Nov 132013
 
 13 noviembre, 2013  Publicado por a las 11:11 Historias del Viejo Ben, La Taberna de Dalfgan Tagged with: , , ,  2 comentarios »

La taberna del Viejo Ben era una taberna humilde, sencilla, acogedora y familiar, si es que alguien puede llegar a pensar en que el Viejo Ben pudiera tener familia. Aunque por extraño que pueda pareceros la tuvo, pero esa es otra historia para otro lugar.

No, el problema al que nos enfrentamos hoy es muy simple, nada de hordas de dragones, orcos cabreados y apestosos o borrachos intentando ensartar la cabeza de algún despistado con su herrumbrosa espada. No, la taberna se ha quedado sin habitaciones libres. Si, por extraño que pueda pareceros, las dos habitaciones de las que dispone y el establo están llenos.

Algunos, los más avispados, os preguntaréis ¿que puede llevar a un ser, sea de la raza que sea, a alojarse en la taberna?. Yo a veces también me hago las mismas preguntas hasta que ves la expresión del Viejo Ben y de repente olvidas cualquier pequeño detalle que no sea de tu agrado como las cucarachas, la suciedad, las corrientes de aire y la falta absoluta de cualquier tipo de servicio.

Aún así resulta una taberna extrañamente acogedora, cálida, donde uno puede reposar cuerpo y alma y continuar su camino al día siguiente sin recordar nada de la noche anterior.

A lo que quiero llegar sin dar más rodeos de los necesarios es que el Viejo Ben, preocupado como siempre por tener a todos sus parroquianos contentos y poder sacarles alguna moneda adicional, vió en este pequeño problema una merma interesante de sus ingresos y decidió ponerle remedio.

Su primer intento, hace ya más de medio siglo, se limitó al uso de su pala homologada, sin demasiado éxito. Los clientes al ver los agujeros en el suelo no llegaban tan siquiera a entrar en el establecimiento. Parecía que eso no era ni confortable ni acogedor.

Su segundo intento tampoco tuvo el éxito esperado. Pudo comprobar de manera empírica que al reducir la oferta de plazas de la competencia sus plazas disponibles no aumentaban. Ahh, que recuerdos de aquellos tiempos, cuando poco a poco una tras otra todas las tabernas y posadas del lugar cerraron sus puertas de una manera un tanto repentina y misteriosa.

Pero como la mayoría de los descubrimientos relevantes de la ciencia, la solución entró caminando por la puerta y se llamaba Hilbert. No era el lugar donde uno esperaría encontrarse un tipo como aquel, pero después de la segunda copa el Viejo Ben ya lo veía con mejores ojos. Así la conversación derivó de un tema a otro hasta que poco antes de marcharse y agradecido por el trato recibido en la taberna Hilbert le reveló su secreto al Viejo Ben….habitaciones infinitas.

Nov 132013
 
 13 noviembre, 2013  Publicado por a las 11:11 Tagged with: ,  Sin comentarios »
Taberna de noche por paseoporlaluna

Taberna de noche por paseoporlaluna

Esta es la descripción que nos manda el autor:

A ciertas horas y a través del espejo parecen imágenes raras, pero si te fijas bien hay muchas personas en actividad.
En primer plano un camarero, limpiando un vaso con un paño sucio, mira su reflejo en el espejo y observa como las difuminadas y oscuras formas se mueven.
Aparecen todos sus clientes: Una mujer con el pelo verde a la izquierda, en una pareja no se sabe bien quien es hombre o quien mujer, otra camarera que torpemente se confunde con lo de atrás, gente que ríe, otros hablan, algunos beben, otros parece que lloran…
El movimiento, la suciedad de espejo, la confusión del alcohol y otras cosas, es lo que aprecia ese loco camarero, que descifra nada en un principio y descubre como el universo es infinito, mientras con sus ojos hinchados en sentimientos y confusión parece que nos pregunta:
¿y tú entiendes algo?

