ir en busca del dragón trotando a lomos de su blanco corcel hacia la guarida de uno de los dragones más temidos en todo el valle. Aunque tan merecido título tal vez se debiese a que nadie fuera del valle conocía de su existencia. Ese día pasaría a la historia de Nergandia como el día en que… bueno, dejemos que los acontecimientos hablen por si solos.
-Despierta dragón -grito el apuesto caballero- He venido a matarte.
-ZzZzZzzZZ
Algo confuso por su escueta respuesta volvió a gritar de nuevo -Despierta maldito dragón, he venido a poner fin a tu miserable vida.
-¿A qué se debe tanto ruido? -contestó el dragón despertando lentamente de un sueño casi milenario.- ¿Es que un viejo dragón como yo no puede descansar ni siquiera unos minutos?
-He dicho que vengo a matarte dragón, no tendrás que preocuparte por si alguien más interrumpe tu descanso, a partir de hoy será eterno.
-Bueno, bueno, bueno, otro héroe rubio, fuerte y alto (de ojos azules dirían algunos) buscando fama, honor y riquezas. Permíteme que me presente, soy Kandor.
-Eso es irrelevante, prepárate a catar el acero de mi espada.- Y el valeroso caballero, haciendo honor a su reputación, desenvainó su reluciente espada de acero, forjada más allá de las montañas oscuras por maestros herreros cuyo… bueno, desenvainó su espada y atacó con toda su fuerza al adormilado dragón.
-Espera -gritó Kandor- esto no se hace así.
-¿Perdona? -contestó algo confuso nuestro caballero- ¿Existe alguna manera mejor de hacerlo?
-Claro, vosotros los humanos tenéis una vida corta y no es de extrañar que la mayoría no conozca cual es la manera adecuada de enfrentarse a un dragón.
-Eso carecerá de importancia cuando te haya atravesado con mi acero dragón.
-Kandor -añadió el dragón- me llamo Kandor.
-¿Y eso debería impresionarme?
-No, pero para el bardo encargado de narrar tus hazañas es un detalle de vital importancia. Porque supongo que habrás venido a matarme para conseguir honor, fama y riqueza. ¿No es así?
Nuestro caballero, cada vez más perplejo ante las respuesta del dragón tuvo que admitir que en algún punto tenía razón.
-Si, después de atravesarte con mi acero, forjado más allá de las montañas oscuras por…bueno, después de atravesarte con mi espada todo el mundo conocerá mi gloriosa hazaña y, por supuesto, voy a llevarme tu tesoro y tu cabeza para entregársela al rey y casarme con la princesa, alta, rubia, delicada como los pétalos de las rosas en otoño y según dicen algunos de ojos azules.
-Está claro que nunca antes te habías enfrentado a un dragón, joven caballero. ¿Qué te parece si empezamos de nuevo?
-¿¿¿???
-Si, vuelve a empezar, como si acabaras de llegar a la cueva.
-Si así lo quieres….¡¡¡DRAGÓN!!! He venido a matarte.
-Nooooo, otra vez mal. Necesitas un plan. No puedes presentarte en la cueva de un dragón así sin más y encima no anunciarte como es debido. ¿Quieres que la gente te recuerde como el caballero sin nombre? ¿O como el caballero embobado? La gente necesita un nombre para recordar, así que empieza por decirme tu nombre.
-Están bien dragón, soy Lord Argo de Felvan.
-Como nombre no está mal, aunque seguro que puedes encontrar algo mejor, algo con más gancho, que le guste a la gente. Nadie quiere oír hablar de Lord Argo de Felvan.
-¿Qué nadie quiere oír hablar de Lord Argo del Felvan? Y tu que eres tan listo ¿qué me sugieres?
-Pues había pensado algo como sir Cobalion puño de acero, siempre me habría gustado enfrentarme a alguien con ese nombre. Ese si es un nombre para un verdadero héroe al que la gente de todos los rincones aclamará, y lo de puño de acero siempre gusta a la gente, le da un toque recio, duro. Por otro lado si no lo haces tu lo hará el bardo encargado de contar la historia, ya sabes esos tipos nunca dejan que la verdad estropee una buena historia y ese nombre tan ridículo que usas lo más seguro es que atajen y se inventen algo mejor que ofrecer a su público.
-¿Podemos empezar ya?
-A que vienen tantas prisas, llevo durmiendo más de un milenio y no tengo intención de ir a ninguna parte y hacer las cosas bien requiere tomarse su tiempo mi joven caballero. ¿O debería llamarte sir Cobalion, puño de acero, terror de los dragones? Uno no puede ir a enfrentarse a un dragón así sin más, con un nombre no basta. ¿Que van a contar de ti los bardos? ¿Que un buen día por la mañana te levantaste y decidiste ir a cazar a un pobre dragón en su cueva? ¿Y donde está lo heroico en ello? No hay doncellas en peligro, no hay pueblos arrasados, no hay destrucción… Así que lo pertinente sería que volvieras con alguna doncella en peligro o después de quemar algunas aldeas, para matizar un poco la historia.
