Oct 172014
 

El humo de los mosquetes aún imperaba en el aire nocturno. Tras la primera andanada por parte de la guardia urbana de Bermouth, los obreros orcos y semiorcos se detuvieron por un instante, tras lo cual, al ver que los guardias esperaban titubeantes las órdenes de sus capitanes, cargaron todos juntos. Mazas y barras de acero golpearon a la guardia pulcramente uniformada.
Al cabo de una hora, el capitán de la guardia, atrincherado en una de las pocas oficinas que no habían sido tomadas o quemadas, telegrafió al ayuntamiento informando de que Bermouth Este había sido tomada por obreros provenientes de la fábrica de motores Abigail. La respuesta llegó al cabo de quince largos minutos, pero el capitán ya no podía leer dicha respuesta pues una barra de acero oxidado atravesaba su cráneo.

Los obreros orcos y semiorcos cortaron las calles de la zona industrial levantando barricadas y parapetos, dejando incomunicada la zona Este de Bermouth.
A este peculiar ejército lo acaudillaba un orco bajo y extremadamente delgado para los de su especie. Iba vestido con una camisa blanca de cuello alto, gafas redondas y boina escarlata. Se apoyaba en un bastón oscuro y gris, dándole así un aspecto tranquilo y solemne. Toda su vida había sido capataz e ingeniero; el primero de su raza.

Relatos de Fantasía - Sangre en las Calles

Ignacio López – Sangre en las calles


Durante generaciones, los orcos y semiorcos habían sido explotados y degradados como esclavos. Reducidos a meros brazos, sin posibilidad de ver la luz del sol en toda su existencia, al igual que su progenie. Mientras el resto de la ciudad se expandía y prosperaba, ellos se hundían cada vez más en las tinieblas. Era cuestión de tiempo que su verdadera naturaleza se revelara contra este trato antinatural e intolerable. Sólo necesitaban una voz que diera ecos y fuerza a sus deseos. Así fue como este orco de mirada viva y cuerpo delicado recordó a los suyos el sabor de la libertad. Les mostró su propia fuerza, y no sólo eso, sino que también les reveló la deliciosa posibilidad de cambiar sus destinos.

No pensaban quedarse en la ciudad ni pretendían mejorar sus condiciones laborales. Y menos después de su sangrienta declaración de intenciones. Sabían muy bien cuál era el valor que tenía la palabra dada para el humano civilizado.

La zona industrial estaba unida a los astilleros. Todos huirían en el barco presidencial de vapor. No existía otro sobre el mar capaz de sobrepasarlo y el ingeniero orco había contribuido decisivamente en su diseño. Sólo haría falta un pequeño grupo que contuviera a las fuerzas mecánicas armadas de Bermouth. Un grupo armado y comandado en su mayoría por enanos siervos del estado. Serían los más mayores y enfermos los que acometerían dicha resistencia suicida porque incluso el orco más débil sobrepasaba en mucho a cualquier otra raza en fuerza y resistencia. Con gusto darían sus vidas si en el lejano Este podían divisar, aunque fuera levemente, el humo del barco alejándose con todos sus hermanos rumbo a tierras sin techos de acero que dieran sombra a sus vidas.

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Feb 132013
 
 13 febrero, 2013  Publicado por a las 11:11 Historias del Viejo Ben, La Taberna de Dalfgan Tagged with: , , , ,  2 comentarios »

¿Quién, de entre todos vosotros, no ha tenido algún encuentro desafortunado con un apestoso troll?
Bobos, grandes y sobretodo apestosos, pero al final el tema se soluciona con un poco de magia o con el afilado acero de una buena espada y sigues tu camino hacia la taberna como si tal cosa.

Pero con las moscas la cosa es distinta, seres repugnantes, escurridizos, diminutos, ágiles como gacelas y molestos, muy molestos, tan molestos que alguién como yo ha dedicado parte de su vida a recopilar 1001 maneras de acabar con ellas.
Algunas te parecerán demasiado expeditivas, otras tal vez poco prácticas e incluso alguna puede presentar serias dudas sobre su utilidad en el Mundo Real pero créeme, cuando estás desesperado lo pruebas TODO.
Así que te ahorraré el trabajo.

Las intrucciones son simples empieza con el primero y no te detengas hastas haber logrado tu objetivo.
Y recordad niños no hagais esto en vuestras casas sin la supervisón de un adulto.

Método clásico
Se coge el matamoscas y se atiza a la mosca hasta producirle la muerte.

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En este punto la mosca debería estar muerta, igual que cualquier otro ser vivo que haya sido capaz de leer todo el párrafo anterior.

Método SOPA
Creo que el propio nombre define el método. Para los alumnos menos aventajados este método consiste en prepararle a la mosca una sopa.

Método Iñigo Montoya
Me llamo Iñigo Montoya, tu mataste a mi padre. Prepárate a morir.

Método Blakely
Matamoscas

Método Avada Kedavra

Método del viejo Ben
Una pala, un desierto, nadie ve nada.

Método GOD

Método Orcos hambrientos
Nada mejor que un puñado de orcos hambrientos para acabar con una jugosa mosca. Vuelve a haber carne en el menú chicos…