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Oct 252013
 
 25 octubre, 2013  Publicado por a las 11:11 Tagged with: ,  Sin comentarios »

Dagmar entró en la taberna, un pequeño puesto fronterizo. Si aquel lugar tuvo un nombre, fue hace mucho tiempo pues el deslucido y ajado letrero era ya ilegible. El interior estaba igual de añoso y desvencijado, tanto como sus clientes, hoscas y taciturnas almas torturadas. No eran tan distintos a él, mejor. Así se sentiría como en casa. Su armadura de cuero estaba empapada y dejó un pequeño charco en el suelo de madera.
En el exterior la tormenta se recrudeció. El aguacero golpeaba las cristaleras como un látigo, en ráfagas rítmicas. En algún lugar, una incesante gotera martilleaba el cargado ambiente. Dagmar se acercó a una mesa apartada, la espada de su cinto tintineó al compás de las goteras. Varios ojos siguieron sus pasos. Tomó asiento y pidió un keybas, ahora lo único que quería era olvidar, y el fuerte licor le ayudaría. Apuró la copa, de un trago. El calor etílico le calmó un poco. Perfecto, aquella noche dejaría que la embriaguez hiciera el resto del trabajo, ya tendría tiempo de odiarse por la mañana.
Taberna sin Nombre
De súbito, la puerta se abrió dando un violento bandazo que casi la saca de sus goznes. Perfilados por las luces intermitentes de la tormenta, tres figuras armadas irrumpieron. Vestían armaduras y tabardos color rojo y negro. Aunque había muchos forajidos allí, Dagmar supo al instante que venían por él. Y así fue, los soldados se plantaron frente a él.
—Te espera la horca, traidor —dijo uno de ellos con desprecio.
—Tenía que intentarlo —repuso Dagmar mientras deslizaba lentamente su mano sobre la empuñadura de la espada.
En su fuero interno siempre supo que su escapada no duraría mucho, que no le llevaría demasiado lejos. Pero si querían su vida, no les saldría barata

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Oct 092013
 
 9 octubre, 2013  Publicado por a las 11:11 Tagged with:  5 comentarios »

Lo más importante antes de empezar la construcción de la taberna es escoger un buen lugar. Una taberna que se precie no puede estar en cualquier rincón de cualquier ciudad, no, el lugar es importante.

Yo escogeré una pequeña aldea, lejos de grandes ciudades, rodeada por un bosque de robles altos y fuertes y lugar de paso de viajeros, aventureros, comerciantes y otras gentes de malvivir. Eso me proporcionará el tipo de clientela que busco, gente con historias que contar.

Es importante también el lugar de la aldea en el que vamos a construir nuestra taberna. No puede ser cerca de la herrería, ese ruido infernal ahuyenta a los clientes, ni cerca del cementerio. No, tiene que ser un lugar apacible, lejos de otros comercios, quizá en las afueras, donde los últimos rayos de sol de la tarde entren por la pequeña ventana lateral iluminando la única mesa reservada del local.

Como construir una taberna: El Lugar

El lugar es importante

Bien, ya tenemos el lugar. Pongámonos manos a la obra, vamos a necesitar maderas, de roble, claro, y a un buen carpintero. La puerta y las contraventanas estarán labradas con escenas de viejas leyendas que sólo los más ancianos del valle de Tierra Oscura recuerdan, para que no se pierdan en el olvido. Las mesas, simples pero resistentes, no serán ni demasiado grandes ni demasiado pequeñas. Tendrán el tamaño justo para que los grupos de viajeros, ya sean de dos, tres o cuatro se sienten cómodos y a gusto. Las sillas y la barra también serán de madera. Una barra larga y con forma de dragón que se extenderá hasta la mismísima chimenea. Me gusta la calidez que el fuego y la madera le confieren al local.

Para las paredes utilizaré piedras de las Islas del Caracol.

Quiero que pueda aguantar los envites del tiempo y las tormentas que tan frecuentes son en el valle durante el invierno. En su interior un hogar, grande, para asar carne y encender fuegos en invierno cuando la nieve cubra el paso y los comerciantes tengan que pasar largas horas esperando poder volver a retomar su camino.