-¿Que yo debería quemar algunas aldeas o raptar a una princesa?
-Si quieres conseguir fama, honor y gloria me temo que si, no veo otro camino. Aunque valdría con alguna doncella del pueblo que está aquí cerca, no es como rescatar a una princesa pero tiene algo heroico que en las manos adecuadas puede dar mucho juego para tu historia. Yo me daría prisa, los dragones tenemos todo el tiempo del mundo pero para los humanos como tu es un bien escaso y preciado.
-Está bien dragón lo haremos a tu manera, espero que cuando vuelva con la doncella sigas aquí sino no habrá lugar en este mundo ni en el otro donde puedas esconderte y descansar.
…
Algunas horas más tarde
…
-¡¡¡DRAGÓN!!! He venido a matarte.
-Por lo que veo no te has dado mucha prisa en volver sir Cobalion puño de acero, terror de los dragones y salvador de doncellas. Llevo dos días esperándote.
-Prepárate a morir
-Un momento mi joven caballero
-¿Un momento? Ya tengo nombre, te he traído a una doncella en apuros que no para de gritar en el fondo de la cueva…¿qué más hace falta para que pueda atravesarte con mi acero?
-Con eso solo vas a conseguir fama, gloria y honor pero…¿qué hay del dinero? ¿Has pensado en el dinero? La fama esta bien pero no te dará de comer cuando seas un pensionista y no puedas empuñar una espada sir Cobalion puño de acero, terror de los dragones, salvador de doncellas y custodio del gran tesoro. Necesitas conseguir oro, monedas, rubíes…riqueza. Además ¿con qué vas a pagar al bardo? Piensa que sin su merecida recompensa tu historia puede acabar siendo una pesadilla de la que no podrás huir jamás.
-Pero se supone que todos los dragones custodian un gran tesoro en sus cuevas.
-Y se supone que saquean aldeas, pueblos, raptan princesas y fíjate has tenido que ir tu a por una. Bueno no es exactamente una princesa pero supongo que valdrá, siempre que no le menciones ese pequeño detalle al bardo. Y piensa un nombre para ella, algo como lady Dialga de las cumbres borrascosas, eso suena a princesa. Sir Cobalion y lady Dialga, por fin esta historia empieza a parecer épica, ya veo a las masas aclamándote como su verdadero salvador y héroe. Estás a solo un paso de que tu recuerdo perdure más allá de las inclemencias del tiempo, que la gente con solo oír el nombre de sir Cobalion recuerde sus grandes hazañas, de como venció a Kandor el gran dragón, salvó a la princesa y recuperó el oro robado. Pero para eso hace falta oro, cuanto más mejor y rápido no puedo esperar a que me mates toda la eternidad tengo otras cosas que hacer.
A regañadientes nuestro héroe tuvo que aceptar la realidad de los argumentos y se dirigió veloz sobre su blanca montura hasta el palacio más próximo en busca de algunos cofres de oro y anticipándose a lo que el dragón pudiera decirle contrató a uno de los más famosos bardos de la zona para que relatara la inminente gesta.
-¡¡¡DRAGÓN!!! He venido a matarte y traigo conmigo el oro y el bardo…umhahahahha tengo nombre, tengo a la pobre doncella, tengo el oro y tengo al bardo, solo me falta tu cabeza.
-Kandor, me llamo Kandor. No me parece un nombre tan difícil de recordar.
-Que más dará como te llames dragón si dentro de unos minutos estarás muerto.
-Hombre es un detalle importante ya que has tenido la amabilidad de traer contigo a tan renombrado bardo. A los bardos les interesan los detalles y yo tengo algunos que contarle sobre esta historia.
-Basta de chachara- gritó completamente fuera de si nuestro héroe.- Muereeeeeeeeeeeeeeeeeee.
-Un momento- añadió el bardo- el dragón tiene razón, los detalles son importantes.
-Maldita sea….¿es que nunca voy a poder atravesarte con mi espada dragón?
-Podrías, ciertamente, atravesarme con tu espada salvo por unos pequeños, aunque importantes, detalles.
En primer lugar, no eres sir Cobalion puño de acero, terror de los dragones, salvador de doncellas y custodio del gran tesoro. Tu nombre verdadero es Lord Argo de Felvan, un nombre ridículo para un aspirante a héroe.
En segundo lugar, la princesa ha resultado no ser tal princesa sino una joven de un pueblo cercano y que evidentemente no se llama lady Dialga sino Isaura y es la hija del molinero. Tampoco estaba en ningún apuro hasta que la raptaste, quemaste su molino y la trajiste hasta esta cueva.
En tercer lugar, como puede ver el bardo, aquí el único tesoro que hay es el que tu has robado del castillo, luego lo de custodio del gran tesoro es otra de tus mezquinas mentiras para engañar al pobre señor bardo, que supongo que tendrá un nombre.
-Podéis llamarme Renaldo, maestro de la pluma y el plumín. – añadió el bardo en el instante preciso.
-Y por último-concluyó el dragón- ese pincho al que insistes en llamar espada no podría atravesar mis escamas ni aunque lo empuñara un héroe de verdad. Así que tal vez a partir de ahora se te conozca como Lord Argo Felvan, maltratador de doncellas, saqueador de aldeas, ladrón de botines y rata mentirosa (el de ojos azules dirían algunos).
Aunque pensándolo mejor no podemos dejar al señor maestro de la pluma y el plumín sin su historia, no sería correcto y lo único que nos falta es un digno final donde el malvado ladrón, caballero sin honor y maltratador de doncellas es devorado por el gran Kandor, puño de acero, salvador del reino y de la joven doncella en apuros…
Tal como os contaba al principio en Nergandia las cosas ocurrían porque debían ocurrir y no al contrario y tal y como lo había expuesto el dragón ese era el momento en que el malvado villano debía recibir su merecido castigo y Kandor todo el honor, la fama y la gloria que merecía. Así que como si todo fuera parte de un guión escrito muchos años atrás, el dragón se abalanzó sobre nuestro héroe y antes de que el bardo pudiera siquiera componer el primer soneto de la historia había desaparecido entre las fauces humeantes en busca de su merecido castigo. Ocurrió, sin más.
Son… argumentos contundentes.
Puedes encontrarme en Tierra Quebrada
¿Quieres más relatos de fantasía? Descubre a otros autores de fantasía en el Proyecto Golem
Desde el siglo XII caballeros, guerreros y reyes pintaron sus escudos para diferenciarse entre sí en la batalla. Con el tiempo se fueron fijando una serie de normas y convenciones que aún hoy en día siguen utilizándose. Colores, figuras, elementos decorativos… todo esconde un significado y tiene su propio lugar dentro de un escudo de armas.
En esta nueva serie de posts que empezamos hoy sobre Conceptos básicos de Heráldica iremos viendo estas normas para poder llegar a confeccionar nuestro propio escudo.
Un escudo se dibuja según una proporción de 5 a 6 (lo que da como resultado un escudo ligeramente más alto que ancho) y sin tener en cuenta los adornos que se pueden añadir posteriormente.
Se divide en 3 columnas, Diestra, Centro y Siniestra y en 3 filas Jefe, Centro y Punta (aunque habitualmente la fila central no lleva nombre).
Esta división da como resultado las 9 partes principales del escudo que son las siguientes:
- Cantón diestro del jefe
- Jefe centro del jefe
- Cantón siniestro del jefe
- Flanco diestro
- Centro
- Flanco siniestro
- Cantón diestro de la punta
- Centro de la punta
- Cantón siniestro de la punta
A estas partes hay que añadir 3 partes interiores que son:
- Corazón o punto de honor
- Abismo
- Ombligo
Todas estas partes conforman lo que sería el campo del escudo delimitado en sus extremos por el borde o boca.
Adicionalmente un escudo puede llevar una serie de adornos y otros elementos externos como el Timbre que se sitúa en la zona superior del escudo y a su vez puede contener la Cimera, Burlete, Yelmo, Corona o Lambrequines; los soportes o tenantes laterales que se sitúan en la zona lateral; y el Lema o Grito de Guerra que se sitúa en la zona inferior.
Algunas definiciones de utilidad de los términos utilizados en el texto:
Abismo: Punto o parte central del escudo donde se cruzan sus dos diagonales.
Campo: Espacio o superficie interior del escudo delimitada por el borde o boca. Es el lugar donde se sitúan las piezas y figuras que conforman el escudo.
Jefe: Pieza de honor colocada horizontalmente que ocupa el tercio superior del campo del escudo.
Ombligo:Punto central de la línea que separa el centro del escudo de la punta.
Parte: Resultado de la división del escudo.
Punta: Pieza de honor colocada horizontalmente que ocupa el tercio inferior del campo del escudo.
Timbre: Todo adorno exterior y superior al escudo
Genealogía y Heráldica, Conoce tu árbol genealógico y tu escudo de armas. Editorial: Libros Cúpula
Diccionario de términos de arte y elementos de arqueología, heráldica y numismática Autor: Gonzalo M. Borrás Editorial: Alianza
Web http://www.heraldaria.com/