Junto al hogar y en una esquina poco iluminada colocaré una pequeña mesa para esos invitados que prefieren pasar desapercibidos. Y bajo la escalera que sube al primer piso, los barriles de cerveza para los que prefieren un lugar más tranquilo cuando se desata alguna pelea entre enanos y elfos.

En el sótano, frío, oscuro y solitario estará la despensa, llena de queso, chorizo, jamones, pan recién horneado, perdices, patos y todo tipo de viandas para satisfacer las necesidades de los más hambrientos y exigentes clientes. Y cerveza. Pero no una cerveza cualquiera, no, la mejor cerveza del valle. Mi taberna será famosa por su cerveza y por su plato especial, ciervo asado con carbón de las montañas del Sur. Es una receta secreta que ha pasado de generación en generación y que seguirá siendo secreta…por si te preguntabas como se prepara.

Pero una taberna no es nada sin sus parroquianos. Por ella pasarán magos de renombre, rastreadores de enigmas en busca de un Quebrantín de Oro, aventureros, héroes y villanos. Su particular ubicación hará de esta taberna una de las más conocidas entre renegados y maleantes por sus mesas oscuras que todo lo ocultan, por su cerveza, sin igual en todo el valle, y por sus incontables salidas que hacen que capturar a alguien dentro de la taberna sea tarea casi imposible. Casi tan imposible como adivinar donde saldrás al usar cualquiera de su pequeñas puertas.

Ya sólo nos queda escoger un nombre que este a la altura de tan gran taberna, una taberna que estará llena de magia, de historias, acogedora en las frías noches de invierno, lugar de reposo tras una larga jornada de viaje o en medio de un temporal. Y que por increíble que pueda parecer tendrá tantas puertas para entrar como para salir.

Voy a llamarla…

Aven Roy Historiador y Aventurero de día, Mago y Guerrero de noche siempre me ha gustado combinar la afilada hoja de mi espada con una bola de fuego o una tormenta de rayos.
Son… argumentos contundentes.
Puedes encontrarme en Tierra Quebrada

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Oct 042013
 

Estaba oscureciendo. Apenas quedaba un reflejo en el cielo del sol que desaparecía para cubrir la ciudad con el manto de la noche. Me camuflé aún más bajo la capa de lana oscura, temerosa de encontrarme en uno de los peores barrios de Eritum. Yo no debería estar aquí.
Al final de la calle empedrada, en cuyos lados descansaban las pequeñas casas adornadas con flores, vi el resplandor de la luz que se filtraba por las contraventanas cerradas de la taberna. Supuestamente era un lugar clandestino, no debían llamar la atención. A los gobernantes de la ciudad, no les gustaban las actividades que se llevaban a cabo en las tabernas. Sin embargo, no habían conseguido erradicarlas.
Alrededor de la casa reinaba el silencio, extraño, gélido, inquietante. Golpeé dos veces la puerta de madera gruesa con los nudillos y esperé.
Creí escuchar un sonido que provenía del interior, como si estuviesen mandando callar a alguien. Después la puerta se entreabrió.
-¿Quién va?- susurró una voz ronca de mujer.
-Seranda- respondí intentando parecer serena.
La mujer dudó unos instantes y finalmente abrió, haciéndome entrar con rapidez. Al momento empujó suavemente la pesada puerta cerrándola a mi espalda.
-Está al fondo- me indicó la gruesa mujer.
Después se sentó en una mesa cercana junto a dos mujeres ancianas. Todas ellas bebían en silencio de gruesas y toscas jarras de barro. Ni siquiera me miraban.

El lugar estaba construido completamente de madera. Las enormes vigas que sujetaban el techo del piso superior, parecían estar ajadas y con la posibilidad de quebrarse en cualquier momento. Miré temerosa hacia arriba, deseando que no cedieran justo en aquel instante.
Paseé la vista por el interior de la taberna tratando de pasar desapercibida, al tiempo que me sentaba en una de las mesas.Desde allí podía ver la enorme barra de madera en la que se exhibían todo tipo de licores y alimentos.
Pero no sentía hambre. Lo único que deseaba era encontrarle.
Aunque al mismo tiempo tenía miedo.
Continué observando los barriles de madera alumbrados por la escasa luz de las velas, mientras dos borrachos salían con extraño sigilo de la taberna. Si eran encontrados en este lugar, serían arrestados. Exactamente igual que yo.
El tabernero me sirvió una jarra que yo no había pedido. Sin soltarla, me miró con ojos secos y severos como afirmando que tenía que beberla. Le devolví la mirada aparentando seguridad, pero lo cierto es que el licor que vendían era muy desagradable. Después de soltarla, se dio la vuelta, volvió tras la barra, y se quedó mirando con los ojos entrecerrados hasta que tomé el primer sorbo.
Gentuza…- le oí murmurar tras ver mi cara de asco.
Pelea taberna
Me pregunté qué habrían visto los ojos de aquel hombre durante la vida para juzgar a las personas por lo que bebían. Sobre todo a una mujer.
Entonces recordé que él no sabía que yo era una mujer.
Mi disfraz funcionaba. El cabello recogido y camuflado tras la capucha de la capa y aquel peto de cuero que aplastaba mi cuerpo femenino lo habían convencido.
Estaba en el buen camino.
Entonces el corazón me dio un salto cuando sentí pisadas en las escaleras de madera que accedían al segundo piso. Vi unas enormes botas de cuero desgastado, después un cuerpo fuerte y poderoso, y al fin su cara.
Aquella taberna parecía muy pequeña para él, demasiado insignificante. Quien conocía a mi padre, sabía que había ganado batallas, dirigido ejércitos y segado muchas vidas. No le temblaba el pulso ante nada ni ante nadie. Y mi mayor sueño había sido siempre luchar junto a él.
Pero él jamás lo permitiría.
Por suerte hacía demasiados años ya que no nos veíamos, y era imposible que llegara a reconocerme.
Se acercó y se sentó a mi lado. Le hizo un gesto al tabernero y éste le acercó una jarra con una actitud de máximo respeto. Le miré esbozando una sonrisa divertida. No era tan despectivo con mi padre.
-Eres joven- murmuró lentamente-. ¿Por qué quieres morir?
Intenté no mirarle a los ojos y bebí un trago de mi jarra. El aliento me ardía y los latidos de mi corazón parecía que podían oírse en toda la sala.
Será la muerte quien me busque, pero no tendrá el valor de encontrarme– respondí con dignidad.
Él me observó con los ojos azules entrecerrados mientras se balanceaba lentamente en su silla. Se humedeció la boca y se mordió el labio inferior pensativo.
-¿Sabes por qué vivo en una taberna?- preguntó estirando las piernas y recostándose en la silla de madera.
Negué con la cabeza. Sentí los ojos de las ancianas clavados en mí, como si discretamente asistieran a un espectáculo.
-Todo lo que he escuchado son historias de triunfos y batallas- confesé.
Mi padre sonrió y sentí un nudo en la garganta. No podía llorar delante de él.
-Y existieron…-susurró mientras sus ojos se perdían en la nostalgia del pasado-. Y yo creí ser alguien mientras luchaba para el rey y ganaba sus batallas. Creí ser alguien mientras arrancaba la vida de otros soldados y los años pasaban dejando atrás a los míos.
Me senté con la espalda aún más recta dispuesta a escuchar su historia.
-¿Sabes por qué vivo en una taberna?- repitió.
-No- dije temerosa.
Entonces él alargó su mano de piel áspera y dedos gruesos, una mano fuerte para sujetar la espada y cálida para abrazar a un niño, y me despojó de la capucha dejando al descubierto mis cabellos.
-Porque tenía demasiada vergüenza como para volver a buscar a mi familia, hija mía.
Me descubrió, lo sabía desde el principio. Incluso con mi nombre falso, sabía quién era yo.
-¿No hay batallas?- pregunté.
-Hace muchos años, hija mía. Demasiados. Vuelve a casa con tu madre. Has venido demasiado lejos- se puso de pie-. Regresa.
Y desapareció escaleras arriba, dejando a su espalda una estela de dolor y recuerdos, que se mezclaban con un falso pasado.

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